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EH: India

quinta-feira 1º de fevereiro de 2024

  

La oposición de oriente y de occidente, llevada a su términos más simples, es en el fondo idéntica a la que nos complacemos frecuentemente en establecer entre la contemplación y la acción. Sobre esta cuestión nos hemos explicado ya en varias ocasiones, y también hemos examinado los diferentes puntos de vista bajo los cuales se puede uno situar para considerar las relaciones de los términos en cuestión: Es así que podemos preguntarnos: ¿son estos verdaderamente dos contrarios, o, antes todo, no serían dos complementarios, o, bien todavía, no habría aquí en realidad, entre uno y otro término una relación, no en punto ninguno de coordinación, sino antes bien de subordinación? Consecuentemente, aquí no haremos más que resumir muy rápidamente las propuestas consideraciones, consideraciones indispensables a quien quiere comprender el espíritu de oriente en general y el de l India en particular. ESTUDIOS SOBRE HINDUISMO  : EL ESPIRITU DE LA INDIA ( [Publicado en Le Monde Nouveau, de junio de 1930.)

En la organización social de la India, que no es más que una aplicación de la doctrina metafísica al orden humano, las relaciones del conocimiento y de la acción son representadas por aquellos que pertenecen a las dos primeras castas, los brâhmanes y los kshatriyas, de los que, las antedichas relaciones, son respectivamente las funciones propias, Es dicho que el brâhman es el tipo de los seres estables, y que el kshatriya es el tipo de los seres móviles o cambiantes; es así que todos los seres de ese mundo, según su naturaleza, quedan en relación principal con uno o con el otro de ambos tipos, ya que hay una perfecta correspondencia entre el orden cósmico y el orden humano. No es decir, bien entendido que la acción le sea prohibida al brâhman, ni el conocimiento al kshatriya, pero dichas funciones no les convienen en cierto modo más que por accidente y no esencialmente; el swadharma, es decir, la ley propia de la casta, en conformidad con la naturaleza del ser que pertenece a la misma, está en el conocimiento para el brâhman y en la acción para el kshatriya. Ahora bien, el brâhman es superior al kshatriya, como el conocimiento es superior a la acción; en otros términos, la autoridad espiritual es superior al poder temporal, y es reconociendo la subordinación de este frente de aquella que este último será legítimo, es decir, que será verdaderamente lo que debe ser; de otro modo, separándose de su principio, el mismo no podrá ejercerse más que de una manera desordenada que le conducirá fatalmente a su pérdida. ESTUDIOS SOBRE HINDUISMO: EL ESPIRITU DE LA INDIA ( [Publicado en Le Monde Nouveau, de junio de 1930.)

Conviene añadir que el lugar que le debe ser hecho a la acción ha de ser, en su aplicación, mayor o menor según las circunstancias; hay, en efecto, pueblos como hay individuos, y los hay cuya naturaleza es sobre todo contemplativa, mientras que otros hay cuya naturaleza es sobre todo activa. Y sin duda que no hay país ninguno en el que la aptitud a la contemplación sea tan difundida y de modo generalmente desarrollado como lo es en la India; y esto por lo que la India puede ser considerada como representante por excelencia del espíritu oriental. Por el contrario, entre los pueblos occidentales, es bien evidente que es la aptitud a la acción la que predomina entre la mayoría de los hombres, y que, aún cuando esta tendencia no estuviera exagerada y desviada como lo está al presente, por ello no subsistiría menos, de suerte que la contemplación no podría ser jamás en este occidente más que el asunto de una elite mucho más restringida. Esta bastaría no obstante por lo que toca al orden, ya que el poderío espiritual, al contrario de lo que tiene lugar para la fuerza material, no se halla de ningún modo basado en el número; pero, actualmente, los occidentales no son verdaderamente otra cosa que hombres sin casta, y por lo mismo, ninguno de ellos ocupa el lugar y la función que convendría a su naturaleza. Es este un desorden que se extiende inclusive muy rápidamente (NA: y es menester no disimulársele); y que parece ganar hasta el oriente, aunque no le afecte todavía más que de una manera muy superficial y mucho más limitada de lo que podrían imaginarse aquellos que, no conociendo más que orientales más o menos occidentalizados, no dudan la poca importancia que los antedichos tienen en realidad. No es menos verdad tampoco que hay en esto un peligro que, a pesar de todo, conlleva el riesgo de agravarse, al menos transitoriamente; el «peligro occidental» no de ningún modo una palabra vacía, y el occidente, que es él mismo la primera víctima del mismo, parece querer arrastrar la humanidad entera a la ruina por la cual está amenazado debido a su propia falta. ESTUDIOS SOBRE HINDUISMO: EL ESPIRITU DE LA INDIA ( [Publicado en Le Monde Nouveau, de junio de 1930.)

Sea lo que ello fuere, la India tiene en un cierto sentido, en el conjunto de oriente, una situación privilegiada bajo la relación que ahora cuestionamos, y la razón de ello está en que, sin el espíritu tradicional, la India no sería nada. En efecto, la unidad hindú (NA: y no decimos indiana) no es una unidad de raza ni de lengua; es exclusivamente una unidad de tradición; son hindúes todos aquellos que se adhieren efectivamente a esta tradición, y lo son estos solamente. Esto explica lo que decíamos precedentemente de la aptitud a la contemplación, aptitud más general en la India que en toda otra parte: La participación en la tradición, en efecto, no es plenamente efectiva más que en la medida en la que la misma implique la comprensión de la doctrina, y esta consiste ante todo en el conocimiento metafísico, pues que es en el orden metafísico puro donde se encuentra el principio del cual deriva todo lo demás. Es esto por lo que la India aparece como más particularmente destinada a mantener hasta el fin la supremacía de la contemplación sobre la acción, es decir, a oponer mediante su elite una barrera infranqueable a la invasión del espíritu moderno, y a conservar intacta, en medio de un mundo agitado por cambios incesantes, la consciencia de lo permanente, de lo inmudable y de lo eterno. ESTUDIOS SOBRE HINDUISMO: EL ESPIRITU DE LA INDIA ( [Publicado en Le Monde Nouveau, de junio de 1930.)

Por consiguiente, para nosotros, la verdadera India no es esa India más o menos modernizada, es decir, occidentalizada, con la que sueñan algunos jóvenes alumnos en las universidades de Europa y de América, los cuales, por orgullosos que se sientan del saber enteramente exterior que hayan adquirido de aquella, no son no obstante, desde el punto de vista oriental, otra cosa que perfectos ignorantes, y constituyen, bajo ese mismo punto de vista y a pesar de sus pretensiones, todo lo contrario de una elite intelectual en el sentido en que nosotros la entendemos. La India verdadera, es la que permanece siempre fiel a la enseñanza que su elite se transmite a través de los siglos, es la que conserva integralmente el depósito de una tradición cuya fuente se remonta más alto y más allá de la humanidad; es la India de Manu y de los Rishis, la India de Shrî Râma y de Shrî Krishna. Sabemos que no siempre estuvo al frente de lo que se designa hoy por el nombre de elite; sin duda siquiera que después de la estancia ártica primitiva de la que habla el Vêda, la elite ocupó sucesivamente muchas situaciones geográficas diferentes; y quizás que ocupará otras todavía, pero poco importa, ya que la elite estará siempre allí donde esté el asiento de esta gran tradición cuyo mantenimiento entre los hombres es su misión y su razón de ser. Por la cadena ininterrumpida de sus Sabios, de sus Gurús y de su Yogîs, la misma subsiste a través de todas las vicisitudes del mundo exterior inconmovible como el Mêru; durará tanto como el Sanâtana Dharma (NA: que se podría traducir por Lex perennis, tan exactamente como lo permite una lengua occidental), y jamás cesará de contemplar las cosas todas, mediante el ojo frontal de Shiva, en la serenidad inmutable del eterno presente. Todos los esfuerzos hostiles se quebrarán finalmente contra la sola fuerza de la verdad como las nubes se disipan delante del sol, inclusive aún cuando hayan llegado a oscurecerle momentáneamente a nuestras miradas. La acción destructiva del tiempo no deja subsistir más que lo que es superior al tiempo: devorará a todos aquellos que hayan limitado su horizonte al mundo del cambio y puesto toda realidad en el devenir, a aquellos que se han hecho una religión de lo contingente y de lo transitorio, ya que «aquél que sacrifica a un dios devendrá el alimento de ese dios»; ¿pero qué podría el tiempo contra aquellos que llevan en ellos mismos la consciencia de la Eternidad? ESTUDIOS SOBRE HINDUISMO: EL ESPIRITU DE LA INDIA ( [Publicado en Le Monde Nouveau, de junio de 1930.)

M. Gualtherus H. Mees, en su libro Dharma and Society, libro del que ya hemos dicho algunas palabras, se extiende sobre todo, como lo apuntábamos entonces, sobre la cuestión de las castas; por lo demás, para traducir ese término no acepta el sentido en que nosotros le entendemos, sino que antes prefiere guardar el término sánscrito varna sin traducirle, o bien asimilarle a una expresión como la de «clases naturales», expresión que, en efecto define bastante bien aquello de que se trata, pues que es verdaderamente una repartición jerárquica de los seres humanos en conformidad con la naturaleza propia de cada uno de ellos. No obstante, es de temer que el término «clases», inclusive acompañado de un calificativo, evoque la idea de algo más o menos comparable a las clases sociales de occidente, clases que, ellas sí, son la verdad puramente artificial, y las que no tienen cosa ninguna en común con una jerarquía tradicional, jerarquía de la cual representan todo lo más una especie de parodia o de caricatura. Es así que, por nuestra parte, encontramos que vale todavía más emplear el término «castas», término que no tiene seguramente más que un valor enteramente convencional, pero que al menos ha sido hecho expreso para designar la organización hindú, pero M. Mees reserva ese término a las «castas» múltiples que existen de hecho en la India actual, y en las cuales quiere ver algo enteramente diferente de los varnas primitivos. No podemos participar en esta manera de considerar las cosas, pues que estas no son en realidad más que subdivisiones secundarias, debidas a una complejidad o a una mayor diferenciación de la organización social, y, cualesquiera que sea su multiplicidad, no dejan de entrar menos por ello siempre en el cuadro de los cuatro varnas, los que solos constituyen la jerarquía fundamental y permanecer necesariamente invariables, en tanto que expresión de los principios tradicionales y reflejo cósmico en el orden social humano. ESTUDIOS SOBRE HINDUISMO: VARNA [Publicado en V. J. de noviembre de 1935]

En esta transposición, nâma equivale todavía al griego eidos pero entendido esta vez en el sentido platónico antes que en el sentido aristotélico: Es la "idea" no en la acepción sicológica y "subjetiva" que le dan los modernos, no, sino en el sentido transcendente del "arquetipo", es decir, en tanto que realidad del "mundo inteligible", mundo del cual el "mundo sensible" no ofrece más que un reflejo o una sombra (NA: Se recordará aquí el simbolismo de la caverna de Platón.); se puede por lo demás, as este respecto, tomar aquí el "mundo sensible" como representando simbólicamente todo el dominio de la manifestación formal, siendo el "mundo inteligible" el dominio de la manifestación informal, es decir, el mundo de los Dêvas. Es también de esta forma como es menester entender la aplicación del término nâma al modelo "ideal" que el artista debe primero contemplar interiormente, para, según el cual, realizar después su obra bajo una forma sensible, la que es entonces propiamente rûpa, de tal suerte que, cuando la "idea" se ha incorporado de ese modo, la obra de arte puede ser mirada, como el ser individual mismo, como una combinación de nâma y de rûpa (NA: Sobre este punto, y también para una buena parte de las demás consideraciones expuestas en este artículo, ver Ananda K. Coomaraswamy, The Part of Art in Indian Life, en la compilación conmemorativa del centenario de Shi Râmakrishna, The Cultural Heritage of India, vol. III, págs. 485-513.). Es así que hay, por así decir, un "descenso" (NA: avatarana) de la "idea" al dominio formal; no es, bien entendido, que la "idea" sea afectada por ello en ella misma, sino antes es que se refleja en una cierta forma sensible, forma que procede de ella y a la cual la "idea" le da en cierto modo la vida; uno podría decir todavía, a este respecto, que la "idea" en ella misma corresponde al "espíritu", y que su aspecto "incorporado" corresponde al "alma". Esta similitud de la obra de arte permite comprender de una manera más precisa la verdadera naturaleza de la relación que existe entre el "arquetipo" y el individuo, y, por consiguiente, la relación de los sentidos del término nâma, según que el mismo sea aplicado en el dominio "angélico" o en el dominio humano, es decir, según que designe, de una parte, el principio informal o "espiritual" del ser, que uno puede denominar también su pura "esencia", y, de otra parte, la parte sutil de la individualidad, la que no es esencia más que en un sentido enteramente relativo y en relación a su parte corpórea, pero que, a ese título, representa la esencia en le dominio individual y puede pues, en consecuencia, ser considerada en él como un reflejo de la verdadera "esencia" transcendente. ESTUDIOS SOBRE HINDUISMO: NÂMA-RÛPA (NA: Publicado en E. T., de marzo de 1940.)

Nos es menester todavía señalar dos concepciones erróneas que no son sino muy difundidas en nuestra época, y que testimonian una incomprensión ciertamente mucho más grave y más completa que la asimilación del Sanâtana Dharma a una forma tradicional particular. Una de esas concepciones es la de los auto-denominados "reformadores", como se encuentra hoy hasta en la India misma, los que creen poder encontrar el Sanâtana Dharma procediendo para ello a una especie de simplificación más o menos arbitraria de la tradición, que no corresponde en realidad más que a sus propias tendencias individuales, y que son lo más frecuentemente debidas a los prejuicios de la influencia del espíritu moderno y occidental. Es de observar que, generalmente, lo que esos "reformadores" se aprestan a eliminar de este modo es ante todo precisamente lo que tiene el significado más profundo, sea porque este se les escapa enteramente, sea porque va a la contra de sus ideas preconcebidas; y esta actitud es bastante comparable a la de los "críticos" que rechazan como "interpolaciones" todo lo que, en un texto, no concuerda con la idea que estos se hacen de ellos o con el sentido que quisieran encontrar allí. Es así que cuando hablamos de "retorno a los orígenes" como lo hacíamos hace un momento, es seguramente de otra cosa que se trata, y de algo que no depende por lo demás de ningún modo de la iniciación de los individuos como tales; por lo demás, uno no ve del todo por qué la tradición primordial debería ser simple como esas gentes lo pretenden, si no es que, por enfermedad o debilidad intelectual, uno deseara que ello fuera así; y, nos preguntamos, ¿Por qué la verdad habría de estar obligada a acomodarse a la mediocridad de las facultades de comprensión de la media de los hombres actuales? Y es así que para darse cuenta que nada hay de esto; basta comprender, de una parte que el Sanâtana Dharma contiene todo lo que ha de ser expresado a través de todas las formas tradicionales sin excepción, con algo más todavía, y de otra parte, que son necesariamente las verdades del orden más elevado y más profundo las que son devenidas las más inaccesibles del hecho del oscurecimiento espiritual e intelectual inherente al descenso cíclico; en esas condiciones, la simplicidad querida a los modernistas de toda especie queda evidentemente tan lejos como es posible de constituir una marca de la antigüedad de una doctrina tradicional, y con mayor razón de su primordialidad. La otra concepción errónea sobre la cual queremos llamar la atención pertenece sobre todo a las diversas escuelas contemporáneas que se vinculan a lo que se ha convenido designar bajo el nombre de "ocultismo": Estas escuelas proceden habitualmente por "sincretismo", es decir, aproximando las diversas tradiciones, en la medida en la que pueden conocerlas, de una manera enteramente exterior y superficial, y ni tan siquiera para intentar extraer lo que las mismas tengan de común, no, sino solamente para yuxtaponer mal que bien los elementos tomados a las unas y a las otras; y el resultado de esas construcciones tan heteróclitas como fantásticas es presentado como la expresión de una "sabiduría antigua" o de una "doctrina arcaica" de la cual habrían salido todas las tradiciones, y que debería también ser identificada a la tradición primordial o al Sanâtana Dharma, aunque, por lo demás, estos términos parecen ser poco menos que ignorados de las escuelas en cuestión. Va de suyo que todo eso, sean cuales fueren sus pretensiones, no podría tener el menor calor y no responde más que a un punto de vista profano, y ello, tanto más cuanto que esas concepciones se acompañan casi invariablemente de un desconocimiento total de la necesidad, para cualquiera que quiera penetrar a un grado cualquiera en el dominio de la espiritualidad, de adherirse ante todo a una tradición determinada; y es bien entendido que no queremos hablar en eso de una adhesión efectiva con todas las consecuencias que la misma implica, comprendida en ellas la práctica de los ritos de esta tradición, y no en punto ninguno de una vaga simpatía "ideal" como la que se traen algunos occidentales al declararse hindúes o budistas sin saber demasiado lo que esto sea, y en todo caso sin siquiera haber pensado jamás en obtener un vinculamiento real y regular a esas tradiciones. Es este no obstante el punto de partida del cual nadie puede dispensarse, y no es sino después que cada uno podrá, según la medida de sus capacidades, buscar el ir más lejos; y no se trata aquí, en efecto, de especulación en el vacío, no, sino antes de un conocimiento que debe ser esencialmente ordenado en vista de una realización espiritual. Es solamente por esto que, es desde el interior de las tradiciones, y podríamos decir más exactamente todavía que desde su centro mismo, si es que uno consigue llegar a él, que uno puede tomar realmente consciencia de lo que constituye su unidad esencial y fundamental, y en consecuencia alcanzar verdaderamente la plena consciencia y conocimiento del Sanâtana Dharma. ESTUDIOS SOBRE HINDUISMO: SANATÂNA DHARMA (NA: Publicado en Cahiers du Sud, n especial Aproximaciones de la India.)