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Cassirer: Kant - as grandes idéias centrais

quarta-feira 23 de março de 2022, por Cardoso de Castro

Por consiguiente, la necesidad del juicio no proviene de la unidad de un objeto detrás del conocimiento y más allá de él, sino que es esta necesidad lo que constituye para nosotros el único sentido concebible de la idea del objeto. Quien comprenda sobre qué descansa esta necesidad y en qué condiciones constitutivas se funda, habrá conseguido resolver el problema del ser en la medida en que es susceptible de solución desde el punto de vista del conocimiento. Pues no es la existencia de un mundo de cosas lo que hace que exista para nosotros, como su trasunto y reflejo, un mundo de conocimientos y verdades, sino a la inversa: es la existencia de juicios incondicionalmente ciertos —de juicios cuya validez no depende ni del sujeto empírico concreto que los emite ni de las condiciones empíricas y temporales concretas en que se emiten— la que hace que exista para nosotros una ordenación que debe ser considerada, no simplemente como una ordenación de impresiones e ideas, sino también como una ordenación de objetos.

Queda caracterizado así, de una vez por todas, el punto de partida de la teoría kantiana y la oposición en que se siente con respecto a toda la formulación anterior de los problemas metafísicos. El propio Kant recurre para expresar esta contraposición, en el prólogo a la segunda edición de la Crítica de la razón pura, a aquel famoso símil en que compara su "revolución del modo de pensar" a la hazaña de Copérnico.

"Hasta aquí —dice Kant— entendíase que todos nuestros conocimientos debían ajustarse a los objetos; pero, partiendo de esta premisa, se venían a tierra todos los intentos que se hacían para averiguar a priori algo acerca de ellos por medio de conceptos que ampliaran nuestro conocimiento. Por eso debemos esforzarnos en ver si no conseguiremos mejores resultados en los problemas de la metafísica partiendo del supuesto de que los objetos deben ajustarse a nuestro conocimiento, el cual coincidirá mejor así con la postulada posibilidad de un conocimiento a priori de los mismos que nos diga algo acerca de los objetos antes que éstos nos sean dados. Ocurre con esto algo así como con las primeras ideas de Copérnico, el cual, después de comprobar que no progresaba gran cosa en la explicación de los movimientos celestes a base del supuesto de que todo el firmamento giraba alrededor del que lo contemplaba, decidió ver si no daría mejor resultado el hacer que girase el espectador y que los astros permaneciesen quietos."

El hacer "girar al espectador", del modo en que aquí se entiende, consistirá en que dejemos desfilar ante nosotros todas aquellas funciones de conocimiento de que dispone en general la "razón" y nos las vayamos representando una por una en cuanto a su tipo de vigencia necesario y al mismo tiempo determinado y deslindado de un modo característico. Tampoco en el cosmos del conocimiento racional podemos aferramos, rígidos e inmóviles, a un determinado punto, sino que debemos ir midiendo progresivamente toda la serie de posiciones sucesivas que podemos adoptar ante la verdad y ante el objeto.


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