Página inicial > Modernidade > Ernst Cassirer > Cassirer: Excertos da «Tragédia da Cultura»

Cassirer: Excertos da «Tragédia da Cultura»

quarta-feira 23 de março de 2022, por Cardoso de Castro

El mal de que toda cultura humana adolece aparece pintado en este cuadro con tintas todavía más sombrías y desesperadas que en la pintura de Rousseau. Aquí aparece cerrado incluso el único camino de repliegue que Rousseau buscaba y postulaba. Simmel dista mucho de querer ordenar a la marcha de la cultura que haga alto, al llegar a un determinado sitio. Sabe que la rueda de la historia no gira nunca hacia atrás. Pero cree observar, al mismo tiempo, que con ello se agudizará cada vez la tensión entre los dos polos igualmente necesarios e igualmente legítimos, con lo que el hombre acabará viéndose irremediablemente entregado a un funesto dualismo. El profundo divorcio, la profunda hostilidad existente entre el proceso vital y creador del alma, de una parte, y de otra sus contenidos y productos, no admite arreglo ni conciliación de ninguna clase. Tiene que hacerse, por fuerza, tanto más sensible cuanto más rico e intensivo se haga en sí mismo este proceso y cuanto más se ensanche el círculo de contenidos sobre el que se proyecta.

Simmel parece hablarnos en el lenguaje del escéptico; pero nos habla, en realidad, en el del místico. El anhelo secreto de toda mística no es otro, en efecto, que el de sumirse pura y exclusivamente en la esencia del yo, para descubrir en ella la esencia de Dios. Cuanto se interfiere entre el yo y Dios es considerado para ella como un tabique de separación.

Y esto vale no menos para el mundo espiritual que para el mundo físico. Porque tampoco la existencia del espíritu es otra cosa que autoenajenación. Crea incesantemente nuevos nombres y nuevas imágenes; pero sin comprender que en esta obra de creación no se acerca a lo divino, sino que se aleja más y más de ello. La mística debe negar necesariamente todos los mundos figurados de la cultura, liberarse del "nombre y la imagen". Exige de nosotros que renunciemos a todos los símbolos y los hagamos añicos. Y no lo hace animada por la esperanza de que por este camino podamos llegar a conocer la esencia de lo divino. El místico sabe y está profundamente convencido de que todo conocimiento no hace sino girar en el círculo de los símbolos. La meta que él se propone es, sin embargo, otra y más alta. Aspira a que el yo, en vez de entregarse al vano intento de captar y comprender lo divino, se funda en unidad con ello. Toda pluralidad es un engaño, ya se trate de una pluralidad de cosas o de una pluralidad de imágenes o de signos.

Sin embargo, al expresarse así, al renunciar aparentemente a toda sustancialidad del yo individual, lo que hace, en cierto modo, es retener y corroborar precisamente esta sustancialidad. Considera, en efecto, el yo como algo determinado en si, que debe afirmarse en esta determinabilidad, y no perderse en el mundo.


Ver online : Ernst Cassirer