Página inicial > Coomaraswamy, Ananda > Coomaraswamy: Transmigração Cristianismo

Coomaraswamy: Transmigração Cristianismo

terça-feira 26 de julho de 2022

  

Pensamos que se ha mostrado suficientemente que las escrituras del vedanta, desde el Rg Veda a la Bhagavad Gita, solo tienen conocimiento de un Único Transmigrante. Ciertamente, una tal doctrina resulta inevitablemente de la palabra Advaita. El argumento, «Brahma es sólo metafóricamente llamado una "vida" («jiva», ser vivo) debido a su conexión con las condiciones accidentales, y la existencia efectiva de una tal "vida" dura solo mientras Él continua estando limitado por algún grupo de accidentes» (Sankaracarya sobre Brahma Sutra   Bhasya III.2.10), es solo una expansión de las implicaciones del logos, «Eso eres tú».

Hemos indicado también, más brevemente, la homologia de las tradiciones india y platónica, y hemos aludido a los paralelos islámicos: más bien para hacer la doctrina más comprensible que para implicar una derivación cualquiera. Desde el mismo punto de vista tenemos que referirnos todavía a las doctrinas judaica y cristiana. En el Antiguo Testamento encontramos que cuando nosotros morimos y entregamos el Espíritu, «Entonces el polvo retorna al polvo como él era: y el Espíritu (ruah) retorna a Dios que lo dio» (Eclesiastés 12:7). De esto, observa D. B. Macdonald, el Predicador «se regocija de todo corazón, pues ello significa un escape final para el hombre» [1]. «Regocijarse» por esto puede pensarse solamente en el caso del que ha conocido quién es él y en cuál sí mismo él espera partir de aquí. Para los judíos, que no anticipaban una «inmortalidad personal», el alma (nefes) implica siempre «la naturaleza física más baja, los apetitos, la psique de San Pablo   [2] —todo lo que en términos budistas «no es mi Sí mismo» — y deben haber creído, por lo tanto, como Filón   ciertamente creía, en un «alma del alma», el pneuma de San Pablo [3].

En el cristianismo hay una doctrina del karma (la operación de las causas mediatas) y de un fatum que está en las causas creadas mismas, pero ninguna doctrina de la reencarnación. En ninguna parte han de encontrarse abyecciones más enérgicas del «alma» que en los Evangelios cristianos. «Ningún hombre que no odia, a su propia alma (eautou psychen, San Lucas   14:26) puede ser discípulo mío»; esa alma que «el que la odia en este mundo la guardará para la vida eterna» (San Juan 12:25), pero que «quienquiera que busca salvarla, la perderá» (San Lucas 9:25). Comparados con el Dispositor (conditor = samdhatr), los demás seres «ni son bellos, ni buenos, ni son en absoluto» (nec sunt, San Agustín, Confesiones XI.4). La doctrina central trata del «descenso» (avatarana) de un Soter (Salvador) cuyo nacimiento eterno es «antes de Abraham» y «por quien todas las cosas fueron hechas». Este Uno mismo declara que «ningún hombre ha ascendido al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre, que está en el cielo» (San Juan 3:13); y dice, además, «Adonde yo voy, vosotros no podéis venir» (San Juan 8:21), y que «Si un hombre quiere seguirme, niéguese a sí mismo» (San Marcos 8:34) [4].

«La palabra de Dios es rauda [quick] y poderosa, y más aguda que una espada de doble filo, que penetra hasta la separación entre el alma (psyche) y el Espíritu (pneuma, Hebreos 4:12)». Cuando San Pablo, que distingue el Hombre Interior y el Hombre Exterior (II Corintios 4:16; Efesios 3:16), dice de sí mismo, «Vivo, pero no yo, sino Cristo en mí» (Gálatas 2:20) [5] se ha negado a sí mismo, ha perdido su alma para salvarla y sabe «en quien, cuando él parta de aquí, estará partiendo»; lo que sobrevive (atisisyate) no será «este hombre», Pablo, sino el Salvador mismo. En términos Sufis, «San Pablo» es «un hombre muerto andando» [6].

Cuando la presencia visible del Salvador se retira él está representado en nosotros por el Consejero (parakletos) [7], «El Espíritu de Verdad (to pneuma tes aletheias), que es el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, os ensenará todas las cosas ... Él os guiará en toda verdad» (San Juan 14:17, 26; 16:13). En él no podemos dejar de ver el daimon y hegemon inmanente de Platón [8], «quien de nada cuida sino de la verdad» y que Dios ha dado a cada uno de nosotros «para morar junto con él y en él» (Hippias mayor 288D, Timeo 90AB); el Ingenium de San Agustín, la Sindéresis escolástica, el Amor de Dante   Alighieri y nuestro Presenciador o Consciencia en su significación más plena (y no meramente ética).

«El verdadero Mundo es el mundo de aquel [9] cuyo Sí mismo, el Omni-Hacedor, el Omni-Actuador que mora en este compuesto corporal abismal, ha sido encontrado y está despertado [10]... el Señor de lo que ha sido y será... Deseando-Le sólo por su Mundo, los Viajeros (pravrajin) abandonan este mundo» (Brhadaranyaka Upanishad   IV.4.13, 15, 22) — «no sea que venga el Juicio Final y me encuentre inaniquilado, y yo sea atrapado y apresado y entregado en las manos de mi propia egoismidad» (William Blake  ).

Ciertamente, solo si nosotros reconocemos que Cristo y no «yo» es nuestro Sí mismo real, y el único experiente en todo ser vivo, podemos comprender las palabras, «Yo estaba hambriento... yo estaba sediento... Cuanto hayáis hecho a uno de los menores de mis hermanos, a mí me lo habéis hecho» (San Mateo 25:35 sig.). Desde este punto de vista el Maestro Eckhart   habla del hombre que se conoce a sí mismo como «viendo tu Sí mismo en todos, y a todos en ti» (ed. Evans, II,132), y la Bhagavad Gita habla del hombre unificado como «viendo por todas partes al mismo Señor universalmente hipostasiado, el Sí mismo establecido en todos los seres y a todos los seres en el Sí mismo» (VI.29 con XIII.28). Si no fuera porque todo lo que hacemos a «otros» se hace así realmente a nuestro Sí mismo, que es también su Sí mismo, no habría ninguna base metafísica para hacer a «otros» lo que querríamos que se nos hiciera a nosotros; el principio está implícito en la regla y solo más explícito en otras partes. El mandato de «odiar» a nuestros parientes (San Lucas 14:26) debe comprenderse desde el mismo punto de vista: los «otros» no son objetos de amor más válidos que lo soy «yo»; no es en tanto que «nuestros» parientes o prójimos como ellos han de ser amados, sino en tanto que nuestro Sí mismo ([...], Brhadaranyaka Upanishad   II.4.5) [11]; de la misma manera que es solo a sí mismo a quien Dios ama en nosotros, así es a Dios sólo a quien nosotros debemos amar unos en otros.

De este Espíritu de Verdad inmanente, el Eros Divino, depende nuestra vida misma, hasta que nosotros «entregamos el Espíritu» — el Espíritu Santo. «El Espíritu es quien vivifica, la carne no vale nada» (San Juan 6:63). «El poder del alma, que está en el semen por el Espíritu encerrado en ella, da forma al cuerpo» (Summa Theologica   III.32.11) [12]. Este es el «Sembrador (o speiron) que salió a sembrar... Algunas (simientes) cayeron en sitios pedregosos. Pero otras cayeron en buen terreno. El campo es el mundo» (San Mateo 13:3-9, 37) — [...] (Maitri Upanishad   III.2) [13]. ¿Y es este Eros Divino, el «Conocedor del Campo» (Bhagavad Gita VIII), otro que el Hijo Pródigo «que estaba muerto, y está vivo de nuevo; que estaba perdido, y está encontrado» — muerto mientras había olvidado quién era, y vivo de nuevo «cuando volvió a sí mismo» [14] (San Lucas 15:11 sig.)?

Se ha dicho, «Vosotros le crucificáis todos los días» (cf. Hebreos 6:6), y así hace, ciertamente, todo hombre que está convencido de que «yo soy» o «yo hago», dividiendo con ello a este Uno conceptualmente en muchos seres posibles e independientes [15]. De todas las conclusiones que han de sacarse de la doctrina del Único y Solo Transmigrante, la más conmovedora es esta, a saber, que mientras Él es el pájaro cogido en la red, el Carnero atrapado en la espesura, la Víctima sacrificial y nuestro Salvador, él no puede salvar-nos excepto, y a no ser de que, nosotros, por el sacrificio y la negación de nuestro sí mismo, le salvemos también a Él [16].


[1Hebrew Philosophical Genius, Princenton and Oxford, 1936, p. 136.

[2Idem, p. 139. Así en el islam, por ejemplo, Rumi, Mathnawi, I.1375 sig., «Este sí mismo carnal (nafs) es el Infierno, y el Infierno es un Dragón... (solo) a Dios pertenece este pie (el poder) para matarle»; I.3274, «Cuando el Alma del alma (jan-i-jan = Dios, I.1781) se retira del alma, el alma deviene entonces como el cuerpo sin alma, conoce esto»; cf. Jaiminiya Upanishad Brahmana IV.26, «La mente es un infierno, el habla es un infierno, la vista es un infierno», etc. El conflicto interno de la Razón (’aql = noûs) con el alma carnal (nafs) se compara al de un hombre y una mujer viviendo juntos en una casa (ídem, I.2616 sig.). Como Jahangir dijo en sus memorias a propósito de Gosain Jadrup, «el Tasawwuf y el Vedanta son lo mismo». Como R. A. Nicholson (sobre Mathnawi I.2812) lo senala, la doctrina Sufi es que «Dios es la Esencia de todas las existencias, (mientras que) toda cosa en el mundo de la contingencia está separada de lo Absoluto (sólo) por la individualización. Los Profetas fueron enviados para unir los particulares con lo Universal».

[3Con referencia a esta doctrina en otras partes, A. H. Gebhard-Lestrange afirma muy correctamente que «la transmigración de las almas se malinterpreta generalmente como el paso de un alma de una persona a otra... Lo que tiene lugar en realidad es que el Alma-Dios Individualizada se encarna una y otra vez hasta que logra el objetivo de encarnarse como un Buscador que emprende la Gesta y eventualmente pierde la individualidad y deviene uno con el Alma-Dios liberada» (The Tradition of Silence in Myth and Legend, Boston, 1940, p. 63). Se encontrarán rechazos notables de la interpretación reencarnacionista en Hierocles on the Golden Verses of Pythagoras, tr. N. Rowe (Londres, 1906), V.53; en Hermes, Lib. X.19-22: y en Marsilio Ficino, que sostenía, en las palabras de Kristeller, que «siempre que Platón parece hablar de una transmigración del alma humana a otras especies naturales, debemos entender por ello las diferentes formas y hábitos de la vida humana» (Paul O. Kristeller, The Philosophy of Marsilio Ficino, Nueva York, 1943, p. 118). Cf. Eisler, «Orphisch-Dionysische Mysterien-Gedanken», p. 295.

[4«El hombre debe esforzarse por esto, a fin de apartar sus pensamientos lejos de sí mismo y de todas las criaturas y no conocer a ningún padre sino a Dios sólo» (Maestro Eckhart, ed. Pfeiffer, p. 421). Aquí se implica mucho más que una «negación de sí mismo» simplemente ética. Sobre nuestros dos sí mismos, cf. también Jacob Boehme, Signatura rerum IX.65.

[5En el mismo sentido San Pablo escribe a sus discípulos, «Porque vosotros estáis muertos, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios... que es nuestra vida» (Colosenses 3:3, 4).
Para un examen de las implicaciones de las palabras de San Pablo ver É. Mersch, The Whole Christ, tr. John R. Kelly (Londres, 1949), II.274 sig. (1936). Así, para Cajetan significan que Cristo es el único pensador, veedor, actor etc., en «Pablo». Barthélemy de Medina mantenía que toda obra buena que «nosotros» hacemos es realmente hecha por Cristo en nosotros como único agente.

[6Como Abu Bakr; ver Rumi, Mathnawi VI.747-749. En este sentido el dicho, «Morid antes de morir», se atribuye a Muhammad.

[7[...] San Agustín, In epist. Joannis ad Parthos. [...] San Ambrosio sobre I. Corintios 13:3). [...] (Rg Veda Samhita III.62.10). [...] (Maitri Upanishad VI.34).

[8[...], Maitri Upanishad VI.7. [...], Rg Veda Samhita V. 50.1.

[9«Mundo» (loka) aquí en sentido absoluto (como en Brhadaranyaka Upanishad I.4.15-17, I.5.17; Chandogya Upanishad I.9.3; Maitri Upanishad VI.24; Satapatha Brahmana I.8.1.31, etc.), donde se contrastan los mundos contingente y real; el Reino del Cielo, «dentro de vosotros» (Brhadaranyaka Upanishad III.9.17, 25).

[10Pues pratibuddha concuerda con atma, no con yasya. Cf. Brhad Devata VII.57, y nota 85.

[11Así pues «un hombre, por caridad, debe amarse a sí mismo más que a cualquier otra persona... más que a su prójimo» (Summa Theologica II-11.26.4). Cf. Brhadaranyaka Upanishad II.4.1-9 (el amor mutuo no es de uno a otro como tales, sino del Sí mismo espiritual inmanente); Hermes, Lib. IV.6B; Aristóteles, Nichomachean Ethics IX.8; y Marsilio Ficino, creador del término «amor platónico», que significa que «el verdadero amor entre dos personas es por naturaleza un común amor por Dios» (Kristeller, The Philosophy of Marsilio Ficino, pp. 279, 287).

[12«El que, morando en el semen, sin embargo es otro que el semen, Veedor invisible, Pensador impensable... Controlador Interno» (Brhadaranyaka UpanishadIII.7.23), «que agarra y erige la carne» (Kausitaki Upanishad III.3). «No digas "del semen"» (Brhadaranyaka Upanishad III.9.28.5), pues «sin el Soplo el semen no es emitido, o si lo es, decae y no produce» (Aitareya Aranyaka III.2.2).

[13Cf. Platón, Timeo 41 y 69, donde Dios, el Hacedor y Padre, instruye a los deuses - dioses, sus hijos, como causas serviles, a juntar la parte mortal de las criaturas, pero «en cuanto a esa parte inmortal, a la cual nosotros llamamos el Guía Divino (theion ... hegemonoun), esa parte Yo os la entregaré cuando la haya sembrado (speiras ... ego paradoso)».

[14«Volvió a sí mismo», eis eauton de elthon. Sayana sobre Rg Veda Samhita IV.27.1, [...], Brhad Devata VII.57, [...]; Sayana sobre Brhadaranyaka Upanishad I.4.10, [...].

[15Rg Veda Samhita X.90.11, [...], «¿En cuántas partes le dividieron?»; inversamente Aitareya Brahmana 1.18, [...], «No bastará para nuestro alimento que nosotros hayamos desmembrado el Sacrificio, venid, juntémos-le de nuevo».

[16Como está también implícito en la doctrina cristiana del Cuerpo Místico de Cristo. Cf. San Agustín, «Cuando todos nosotros cantamos, es ese Único Hombre quien canta en nosotros» (In. Ps. 136); en la oración, no deberíamos decir «nosotros» sino «yo», porque aunque de hecho es una multitud la que habla por separado, realmente «es ese Único Hombre quien habla, ese Único Hombre que está distribuido por todo el mundo» (In. Ps. 122); y así, «Si, por una parte, nosotros morimos en él y en él somos resucitados, él, por otra parte, muere y es resucitado en nosotros» (Epist. 140).
La Doctrina del Cuerpo Místico de Cristo está representada en el budismo por la doctrina del Buddha, el Dhamma y el Samgha. Es en el Samgha (de la raíz samharí) donde la distribuida naturaleza-de-Buddha se reintegra; en esta comunión se reúnen esos miembros separados, que Prajapati «no podía juntar de nuevo» ([...], Satapatha Brahmana I.6.3.36) de otro modo que por medio del Sacrificio, en el cual, el sacrificador (identificado con la oblación) y el Sacrificio se regeneran juntos.