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Coomaraswamy (HB:88-91) – A "vida" é um processo...
sábado 24 de setembro de 2022
Así pues, nuestra «vida» consciente es un proceso, sujeto a la corrupción y a la muerte. Es esta vida la que debe ser «aquietada» (nirodho), si hemos de vivir inmortalmente. Será inútil tratar los síntomas; es la causa u ocasión (hetu, nidana) lo que debe buscarse, si hemos de encontrar la «medicina» que el Buddha buscó y encontró. Es la comprensión de las cosas «como devienen» (yatha bhutam), y la realización de que la «personalidad» (atmabhava) es una de estas cosas, lo que libera al hombre de sí mismo. El núcleo del evangelio budista se resume en estas palabras, palabras que se repiten a menudo y triunfalmente,
De todas las cosas que brotan de una causa,la causa ha sido dicha por él, «Así venido»;Y su supresión, también,el Gran Peregrino ha declarado.
En esta cadena de causas, para comprender qué es haber Despertado, se recalca que nada acontece por azar sino sólo en una secuencia regular —«Estando presente eso, deviene esto; no estando presente eso, no deviene esto». Haber verificado esto es haber encontrado la Vía. Pues en «todas las cosas que brotan de una causa», están incluidas «la vejez, la enfermedad y la muerte»; y cuando nosotros sabemos la causa, podemos aplicar la cura. El tratamiento se especifica en el ciclo de la «originación causal» dominado en la noche del Gran Despertar. Todos los males que la carne hereda son inseparables del proceso de la existencia, esenciales a él, e inevitables para todo individuo; la individualidad es la «consciencia»; la consciencia, a su vez, no es un ser, sino una pasión; no es una actividad sino sólo una secuencia de reacciones en las que «nosotros», que no tenemos ningún poder para ser cómo ni cuando nosotros queremos, estamos fatalmente implicados; la individualidad está motivada y perpetuada por la volición; y la causa de toda volición es la «ignorancia» (avidya),— pues nosotros «ignoramos» que los objetos de nuestro deseo, jamás pueden ser poseídos en ningún sentido real de la palabra; ignoramos que incluso cuando hemos obtenido lo que queremos, todavía «queremos» conservarlo, y que, por ello, todavía estamos «queriendo». La ignorancia aludida es la ignorancia de las cosas como son realmente (yathabhutam),y la consecuente atribución de substancialidad a lo que es meramente fenoménico; es decir, la visión del Sí mismo en lo que no es el Sí mismo.
Al hacer de la ignorancia la raíz de todo el mal, el budismo coincide con toda la doctrina tradicional. Pero debemos guardarnos de suponer que la ignorancia aludida es la ignorancia de las cosas particulares, y especialmente contra una confusión de la «ignorancia» tradicional con lo que nosotros entendemos por «analfabetismo»; muy lejos de esto, nuestro conocimiento empírico de los hechos es una parte esencial de la misma ignorancia que hace posible el deseo. Y hay otro malentendido que no debe evitarse menos; no debemos suponer que la sabiduría tradicional se opone al conocimiento de los hechos útiles; lo que pide es que, en lo que se llaman «hechos» y «leyes de la ciencia», no reconozcamos verdades absolutas sino sólo expresiones de una probabilidad estadística. La búsqueda del conocimiento científico no implica necesariamente una «ignorancia»; sólo cuando el motivo es una curiosidad, sólo cuando buscamos el conocimiento por el conocimiento, o el arte por el arte, estamos comportándonos «ignorantemente». En los términos brahmánicos, la «ignorancia» es ignorancia de Quien somos; en el lenguaje budista, la «ignorancia» es ignorancia de lo que nosotros no somos; y éstas son realmente dos maneras de decir la misma cosa, puesto que lo que nosotros somos realmente sólo es definible en los términos de lo que nosotros no somos.
Sólo haciendo escalera en nuestros sí mismos muertos, hasta que comprendemos finalmente que no hay literalmente nada con lo que podamos identificar nuestro Sí mismo, podemos devenir lo que nosotros somos. Y de aquí el acento budista en lo que en los términos cristianos, se llama la «anonadación de Sí mismo», una expresión que se basa en el denegat seipsum de Cristo. «¡Contemplad la beatitud de los Arhats!. Ninguna falta puede encontrarse en ellos; cortado de raíz el pensamiento “yo soy”; inmutables, inoriginados, incontaminados, Personas verdaderas, devenidos Dios (brahma-bhuta), grandes héroes, hijos naturales del Despierto; imperturbados en toda condición, liberados de todo otro devenir (punar bhava), se alzan sobre el terreno del sí mismo domado, han ganado su batalla en el mundo; rugen el “rugido del león”; incomparables son los Despiertos» (buddhah). Aquí no se trata de una liberación post mortem, sino de «Personas» triunfantes aquí y ahora; tampoco debe pasarse por alto que el epíteto «Buddha» se usa en plural, y que se aplica a todos los que han alcanzado su meta.
De tales, a menudo se dice que están «despirados» (nirvata). La palabra Nirvana, «despiración», que juega un papel tan amplio en nuestra concepción del budismo, donde es uno de los más importantes de los muchos términos cuyo referente es el «fin último del hombre», requiere un poco más de explicación. El verbo nirva es, literalmente, «apagar», pero no transitivamente, sino como un fuego que cesa de tirar, es decir, que «expira» [1]. Los textos más antiguos emplean el verbo casi sinónimo «udva», «apagar» o «extinguir». «Cuando el Fuego se apaga (udvayati) es adentro del Viento donde expira»; privado de combustible, el fuego de la vida se «pacifica», es decir, se apaga; cuando la mente ha sido domada, uno alcanza la «paz del Nirvana», es decir, la «despiración en Dios». De la misma manera, el budismo acentúa la extinción del fuego o la luz de la vida por falta de combustible; es cesando de alimentar nuestros fuegos como se alcanza la paz, paz que en otra tradición se dice que «rebasa toda comprensión»; nuestra vida presente es una continuidad de venir al ser y de cesar de ser, seguido de un renacimiento inmediato, como una llama que arde y que no es la misma llama ni tampoco otra; y de la misma manera, el renacimiento después de la muerte es como el encendido de una llama desde otra; nada concreto pasa de una a otra, hay continuidad, pero no mismidad. Pero «los contemplativos se extinguen como esta lámpara», que, una vez extinguida, «ya no puede pasar su llama». El nirvana es un tipo de muerte, pero, como toda otra muerte, es también un renacimiento a algo otro que lo que había sido. Pari en parinirvana agrega meramente el valor de «completa» a la noción de una despiración.
Decimos «un tipo de muerte» porque la palabra nirvana puede usarse también para cosas todavía vivas. El Bodhisattva se «despira» cuando deviene el Buddha. Es aún más significativo que encontremos que a cada una de las etapas que se completan en la doma de un caballo real se le llame un Parinirvana. El Buddha usa la palabra, principalmente, en relación con el «apagado» de los fuegos de la pasión, de la flaqueza y del engaño (raga, dosa y moha). Pero aquí hay implícita una distinción; la despiración es una experiencia presente (samdrstikam) en dos modos, a saber, ético, en tanto que implica la erradicación de la pasión y la flaqueza, y eterno, es decir, metafísico, en tanto que es una liberación del engaño, o la ignorancia (avidya); desde ambos puntos de vista, la despiración implica una inegoismidad, pero, por un lado, en la práctica, y por otro, en la teoría. Así, mientras la denotación es la del griego aposbennumi (estar en quietud, extinguido, estar apagado, con respecto al viento, al fuego o a la pasión), la connotación es la del griego teleo y teleutao (ser perfecto, morir). Todos estos significados pueden resumirse en una única palabra inglesa, «finish», «acabar»; el producto acabado ya no está en el proceso de hacerse, ya no está deviniendo lo que debe ser; de la misma manera, el ser acabado, el hombre perfecto ha terminado con todo el devenir; la disolución final del cuerpo no puede afectarle, por mucho que pueda afectar a otros, ellos mismos imperfectos e inacabados. El nirvana es un fin final, y como Brahma mismo, una materia sobre la que no puede hacerse ninguna otra pregunta por aquellos que están todavía en llamas.
Do texto original foram retiradas total ou parcialmente a maioria das notas de rodapé, algumas foram feitas referências bibliográficas diretamente no texto e outras transformadas em páginas referenciadas. Citações em forma de transliterações foram retiradas e indicadas por [...]. Também foram simplificadas as transliterações dos termos indianos.
[1] En Aitareya Brahmanas III.4 Agni, cuando «tira y quema» (pravan dahati), se identifica con Vayu. En KB. VII.9 los Soplos «soplan» (vanti) en distintas direcciones, pero «no se apagan» (na nirvanti). En Jaiminiya Upanisad Brahmanas. IV.12.6 «Agni, cuando deviene el Soplo, brilla» ([...]). En RV. X.129.2 anid avatam, «sin soplar», está muy cerca, en sentido, de nirvatam (pues anid avatam corresponde a las palabras del Maestro Eckhart gegeistet und engeistet, «igualmente espirado, despirado»). Cf. Brhadaranyaka Upanishad III.8.8 avayu…aprana. La palabra nirvana no aparece en la literatura brahmánica antes de la Bhagavad-Gita.