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Hâfiz / Hafiz / Hafez

  

Nació Khwaja Shamsu-d-Din Muhammad  -i-Hafiz al comienzo del siglo XIV, en Shiraz.

Era de buena familia, de excelente educación y hábil jurisconsulto. Inmerso en poética indolencia, la vida y honores públicos no tuvieron atractivos para él. En su juventud llevó, con sus amigos, una vida alegre y despreocupada; pero, luego dedicóse de lleno a la religión, a la austeridad y a la pobreza.

Orgulloso de su genio, nunca aceptó invitaciones a las Cortes. Los que le conocían poco, lo consideraban un libertino; los que lo conocían mejor, lo veían como un entusiasta. Era enemigo de los convencionalismos y actuaba en base a esos amplios y universales principios los cuales, en toda época y país, son los mismos.

Era un sufí y no se preocupaba por las prácticas externas del Alcorán (como dijera Maulana Jalalu-d-Din Rumi   (n. 1207 m. 1273) Príncipe de los Sufíes: "Del Alcorán tomé el meollo; a los perros, sus huesos arrojé"); consideraba a la Masyid como consideraba a la Iglesia y creía en lo Eterno, a Quien el mundo reverencia, como la Unica Existencia Absoluta.

Se ha dicho: Su lengua es tal que no cae bajo el poder crítico del hombre. Hafiz, rey de los letrados y crema de los sabios, era la maravilla de su tiempo. En verdad tenía el deseo por lo Oculto y gusto por la orden de faqr (pobreza) y le llamaban Lisa.nu-l-Gaib (La Lengua de lo Oculto).

Libre de dificultad y llano es su lenguaje; mas en verdades y conocimiento divino (ma.rifat) sus significados son ilimitados. Muy por debajo de su grado está el rango de poeta. Sin par en el conocimiento del Alcorán; sin igual en conocimiento interno y externo. Por su deseo por la religión, no inclinó su testa ante el mundo y sin dificultad ganaba una exigua subsistencia.

Con profundo amor por derviches y árifs, solía frecuentar a Gobernantes y Visires y, pese a su excelencia y perfección, a hábiles jóvenes. A todos agradaba, todos le agradaban. No gustaba de otro verso salvo el gazal.

El alto y sublime lenguaje de Firdausi y la tersa moralidad de Sadi reclaman un alto puesto en nuestra estima. Pero exige un lugar aún más elevado el Divan-i-Hafizi.

En él descubrimos la vida privada de un Persa, su forma de pensar, sus pensamientos y ocupaciones.

Hafiz respira originalidad en todas sus obras; desdeña imitar cualquier autoridad excepto la naturaleza o el uso de algún artificio salvo el arte de ocultar el arte; tiene defectos pero son sólo suyos, tiene bellezas pero sólo las propias. Puede ser concenado pero no comparado; en ningún país ha nacido un genio tan inusual. La excentricidad, emblema del letrado y compañera del genio, era encontrada en Hafiz a tal grado que la gente lo consideraba inspirado y los sabios, perturbado.

Su verso es rico en fantasía, poderoso en imaginación, original, sublime, salvaje, brillante, grave y alegre. Se extiende sobre temas tales cuales la degeneración de su época, la vanidad del mundo, el poder del pecado, la grandeza del Creador, los placeres del tiempo de juventud, el disfrute del inundo, la caridad universal, la tolerancia y la libertad de conciencia.

Sus odas están libres de todo espíritu mezquino o abyecto, de tentativas de ser ingenioso o agudo, de metáforas oscuras, de un estilo inflado. Son, en cambio, insinuantes, inimitables, únicas, quejosas y juguetonas, encomiásticas y sarcásticas, tiernas y quejumbrosas, simples y dignas, voluptuosas y sublimes.

El estilo es efulgente, encandilante, terminado, conciso; la pérdida de una palabra es la pérdida de una belleza. Es claro, sin afectación, armónico, mostrando gran erudición, maduro conocimiento, un íntimo contacto con la naturaleza (interna y externa) de las cosas y un encanto de expresión aún no igualada por ninguno.

En musicalidad y elocuencia, sus versos no tienen igual en la literatura persa. Su desdén por los pensamiento sobrios, el salvajismo de su fantasía y el fácil fluir de sus números, deleitan al lector, sea éste santo o pecador.

Los jóvenes consideran a sus odas la autorización para pasar la juventud en el placer; el sabio, considerando su entusiasmo religioso como marca del favor de Dios, recita sus odas místicas como oraciones.

El lector encontrará una profusión de gracia y belleza brotando constantemente en pleno verdor para inducirlo al trabajo e invitarlo al disfrute.

Por su mera simplicidad y belleza, el llano y simple significado de estos gazales -como fiel representación de imaginería natural y como molde de una mente dotada con el más enérgico poder de expansión- siempre agradará. (Excertos de HAFIZ, Jorge Alberto Ferreyra)

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