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guna / gunas / sattva / rajas / tamas

  

Zimmer

La fuente de toda esta confusión es el juego natural de los guna, los tres “elementos, poderes o cualidades” de la prakriti que mencionamos al estudiar las leśyā de los jaina y que son: sattva, rajas y tamas.

1. sattva es un sustantivo formado sobre el participio sat (o sant), que deriva de as- el verbo “ser”. Sat significa “ser; como debe ser; bueno, bien, perfecto” y en consecuencia sattva significa “el estado ideal de ser; la bondad, la perfección, la pureza cristalina, la claridad inmaculada, y la completa quietud”. La cualidad de sattva predomina en los dioses y en los seres celestes, en las personas desinteresadas y en los hombres dedicados a fines puramente espirituales. Éste es el guna que facilita la iluminación. Por lo tanto, el primer objetivo del yoga enseñado por los yoga-sutra de Patáñjali es aumentar la existencia de sattva para purgar gradualmente la naturaleza humana del rajas y el tamas.

2. El sustantivo rajas significa, literalmente, “impureza”; con referencia a la fisiología de la mujer, significa “menstruación”; y, en una acepción más general, “polvo”. La palabra se relaciona con rañj-, rakta, “rojez, color” y con raga, “pasión”. El polvo aludido es el que el viento levanta continuamente en una tierra donde no llueve por lo menos diez meses por año; porque en la India, salvo en la estación de las lluvias, lo único que apaga la sed del suelo es el rocío nocturno. Del suelo reseco suben a cada instante partículas que se arremolinan en el aire, empañando la serenidad del cielo y cubriéndolo todo. Por el contrario, en el período de las lluvias todo este polvo se asienta, y durante el otoño, la hermosa estación que sigue a las lluvias, cuando el sol ha puesto en fuga a las pesadas nubes, el cielo está claro e inmaculado. Por esta razón la palabra sánscrita que significa “otoñal”: sarada (derivada del sustantivo sarad = “otoño”) significa también “fresco, joven, nuevo, reciente”, y vi-sa’rada (“caracterizado por plenitud o abundancia de sarada”) significa “listo, hábil, capaz, versado o instruido en algo, docto, sabio”. Es decir: el intelecto del sabio se caracteriza por la gran visibilidad del firmamento otoñal, que es transparente, inmaculado y completamente claro, en tanto que el intelecto del necio está lleno de rajas, el rojizo polvo de la pasión. El rajas empaña el aspecto de todas las cosas, oscureciendo la vista no solo del universo sino también la de uno mismo. Así, produce oscuridad intelectual y moral. Entre los seres mitológicos, el rajas predomina en los titanes, los antidioses o demonios que representan la voluntad de poderío en toda su fuerza, temerarios en su persecución de la supremacía y el esplendor, hinchados de ambición, vanidad y jactancioso egoísmo. El rajas es evidente por todas partes entre los hombres, como fuerza motriz de nuestra lucha por la existencia. Es lo que inspira nuestros deseos, agrados, desagrados y competencias, y la voluntad de gozar del mundo. Obliga a hombres y bestias a luchar por los bienes de la vida sin preocuparse por las necesidades y sufrimientos de los demás.

3. tamas (cf. la voz latina tenebrae, de donde procede nuestra voz “tinieblas”); literalmente: “oscuridad, negro, azul negro”; espiritualmente: “ceguera”; connota la inconsciencia que predomina en los reinos animal, vegetal y mineral. Al tamas se debe toda falta de sensibilidad, toda frialdad, crueldad e inercia. Es causa de melancolía, ignorancia, error e ilusión. Lo obtuso de la materia aparentemente inanimada, la muda e implacable lucha de las plantas por conseguir suelo, humedad y aire, la insensible codicia de los animales en su búsqueda de alimentos y su despiadada costumbre de devorar sus presas constituyen algunas de las manifestaciones primordiales de este principio universal. El tamas se manifiesta en el plano humano por la insensible estupidez de quienes están más centrados en su yo, más autosatisfechos: los que consienten a cualquier cosa que ocurra siempre que su sueño, su seguridad y sus intereses personales no sean molestados. Es el poder que mantiene unido el andamiaje del universo, la estructura de toda sociedad y el carácter del individuo, equilibrando el peligro de la explosión que acecha al incesante dinamismo del principio de rajas. [ZimmerFI  ]