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Ruzbehan / Ruzbehan de Shiraz

  

Desde la anterior situación hay que comprender la obra de Ruzbihan Baqli Shirazi, nacido en Pasa, en la región de Fars (la «Persia» en sentido estricto) en 522/1128 y muerto en Shiráz en 606/1209. Escribió varias obras, alguna de gran calidad literaria. Su pensamiento encierra un primer mérito en el material místico de primera mano que aporta. A petición de un amigo escribió un diario espiritual, que recoge sus experiencias extáticas. Desde niño poseyó una experiencia mística excepcional, no apoyada en construcción teórica alguna y en la cual se le mostraron dulces y bellas presencias, ángeles, profetas y santos. A los quince años abandona el hogar, cuando una visión extraordinaria le muestra cuál es su alto grado dentro de la jerarquía mística. Más tarde se suceden nuevas visiones: contemplaciones angélicas, que le conducen hasta alturas místicas que sólo había franqueado Ali ibn Abi Talib; visiones de criaturas excepcionalmente hermosas, músicas celestes, paisajes, flores y auroras arreboladas, ya que el color rojo tiene especial sentido extático. Estas visiones culminan con su encuentro con el proto-profeta Jezr ( = Jetró), iniciador de Moisés, con cuyo magisterio Ruzbihan alcanza el grado correspondiente a los siete ‘abdales, cumbre de la «jerarquía» que rodea el polo del Imam oculto. Mas, con independencia de la belleza lírica y amorosa de la obra de Ruzbihan, otro de sus valores es la mostración de las sucesivas moradas y pruebas que constituyen la dialéctica amorosa del ascenso espiritual, a través de las «teofanías», hasta alcanzar la cumbre del sentido del monoteísmo (tawhid) esotérico. La primera morada está representada por la prueba del Velo. La Realidad Esencial o Tesoro Oculto es por esencia velada. Para desvelarse ha producido el mundo, a través del cual El puede conocerse en sus criaturas, y éstas le conocen. La principal novedad de Ruzbihan reside en sustituir la Primera Inteligencia, el Noûs eterno, por lo que él llama el Espíritu, que constituye la primera gran teofanización. Por este Espíritu subsisten las esencias individuales espirituales preternales de todos los seres, o sea: los Santos-Espíritus, cuyo estatuto entitativo, aunque privado de sucesión temporal, reside en la sucesión ontológica al modo aviceniano. Cada uno de los seres se comporta como un ojo totalmente entregado a la contemplación de la Luz que le dio el ser. Entonces surge el Primer Velo. Dios siente celos de Sí mismo. Ya no es El Solo testigo de Sí mismo; hay otro testigo fuera de sí. Dios tiene que volver a sólo autoposeerse. Para ello esquiva al Espíritu de Su contemplación. Las criaturas se contemplan entonces a sí mismas. La visión de la criatura por sí misma constituye el Segundo Velo. Dios quiere ser conocido por un Testigo, pero tal testimoniante sólo puede ser El mismo. Por esto se manifiesta como pura efusión de belleza, produciendo el mundo invisible, el mundo del misterio, el Adán celeste, los mundos contingentes hasta el microcosmos humano. El hombre al recorrer el camino ascendente desde sus sentidos a Dios lo que hace es ir corriendo, velo tras velo, hasta llegar a los sesenta velos. [Excertos de Miguel Cruz Hernández]

Las obras fundamentales para conocer su pensamiento son:

  • Sarh-i Sattiyyat (comentario a las paradojas de los sufies. Pub. por Henry Corbin   con el título «Commentaire sur les paradoxes des soufis». Texto persa con introducción francesa. Teherán-París, 1966.
  • Kitáb-i Abhar al-asbiqm (Libro del Jazmín de los fieles del amor). Pub. por Henry Corbin y M. Mocin con el título de «Le Jasmin des Fideles d’amour», con doble introducción y traducción del cap. I. Teherán-París, 1958.
  • ‘Ara’is al-Bayan (Las «esposas» místicas de la exposición alcoránica). Comentario místico del Alcorán, Lucknow, 1301/1883.

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