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Eran-Vej / Ērān-Vēj / Airyanem Vaejah / Xvaniratha / keshvar / keshvars

  

Airyanem Vaejah (pahlevi Ērān-Vēj), la cuna o germen de los arios (iranios), se encuentra en Xvaniratha, en el centro del keshvar central. Allí es donde fueron creados los Kayánidas, los héroes de leyenda; allí es donde se fundó la religión mazdeísta, desde donde se extendió a los demás keshvars, y allí es donde nacerá el último de los Saoshyants, que reducirá a Ahriman a la impotencia, y llevará a cabo la resurrección y la existencia venidera.

fig. 2. Los siete keshvars geográficos según Bīrunī (siglo X).

A su vez Xvaniratha, que representa la totalidad del espacio geográfico accesible ahora a los hombres, y que no es más que una de las siete partes de la Tierra habitada [1], se ha dividido posteriormente en siete regiones, siguiendo un esquema en el que un círculo central representa el país iraní en torno al cual se agrupan otros seis círculos, que esta vez son tangentes y constan de los mismos rayos. Éste es el procedimiento de representación circular que los geógrafos iraníes transmitieron a los árabes. Así es como Yaqut, trabajando con datos antiguos, remite expresamente a Zoroastro en lo referente a este procedimiento de representación geográfica.

Este mismo procedimiento es el que nos permite descubrir un mundo adecuado para imaginar y meditar la Tierra [2]. Supone una estructura independiente de cualquier sistema de coordenadas espaciales: “basta con establecer un origen  ”. Al contemplar esta estructura la atención se fija en este centro, se recuerda siempre ya que la situación, el sentido y la orientación de los otros keshvars quedan determinados por el centro y se crean a partir de él.

Para apreciar el contraste basta con compararlo con el sistema cartográfico de Ptolomeo, en el que los climas se representan mediante bandas paralelas que se suceden a partir del ecuador. Vemos pues que toda la estructura se establece a partir de este centro-origen.

Sea cual fuere el lugar en el que la geografía positiva nos haga situar la historia primitiva de los iraníes –tanto en el este, en Asia central, como en el oeste, en Azerbayán- el proceso mental de rememoración es el mismo: los Acontecimientos tuvieron lugar y se recuerdan en Ērān-Vēj, es decir, en el centro, que es al mismo tiempo su principio. La presencia del sujeto en el centro no es una presencia localizada, sino localizadora. In medio mundi el alma está libre de la servidumbre de las coordenadas espaciales. En lugar de “caer”, de tener que situarse en un espacio previo, es el alma la que “crea el espacio”, la que origina, cada vez, las referencias espaciales y determina su estructura. Por esta razón aquí no tenemos una representación empírica, sino una figura-arquetipo.


[1Mencionemos al respecto la presencia en el mazdeísmo de un sentimiento ecuménico de la “Iglesia invisible”. Del mismo modo que Zaratustra con su revelación sólo fue enviado a Xvaniratha, todos aquellos que en los otros keshvars son creyentes no pueden serlo como seguidores directos de Zaratustra; lo son de manera mediata, es decir, como primeros fieles de la pura fe primitiva (Pōryōtkēshān); creados por Ohrmazd, han conservado esta pureza viviendo de acuerdo con la religión mazdeísta sin conocerla y formando una “comunidad invisible” con los creyentes zoroástricos (cf. Spiegel, op. cit., III, pág. 239, nota 1). Por esta razón el Afrīn Gāhanbār (Darmesteter, Zend Avesta, III, pág. 180) menciona a “los buenos seres de los siete keshvars, aquellos que creen en la buena y pura Daēnā de las Pōryōtkēshān”; también se menciona a sus Fravartis (Yasht XIII, 17).

[2El procedimiento ofrece numerosas conexiones con otras proyecciones de Formas imaginales. El mismo nombre de Xvaniratha sugiere la imagen de una rueda, rueda central rodeada de otras seis, el mundo entero tiene a su vez forma de rueda. Podemos imaginar que los seis límites entre los keshvars parten de Xvaniratha (como los ejes de una rueda). El conjunto de la Tierra rodeando el keshvar central se divide pues en seis sectores que corresponden a seis arcos de círculo sobre la periferia del mundo (cf. fig. 1). A su vez, el círculo terrestre, mediante una nueva división, se puede comparar con el círculo celeste dividido en doce regiones, de modo que los seis keshvars quedan así en relación directa con los doce signos del zodíaco. También se encuentra en occidente este sistema de representación (ms. Del siglo IX) del Medium Mundi. Estas figuras, de origen iraní o cristiano, son análogas a la que se conoce en el budismo como Bhavacakra (rueda de la vida y de la muerte). Para todo esto cf. Ringbom, Graltempel und Paradies, págs. 279-285, y H. Leisegang, La Gnose, J. gouillard (trad.), París 1951, pág. 22. La complejidad de intenciones difiere totalmente, por supuesto, pero en la medida en que el diagrama búdico (cuyos “seis campos creados entre los ejes de la rueda representan las seis formas de existencia de todos los seres”) se utilizó, asimismo, como esquema de las divisiones terrestres, podemos considerar el sistema de representación de la Tierra con los siete keshvars como una construcción análoga a un mandala; basta con inscribir en ella las figuras y nombres de los seis Saoshyants-Bodhisattvas que se han mencionado anteriormente (comparar la colocación de los siete Arcángeles en algunos iconos rusos), para que el instrumento de meditación sea perfecto.