Página inicial > Palavras-chave > Termos gregos e latinos > epithymia / ἐπιθυμία / epithymía / ἐπιθυμητικόν / epithymetikon / (...)

epithymia / ἐπιθυμία / epithymía / ἐπιθυμητικόν / epithymetikon / ἐπιθυμοῦν / parte vegetativa / desiring part / concupiscentia / concupiscentiae / concupiscência / ἵμερος / himeros / orexis / ὄρεξις / horme / ὁρμή / ὁρμῆς / ὁρμἡ

  

gr. ἐπιθυμία, epithymía: desejo, ardor, concupiscência. A parte apetitiva ou vegetativa da alma (gr. ἐπιθυμητικόν, epithymetikon), localizada na cavidade abdominal, não recebe comunicações do logistikon. Sua procura impetuosa de prazeres físicos é ocasionalmente temperada pela presença do fígado, que é a sede dos sonhos (oneiros) e a base da adivinhação (mantike). [E.F. Peters  ]


gr. ὁρμή, hormé: impulso, apetite, tendência, pulsão. Definido como o primeiro movimento da alma, pode se opor à razão do hêgemonikón. As paixões são impulsões excessivas, violentas.
gr. ὄρεξις, orexis: apetite, ânsia, gana
CONCUPISCIBLE (to epithimitikón): una de las tres potencias del alma, y, según la filosofía griega, es la potencia del deseo. Según natura, lo concupiscible fue puesto en el hombre como una potencia que le hacía tender a Dios. Obnubilado por el pecado, éste tiende a acercarse a las cosas creadas, buscando su posesión.

António Caeiro

O desejo do prazer pelo prazer (hedones epithymia) só é superado na nossa existência quando escolhemos (dikaiosyne) a possibilidade que lhe dá sentido e o permite ultrapassar, não nos deixando sucumbir ao efeito surtido pela sua ação. [A ARETE COMO POSSIBILIDADE EXTREMA DO HUMANO]

Elian Cuvillier

Epithymein, «apegarse a, desear» y epithymía, «anhelo, deseo, pasión», por extensión «ambición », son palabras derivadas de thymos, «el corazón » como principio de la voluntad, de la inteligencia, de los sentimientos y de las pasiones, de donde «voluntad, deseo, ánimo».

La epithymía, en el sentido de deseo, puede ser positiva en Pablo (1 Tes 2,17; Flp 1,23; d. también 1 Tim 3,1). Pero «la ambición de la carne», que conduce al hombre a centrarse en sí mismo más que en Dios (Gál 5,16.17.24; d. también Rom 13,9.14), o «la ambición del corazón», que mueve al hombre a adorar a la criatura más que al creador (Rom 1,24-25), son la marca del pecado, que priva al hombre de la comunión con Dios. La epithymía tiene una dimensión, no ya moral ante todo, sino teológica: es la relación con Dios lo que está en juego (1 Cor 10,6-7: la epithymía es sobre todo signo de idolatría).

El que ha sido bautizado en Cristo (Rom 6,1-14) está llamado también a no someterse ya a las ambiciones del pecado: Que no reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal; no prestéis vuestros miembros como armas perversas al servicio de sus ambiciones (Rom 6,12). En efecto, es el pecado, desenmascarado por la ley, lo que suscita en el hombre la ambición (d. Rom 7,7-8) y rompe la comunión con Dios. En adelante, liberado del pecado y de su ambición, el cristiano no debe dejarse llevar por ella (1 Tes 4,5).

Roberto Pla

A ideia generalizada, primária, sustentada hoje por muitos, é que aqueles que desejam o carnal vivem segundo a carne, e aqueles que desejam o espiritual, segundo o espírito, o qual é, segundo eles, liberdade. A isto agregam outros que o desejo é como a fome e aplicam a regra não discutida de que a satisfação do carnal sacia o apetite de carne, o qual é, em definitivo, saúde física e mental.

Tudo isso parece verdadeiro, mas dado que o desejo é uma forma de dependência, ou a engendra, posto que cria adição, não resulta menos certo que a liberdade em depender da carne acresce a interdependência, a tal grau, que ao final apaga a liberdade da alma e destrói a liberdade da carne. Por outra parte, a dependência do desejo, tão relacionado com as exigências repetitivas da memória, não sacia o apetite, senão que o incrementa.

O problema desta interdependência da carne e da alma o viu Paulo Apóstolo   porquanto em sua epístola aos romanos, dá uma explicação inversa, contrária a ideia primária, ingênua, que hoje sustentam muitos, pois chega a dizer: “Os que vivem segundo a carne, desejam o carnal, mas os que vivem segundo o espírito, o espiritual”.

A opinião de Paulo é, em definitivo, a mesma que expõe o logion, e o que em consequência, havia de dizer aqui: o desejo é energia da alma e não pode ser emudecido pela vontade, nem é possível viver sem ele, pois é a consequência da vida. Mas o desejo não é inteligência, senão força e não estabelece por si mesmo direção prévia nenhuma. É a alma segundo seu viver, suas ideias e influências, a que cria a direção do desejo. Depois, a carne e a alma são meros executores da direção criada pelo desejo, e esta é sua mútua dependência, ou sua liberdade.

Não é verdade que a satisfação do desejo esgota a dependência do desejo, ainda que seja certo que de momento a amortiza, como a ingestão do álcool apazigua as necessidades imediatas do alcoólatra; senão que a penetração inteligente, vigilante, na natureza do desejo, permite descobrir sua origem e seus fins, quer dizer, compreender o desejo.

A compreensão dos motivos do desejo, não anula o desejo, nem a destruição dessa energia da alma resulta possível ou recomendável, mas a compreensão converte o desejo em fonte de conhecimento, posto que canaliza até a liberdade, até a não interdependência da carne e da alma, nas sendas propostas pela inteligência.

Uma carne e uma alma que não dependem uma da outra, senão que se compreendem entre si, não são carne e alma cativas para o pranto, porque estão livres para viver segundo o espírito e escutar as prontas respostas que este as envia então, tal como o recomendava Jesus. (breve 8924)

Frithjof Schuon

Amándose entre sí, Adán y Eva amaban a Dios; no podían amar ni conocer fuera de Dios. Después de la caída, se amaban fuera de Dios y para sí mismos y se conocían como fenómenos separados y no como teofanías; este nuevo género de amor fue la concupiscencia, y este nuevo género de conocimiento fue la profanidad. Por una parte, el hombre, a partir de entonces, miró las cosas en su fenomenalidad aislada y bruta y, por otra, se hizo insaciable; se convirtió en homo faber, constructor y productor; sin embargo, obraba todavía bajo la inspiración divina — no existen invenciones primordiales — porque se había reconciliado con Dios, y la invención propiamente dicha estaba reservada a fases ulteriores de la caída [Como la Antigüedad llamada clásica, el Renacimiento, el siglo XIX, etc.]. El peligro de productividad prometeica o titánica explica, por otra parte, la prohibición de las imágenes entre los semitas monoteístas, de origen   nómada, que tienden a mantener al hombre en una especie de improductividad cercana a la simplicidad primordial; los símbolos bíblicos del «pecado creador» son la torre de Babel y el becerro de otro [Desde el punto de vista de los pueblos que practican tradicionalmente las artes plásticas, el Artifex divino se coloca en el sujeto humano; es pues Dios quien opera a través del hombre y quien crea o produce la obra; ésta tendrá una virtud interiorizadora, no exteriorizadora como en el arte propiamente «idólatra» o profano.].

«Y vieron que estaban desnudos»: su inteligencia y su voluntad, lo mismo que su manera de sentir, se habían exteriorizado, y por lo mismo su amor se había separado de la esencia divina de las cosas y se había transmutado en concupiscencia; reflejos del divino Sol sobre el agua de la Existencia, se habían tomado a sí mismos por el Sol, olvidándose de que no eran más que reflejos, y tuvieron vergüenza de las consecuencias humillantes de este error. Si en el simbolismo bíblico y coránico las partes sexuales evocan la vergüenza y la humillación, es porque recuerdan al hombre la pasión ciega y deífuga, que es indigna del hombre, porque le arrebata su inteligencia y su voluntad; pero es evidente que esta perspectiva moral no resume toda la verdad y que el simbolismo positivo de la nuditas sacra es mucho más profundo: por una parte, evoca la semidivinidad del hombre primordial y, por otra, entiende llevarnos, desde la accidentalidad, que es diversa y exterior, hacia la substancialidad, que es simple e interior. Por lo demás, la Biblia   no reprocha a Adán y Eva su desnudez; levanta acta del hecho de que se dieron cuenta de dicha circunstancia con vergüenza, lo que está en relación con la caída pero no con la desnudez en sí [Según el Islam, el vestido es una revelación divina, lo que coincide con el relato bíblico; «y el vestido del temor de Dios es mejor», añade sin embargo el Corán (Sura El Muro, 26), es decir, que la consciencia de lo Divino protege mejor que el vestido contra la concupiscencia deífuga, idea que evoca el principio de la desnudez sagrada, del que todas las religiones ofrecen, por lo demás, al menos algunos ejemplos.].