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Apollon / Ἀπόλλων / Apolo

  

Deus arqueiro, mestre dos filtros e do hino que cura; deus curandeiro; é deus da purificação e religa como tal os vivos e os mortos; é também deus dos oráculos e da revelação oblíqua; é igualmente deus solar e dispensa luz e forma (assimilado a Hélios).


Peter Kingsley

A experiência de outro mundo através da incubação tem pouco valor quando se põe confiança nos aparentes poderes da razão.

A afirmação mais mítica de todas sobre as conexões de Apolo com o submundo é também a mais simples. E não é coincidência que isto, também, pertença às tradições que cercam a figura de Orfeu — o mesmo Orfeu que usou as encantações mágicas de Apolo para abrir seu caminho para a rainha dos mortos.

De acordo com um poema órfico Apolo e Perséfone foram para cama e fizeram amor. A tradição tem todo sentido de todas as formas possíveis. Pois algo que dificilmente é notado é como os poderes de cura de Apolo e de seu filho Asclépio levou-os a uma relação íntima com a morte. Curar é saber os limites da cura e também do que jaz além. Finalmente não há cura real sem a habilidade de enfrentar a morte ela mesma.

Apolo é um deus da cura mas também é mortal. A rainha da morte é a encarnação da morte; e no entanto é dito que o toque de sua mão é curador. Como opostos trocam papeis um com o outro.

Isto explica porque em Caria, qualquer um deles podia igualmente serem os deuses em centros de incubação onde pessoas vinham deitar-se na quietude máxima como animais em um covil. A quietude é a quietude da morte, mas é assim que a cura vem.

E explica também porque um estranho padrão fica se repetindo na descrição de figuras de heróis que estão associados com Apolo. Sacerdotes e servos de Apolo eles mesmos, eles também têm ligações próximas com o culto e adoração de Perséfone.

Giorgio Colli

Al trazar el concepto de apolíneo, Nietzsche   tuvo presente al señor de las artes, al dios luminoso, del esplendor solar, aspectos auténticos de Apolo, pero parciales, unilaterales. Otros aspectos del dios amplían su significación y la ponen en conexión con la esfera de la sabiduría. Ante todo, un ingrediente de terribilidad, de ferocidad. La propia etimología de Apolo, según los griegos, sugiere el significado de «aquel que destruye totalmente». Con esa figura aparece presentado el dios al comienzo de la llíada, donde sus flechas causan enfermedad y muerte en el campo de los aqueos. No una muerte inmediata, directa, sino una muerte a través de la enfermedad. El atributo del dios, el arco, arma asiática, alude a una acción indirecta, mediata, diferida. Con eso entramos en contacto con el aspecto de la crueldad, a que nos hemos referido al hablar de la oscuridad del oráculo: la destrucción, la violencia diferida es típica de Apolo. Y, de hecho, entre los epítetos de Apolo encontramos el de «aquel que hiere desde lejos» y el de «aquel que actúa desde lejos». Por ahora no está clara la conexión entre esas características del dios, acción a distancia, destructividad, terribilidad, crueldad, y la configuración de la sabiduría griega. Pero la palabra de Apolo es una expresión en que se manifiesta un conocimiento; siguiendo las formas según las cuales las palabras de la adivinación en la Grecia antigua se acoplan en discursos, se desarrollan en discusiones, se elaboran en la abstracción de la razón, será posible entender esos aspectos de la figura de Apolo como símbolos que iluminan todo el fenómeno de la sabiduría.

Otro elemento endeble en la interpretación de Nietzsche es el hecho de que presente como antitéticos el impulso apolíneo y el dionisíaco. Los estudios más recientes sobre la religión griega han revelado el origen   asiático y nórdico del culto a Apolo. Con esto aparece una nueva relación entre Apolo y la sabiduría. Un pasaje de Aristóteles nos informa de que Pitágoras -un sabio, precisamente- fue llamado por la escuela de Crotona Apolo Hiperbóreo. Los hiperbóreos eran, para los griegos, un pueblo fabuloso del extremo norte. De eso parece provenir el carácter místico, extático, de Apolo, que se manifiesta en la exaltación de la Pitia, en las palabras delirantes del oráculo délñco. En las llanuras nórdicas y del Asia Central existen testimonios de una larga persistencia del chamanismo, de una técnica particular del éxtasis. Los chamanes llegan a alcanzar una exaltación mística, una condición extática, en que están en condiciones de realizar curaciones milagrosas, de ver el porvenir y de pronunciar profecías.