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epode

quinta-feira 25 de janeiro de 2024

  

Excertos de Pedro Lain Entralgo  , «La curación por la palabra»

También posee indudable carácter mágico la utilización terapéutica del ensalmo o conjuro (epode). Una sola vez viene mencionada en el epos homérico. Cazando con los hijos de Autólico, Ulises es herido en la pierna por un jabalí. Se reúnen en torno a él sus compañeros de caza, le vendan hábilmente la herida (desan) y restañan con un ensalmo (epaoide) el flujo de sangre negruzca (Od., XIX, 457). Suele distinguirse en este tratamiento una parte puramente médica, el hábil vendaje de la herida, y otra genuinamente mágica, la recitación del ensalmo. Pero Scheftelowitz y Pfister han hecho notar que tanto el verbo griego deo, ligar o atar, como el latino ligare, significan con frecuencia el acto de encantar atando o ligando [1]. «Las enfermedades y las heridas — escribe Pfister — suelen atribuirse a la acción de demonios malignos, aunque su causa sea manifiesta ; tal es le creencia, general. Mediante ligaduras se les pued encadenar y se estorba su acción ; así debe entenderse, en mi opinión, ese desan. A la acción de la ligadura se une la del ensalmo o epode». Según esto, la intervención de los hijos de Autólico tendría, desde su comienzo hasta el fin, un carácter pura y exclusivamente mágico, y sería un testimonio más de la concepción demoníaca de la enfermedad [2].

El nombre griego del ensalmo o conjuro (epaiode, epode) nace a la historia en el verso de la Odisea ahora mencionado, pero el empleo de ensalmos o conjuros con intención terapéutica — fórmulas verbales de carácter mágico, recitadas o cantadas ante el enfermo para conseguir su curación — pertenece, acaso desde el paleolítico, a casi todas las formas de la cultura llamada «primitiva» [3]. Parece inexcusable pensar, en consecuencía, que la epaoide de los hijos de Autólico es el testimonio literario de una tradición mucho más arcaica, igualmente arraigada en la cultura micénica y cretense que en las costumbres de los invasores dorios. Desde esos remotos orígenes de la cultura griega hasta los últimos años de su período helenístico, nunca la epode mágica perderá su vigencia en la medicina popular de la Hélade, y siempre con un carácter oscilante entre el conjuro y el ensalmo. Será conjuro cuando en ella predomine una intención imperativa o coactiva ante las realidades que se trata de modificar o evitar, un flujo de sangre o la acción de un demonio ; será ensalmo cuando en su intención prevalezca la impetración, la súplica : su eficacia, en tal caso, no parece depender sólo de la fórmula misma del encantamiento y del «poder» o «virtud» de quien la emplea, sacerdote u hombre común, sino también, y en última instancia, de las potencias divinas que oyen las palabras del ensalmador.

No podemos saber cuál sería el contenido de la epaoide de los hijos de Autólico ; más no parece aventurado suponer, si se tiene en cuenta lo que la epode helénica fue en los siglos ulteriores, que en ella tendrían parte la palabra y la música. Una fórmula verbal salmodiada o cantada : eso debió ser el ensalmo con que fué «tratada» la herida de Ulises. Si su mención en la Odisea tiene o no tiene parentesco con las epodai de la tradición órfica, es cosa que acaso no pueda decidirse nunca. Sólo esto es seguro : que el ensalmo de intención terapéutica existía ya en los orígenes de la cultura griega.

Observações

[1Scheftelowitz: «Das Schlingen und Netzmotiv im Glauben und Brauch der Volker», en Religionsgeschichtlichen Vorarbeiten und Versuche, XII, 2; H. Pfister: Art. «Bpode» en la Realencyclopadie de Pauly-Wissowa, Suppl. Bd. IV, 325.

[2Recuérdese el texto, también de la Odisea (V, 394-398).

[3Véase A History of Medicine, de H. E. Sigerist, vol. I (New York, 1951), págs. 191-216, los arts. «Zauber» y «Zauberarzt» (Thurnwald, Roeder, Sudhoff) en el Reallexikon der Vorgeschichte, herausg. von Max Ebert (Berlín, 1929), y La medicina primitiva, de A. Pazzini (Roma, 1941). En cuanto a los conjuros del chamanismo, comprendido el chamanismo indoeuropeo, M. Eliade, Le chamanisme et les techniques archaiques de l’extase (París, 1951).