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lethe

quinta-feira 25 de janeiro de 2024

  

OLVIDO (gr. lethe): es el olvido de los grandes beneficios de Dios, de su amor, de sus juicios, y es, al mismo tiempo, el olvido de nuestro mal y, por lo tanto, de nuestra necesidad de ser salvados. Éste paraliza la vida del espíritu, eliminando la oración, la acción de gracias y la confesión, y torna el alma siempre más opaca, inerte, incapaz de buscar a Dios. Es uno de los mayores enemigos de la vida espiritual, en la medida en que el recuerdo es, por otro lado, una de las más eficaces ayudas para progresar.


Cristologia Padres da Igreja — em nosso site francês
Filosofia A verdade (aletheia) é a negação do esquecimento, segundo a tradição grega.
Philokalia   Jean-Claude Larchet  : Philokalia-Therapeutes - TERAPIA DAS ENFERMIDADES ESPIRITUAIS

Junto con la ignorancia de Dios, con la cual corre parejo, el olvido de Dios juega en la caída del hombre un papel central. Por eso s. Gregorio Palamás ve en el abandono «de la memoria y de la contemplación de Dios» la esencia del pecado ancestral. Y s. Marcos el Monje señala: «La Escritura dice: "el infierno y la perdición están al descubierto delante del Señor" (Salmo   15, 11). Se refiere a la ignorancia del corazón y el olvido. La ignorancia es el infierno y el olvido la perdición» y ambas matan al hombre espiritualmente. S. Marcos el Monje y, después de él, s. Juan Damasceno, consideran, como lo hemos señalado, que el olvido (léthe) es, con la ignorancia (agnoia) y la negligencia espiritual (rathymía), uno de los tres «gigantes del diablo» de los cuales proceden todas las pasiones y todos los males que afectan al hombre caído. S. Marcos el Monje describe así esas tres enfermedades espirituales fundamentales e indisociables, sus relaciones y sus efectos: «Son tres gigantes extranjeros, poderosos y fuertes, que tú debes considerar: sobre ellos se apoya todo el poder de nuestro temible enemigo espiritual [...] Los que se consideran como los poderosos gigantes del Maligno son: la ignorancia, la madre de todos los males; el olvido, su hermana, su asociada y su auxiliar; la negligencia, que teje en el alma un vestido y un velo tenebroso de nubes negras; ella afirma y fortifica a los otros dos; labra su consistencia introduciendo el mal al estado endémico y enraizando en el alma particularmente descuidada. El resto de las pasiones crece y se fortifica gracias a la negligencia, el olvido y la ignorancia. Ellas se apoyan mutuamente y no pueden mantenerse las unas sin las otras. Por ellas se manifiesta el poder de las fuerzas enemigas, así como el vigor de los príncipes del mal; por ellas todo el ejército de los espíritus de malicia se insinúa, se afirma y puede realizar sus designios».

Teofano o Recluso  
Si nuestro espíritu se separara de Dios, el poder de libre arbitrio que nos ha sido dado, nos sería quitado. Entonces, en efecto, el hombre no podrá ya dominar sus inclinaciones, ni las necesidades de su cuerpo, ni los contactos exteriores. Será desgarrado por los deseos de su alma, de su cuerpo, y por la vanidad de su vida exterior, aunque parezca, a primera vista, que todas esas cosas deban contribuir a su placer y a su felicidad. Comparad esos dos estados, y veréis que, en el primero, el hombre permanece enteramente ante Dios en el interior de sí mismo y, en el segundo, está enteramente fuera de sí, olvidando a Dios. Ese estado empeora más aún con la invasión de las pasiones que se arraigan en el yo y que penetran el alma y el cuerpo, imprimiendo, a todo lo que allí se encuentra, una falsa dirección, no ya constructiva, sino destructora, separándolo del camino del Espíritu y del temor de Dios, llevándolo a obrar contra su propia conciencia. El hombre llega a ser, de ese modo, cada vez más superficial.


Perenialistas Frithjof Schuon  : Schuon Esoterismo Principio Via - O ESOTERISMO COMO PRINCÍPIO E COMO VIA Nenhum conhecimento fenomenal é um mal em si; mas a grande questão é saber primeiro se esse conhecimento é conciliável com a finalidade da inteligência humana; segundo, se é útil e, terceiro, se o homem o admite espiritualmente. Está sobejamente provado que o homem não admite um saber que perturbe determinado equilíbrio natural e providencial, e que as consequências objetivas desse saber correspondem exatamente à sua anomalia subjetiva. A ciência moderna só pôde se desenvolver em função do esquecimento de Deus e dos nossos deveres para com Deus e para com nós mesmos. Da mesma forma, o naturalismo artístico que surgiu na Antiguidade e foi redescoberto no começo da era moderna, só se explica pela eclosão explosiva de uma mentalidade apaixonadamente exteriorizada e exteriorizante.