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homem plasmado

quinta-feira 25 de janeiro de 2024

  

Gnosticismo  
Antonio Orbe  
Excertos de Antropologia de San Ireneo - Antropologia de São Irineu
NO PLASMADO POR ÁNGELES
Sobre el tema dijimos otra vez. Contra la tesis judaica, utilizada luego por los gnósticos en desprestigio del Demiurgo y de sus ángeles, San Irineu de Lião   - Ireneo urge vigorosamente el aspecto negativo de la humana plasis. Los ángeles eran incapaces de modelar el barro ‘con la forma de Dios’: o porque no la conocían, o porque aun conociéndola eran inhábiles para imprimirla en el cuerpo de Adam - Adán.

Antes aún de abordar al hombre, los ángeles brillaron por su ausencia en la demiurgía del cosmos.

Porque Dios no tenía necesidad de ellos para hacer lo que personalmente había predefinido en su interior llamar al ser; como si no tuviera sus (propias) manos. Siempre le asiste, en efecto, el Verbo y la Sabiduría, el Hijo y el Espíritu, por cuyo medio y en cuya virtud hizo libre y espontáneamente todas las cosas.

Las cláusulas son generales. En sí no excluyen la posible participación angélica en la formación del mundo. Sino sólo en aquello «quae ipse apud se praefinierat fieri». Y como Dios había decidido obrar personalmente, creándolo El todo, sobraban ayudas. El ministerio de los ángeles le interesa para los hombres, no para sí; en bien de la humana Salud, no para la creación del mundo.

Dios lo hizo todo por sí. ‘Mas en el todo estamos nosotros y el mundo que nos rodea’. La no intervención angélica afecta, por tanto, a la economía de la creación en general.

Frente a los heterodoxos, gnósticos, que enseñaban la necesaria intervención angélica (resp. arcóntica) para la fabricación del mundo sensible, y del hombre terreno (resp. del cuerpo material), Irineu de Lião - Ireneo exalta el hecho de la no intervención de los ángeles, o de creaturas algunas. Deja a salvo la posibilidad genérica de tal intervención en una economía distinta de la actual.

Pero tocante a la plasis del hombre, el Santo tiene razones singulares para rechazarla; más aún, para negar su simple posibilidad.

En ninguna economía son los arcontes (resp. las creaturas) capaces de plasmar el limo ‘a imagen y semejanza de Dios’.

Solamente Dios podía comunicarle ‘sus (propias) formas’. En El cabe distinguir dos formas: el Verbo, imagen sustancial del Padre, o forma visible del invisible Padre; y la Sabiduría o Espíritu Santo, semejanza de Dios o forma interior de vida.

Ambas se manifiestan particularmente en Jesús. Su carne posee a título personal la imagen subsistente del Padre, unida como está al Verbo, desde su primer origen  . No así la semejanza de Dios. Jesús la reviste, imperfectamente, en el Jordán; perfectamente, al resucitar de entre los muertos, cuando superada la ‘forma servi’ reviste la ‘forma Dei’. Las dos — imagen y semejanza — afectan al plasis - plasma en Jesús como en paradigma. Y las dos se anuncian en Adán, hecho o plasmado según ellas.

Si para otorgar al limo la forma personal, imagen de Dios, se requiere el auxilio de Dios, y no basta el ministerio de los ángeles, a fortiori para imprimir en él la forma natural, semejanza divina. La propia imagen del Padre no es por sí sola el paradigma de la carne humana, mientras no incluya, mediante la semejanza, la igualdad o unidad perfecta de Espíritu con Dios. En la hipótesis más halagüeña para los arcontes, serían capaces de imprimir en el barro la imagen o forma externa (directa o indirecta) de Dios, mas nunca la forma natural o semejanza vital con el Padre. Le sabrían configurar con los rasgos externos que hoy posee el hombre; jamás introducir en él la vida del Espíritu, indispensable para la natural semejanza, en carne, con Dios.


Plasmado mediante el Filho - Hijo y el Espírito Santo - Espíritu Santo

A tales dos manos se dirigía el Padre en las palabras de Gen 1,26: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza».

Por eso los judíos se alejaron de Dios, al no recibir al Verbo, creyendo poder conocer al Padre sin el Verbo, esto es, sin el Filho - Hijo. No sabían que Dios era quien en figura humana había hablado a Abraham, y luego a Moisés, diciendo: «He visto el sufrimiento de mi pueblo en Egipto, y he bajado a liberarlos» (Ex 3,7-8). Esto es lo que el Filho - Hijo, que es el Verbo de Dios, había preparado desde el principio; pues el Padre no había necesitado de los ángeles para la creación ni para formar al hombre, por el cual había hecho el mundo; ni necesitó de su ministerio para hacer lo que realizó para llevar a cabo el designio (de salvación) en favor de los hombres; sino tenía ya determinado un misterio rico e inefable. Pues se ha servido, para realizar todas las cosas, de los que son su progenie y su imagen (309), o sea el Filho - Hijo y el Espírito Santo - Espíritu Santo, el Verbo y la Sabiduría, a quienes sirven y están sujetos todos los ángeles. (Irineu de Lião)

Dios Padre volvióse al Filho - Hijo y al Espírito Santo - Espíritu Santo, como a manos suyas personales; mas no tanto como a consejeros natos.
Cf. Epid. 54s: «El mismo profeta dijo aún (Is 9,6: LXX  ): ‘Un hijo nos ha nacido y un niño nos han dado, y recibió por nombre Admirable Consejero, Dios fuerte’. Le llama Admirable Consejero, sea del Padre (sea nuestro). Del Padre, lo significa el hecho de que con El hizo el Padre todas las cosas, según se halla en el primer libro de Moisés, titulado Génesis (1,26): ‘Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza’. Aquí visiblemente habla el Padre al Filho - Hijo (como a) Admirable Consejero del Padre»... Véase también Iren., III 16,3 y los lugares citados por Froidevaux, Epid., l.c.

El Verbo y la Sabiduría aconsejaron al Padre. Mas eso solo no explica el plural en primera persona. También le aconsejaron en las demás obras de la creación, con arreglo a un texto muy conocido y comentado entre los antiguos eclesiásticos.

Ni se justifica su excepcional asistencia en la plasis de Adam - Adán, por la eficacia física instrumental: del Verbo como forma universal de las especies e individuos creados, y del Espírito Santo - Espíritu Santo (= Sabiduría) como virtud originaria del dinamismo que las armoniza y pone en ejercicio. Tal eficacia no sería exclusiva de la humana plasis. Algo hay en ésta que reclama una singularísima intervención del Filho - Hijo y del Espírito Santo - Espíritu Santo. Indicamos arriba la solución.

Unicamente en el cuerpo humano actúan en plenitud y ‘ad aequalitatem’ el Verbo, como imagen de Dios, y la Sabiduría (= E.S.), como semejanza del Padre. Sólo en el plasis - plasma modelado por ambas personas divinas, imprimen éstas su propia forma de manera perfecta.

La especie angélica refleja al Verbo, como imagen divina subsistente, sólo en parte; por cuanto recibe de El la forma peculiar a los ángeles. Otro tanto al Espírito Santo - Espíritu Santo, semejanza divina, sólo parcialmente comunicado a los ángeles, con arreglo a su destino ministerial, en el culto de Dios y en el servicio del hombre.

  • Cf. Epid. 9: «Este mundo hállase rodeado de siete cielos, en los cuales habitan innumerables potencias, ángeles y arcángeles, que aseguran un culto al Dios todopoderoso y creador del universo. No porque tenga necesidad de ellos, sino para que no estén al menos sin trabajo, inútiles e ingratos. Por eso es múltiple la presencia interior del Espírito Santo - Espíritu Santo, y el profeta Isaías la enumera en siete formas de ministerios, que han descansado en eí Filho - Hijo de Dios, a saber, el Verbo en su venida humana»... (Irineu de Lião)

El cuerpo humano recibe, en cambio, del Filho - Hijo y del Espírito Santo - Espíritu Santo en plenitud aquello que personalmente les caracteriza. Y sólo él, a diferencia de todas las demás especies e individuos creados. Su intervención se hace, de consiguiente, necesaria y excepcional.

En el drama de la humana plasis intervinieron las tres divinas personas, cada una con su propia causalidad y con arreglo a sus características personales.

El Padre, anterior a toda forma o perigraphé, dando consistencia a la materia ex qua del futuro cuerpo humano.

El Filho - Hijo, forma del informe Padre, o perigraphé personal del in — circunscrito Dios, configurando la materia, el limo, según la forma del hombre: le corresponde el cuerpo o carne o plasis - plasma de Adam - Adán.

El Espírito Santo - Espíritu Santo, virtud o vida del Filho - Hijo, complemento divino personal de la forma personal del Padre, vistiendo de semejanza interna (resp. de virtud divina) el cuerpo de Adam - Adán: le toca el individuo viviente, dotado de Pneuma Hagion - Espíritu de Dios y destinado a poseerle.