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factus

quinta-feira 25 de janeiro de 2024

  

Cristologia
Antonio Orbe  : Orbe Anthropos - O HOMEM

San Ireneo, que rechaza de plano la distinción entre el hombre ‘poiein - hecho’ de Gen 1,26 y el ‘plasma - plasmado’ de Gen 2,7 y enseña la unidad de ambos, igual que la unidad de ambas formaciones, distingue muy bien los dos aspectos — poiein - hecho y plasma - plasmado — en el hombre. Y es probablemente quien más hondo penetró en su teología.

El ‘factus’ y el ‘plasma - plasmatus’, sin salir del único anthropos sensible creado por Dios, significan dos cosas.

A título de ‘factus’, contrasta con el ‘infectus’ (agenetos), a saber, Dios. Entre el hombre ‘poiein - hecho’ y Dios ingénito (= no hecho) rodará la historia del mundo, como entre los dos extremos de la economía divina. Las demás creaturas merecen también el epíteto   ‘factus’. Todas, sin exceptuar a los ángeles, han sido hechas y se mantienen a igual distancia, en relación análoga, del ‘infectus’. Han venido a la existencia por voluntad del Creador, y traen como denominador común el ‘factus’.

Y, sin embargo, San Ireneo analiza singularmente el contraste ‘factus — agenetos - infectus’ al relacionar el hombre con Dios. La razón está no en la índole creatural del hombre, sino en su destino privilegiado. Lo creatural le iguala con los ángeles, con los animales y con todas las obras de los seis días de la creación. No representa razón alguna específica. La relación ‘factus — agenetos - infectus’, asignada de manera particular al hombre, reside en el destino privilegiado a que le llama Dios. Sólo el hombre ha sido de tal manera hecho (’factus’) que venga a ser un día ‘agenetos - infectus’, pasando a ser dios (’a imagen y semejanza de Dios’).

Las demás creaturas no superarán el grado inicial. Seguirán ‘facta’ como el primer día de su existencia. Sólo el hombre está llamado a ser ‘agenetos - infectus’, logrando el nivel de Dios, sin sacrificar su propia esencia creada.

Semejante providencia es tan única como es único Dios. Ni siquiera sobre los ángeles y arcángeles (’facti’) la quiere El descubrir. Esto explica el modo característico de la humana formación. Y venimos al segundo aspecto.

El anthropos seguiría tan ‘factus’ como ahora si hubiera sido evocado por el Verbo omnipotente de Dios; o modelado por obra de ángeles; o hecho por otro camino entre los innumerables que Dios tiene para crear. No ocurrió así. El hombre, y sólo él, fue ‘factus’ mediante la plasis de las manos de Dios. Fue ‘plasma - plasmatus’. Mereció el privilegiado honor de ser ‘modelado’ por Dios.

La plasis denunciaba para Filón  , Orígenes   y sus satélites un trabajo manual poco cualificado. Su término, el cuerpo, lo ratificaba. Para San Ireneo ocurre lo contrario. La plasis representa, según él, la actividad más cualificada y noble de que ha sido objeto creatura alguna. Hay aquí su paradoja. Sólo se modela algo material, sujeto al humilde trabajo de las manos, como la arcilla de un alfarero. La plasis en Dios indica, empero, una predilección por aquel que tan humildemente se pone a modelar. Ahí descansa el humano privilegio. El Santo no tiene reparo en atribuir, llevado de la Escritura, a las manos divinas la tarea de recoger pó - polvo de la tierra; igual que si fuera un alfarero. No modeló al hombre de un polvo sideral, o de efluvios planetarios sustantivados. Ireneo acepta con verdadero deleite el origen humilde de Adán, adama - terreno de tierra. Cuanto más deprima el limo inicial, más enaltecerá la condescendencia de Dios al poner sus manos en él.