Página inicial > Termos e noções > clarividentes

clarividentes

quinta-feira 25 de janeiro de 2024

  

Perenialistas
René Guénon: Guenon Poderes Psiquicos - PODERES PSÍQUICOS
No es dudoso que, incluso en aquellos cuya buena fe es incontestable, la parte de la sugestión es muy grande en todo eso; para convencerse de ello, no hay más que considerar un caso como el de los «clarividentes», cuyas pretendidas «revelaciones» están tan lejos como es posible de estar de acuerdo entre ellas, pero, por el contrario, están siempre en relación con sus propias ideas o las de su medio o de la escuela a la que pertenecen. No obstante, supongamos que se trate de cosas enteramente reales, lo que, por lo demás, tiene más posibilidades de producirse cuando la «clarividencia» es espontánea que cuando ha sido desarrollada artificialmente; incluso en este caso, no se comprende por qué lo que es visto u oído en el mundo psíquico habría de tener, de una manera general, más interés o importancia de la que tiene, en el mundo corporal, lo que le ocurre a cada uno ver u oír al pasearse por una calle: gentes cuya mayor parte le son desconocidas o indiferentes, incidentes que no le conciernen en nada, fragmentos de conversaciones incoherentes o incluso ininteligibles, y así sucesivamente; esta comparación es ciertamente la que da la idea más justa de lo que se le presenta de hecho al «clarividente» voluntario o involuntario. El primero tiene más excusa de equivocarse al respecto, en el sentido de que debe sentir algún dolor en reconocer que todos sus esfuerzos, proseguidos a veces durante años, no desemboquen finalmente más que en un resultado tan irrisorio; pero, en lo que concierne al «clarividente» espontáneo, la cosa debería parecerle completamente natural, como lo es en efecto, y, si no ocurriera muy frecuentemente que se le persuade de que es extraordinaria, no pensaría nunca sin duda en preocuparse más de lo que encuentra en el dominio psíquico que de lo que encuentra en su análogo del dominio corporal, ni en buscar significaciones maravillosas o complicadas a lo que está desprovisto de ellas en la inmensa mayoría de los casos. A decir verdad, hay efectivamente una razón en todo, incluso para el hecho más ínfimo y más indiferente en apariencia, pero nos importa tan poco que no la tomamos en cuenta y no sentimos ninguna necesidad de buscarla, al menos cuando se trata de lo que se ha convenido llamar «la vida ordinaria», es decir, en suma, de los acontecimientos del mundo corporal; ¡si la misma regla fuera observada al respecto del mundo psíquico (que en el fondo no es menos «ordinario» en sí mismo, si no en cuanto a las percepciones que tenemos de él), ¡cuántas divagaciones nos serían ahorradas! Es cierto que para eso sería menester un grado de equilibrio mental del que, desafortunadamente, los «clarividentes», incluso espontáneos, no están dotados sino muy raramente, y con mayor razón todavía aquellos que han sufrido los «entrenamientos» psíquicos de los que hemos hablado más atrás. Sea como sea, este «desinterés» total al respecto de los fenómenos no es por eso menos estrictamente necesario para quienquiera que, encontrándose provisto de facultades de este género, quiera a pesar de eso emprender una realización de orden espiritual; en cuanto a aquel que no está provisto de ellas naturalmente, muy lejos de esforzarse por obtenerlas, debe estimar al contrario que para él eso es una ventaja muy apreciable en vista de esa misma realización, en el sentido de que tendrá así muchos menos obstáculos que apartar; por lo demás, volveremos enseguida sobre este último punto.