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quinta-feira 25 de janeiro de 2024

  

Perenialistas
René Guénon: Guenon Vida - A SUPERSTIÇÃO DA VIDA

Es en los pueblos anglosajones donde el «moralismo» hace estragos con la máxima intensidad, y es allí también donde el gusto de la acción se afirma bajo las formas más extremas y más brutales; así pues, esas dos cosas están bien ligadas una a otra como lo hemos dicho. Hay una singular ironía en la concepción corriente que representa a los ingleses como un pueblo esencialmente apegado a la tradición, y aquellos que piensan así confunden simplemente tradición con costumbre. La facilidad con la que se abusa de algunas palabras es verdaderamente extraordinaria: hay quienes han llegado a llamar «tradiciones» a usos populares, o incluso a hábitos de origen   muy reciente, sin alcance y sin significación; en cuanto a nós, nos negamos a dar este nombre a lo que no es más que un respeto más o menos maquinal de algunas formas exteriores, que a veces no son más que «supersticiones» en el sentido etimológico de la palabra; la verdadera tradición está en el espíritu de un pueblo, de una raza o de una civilización, y tiene razones de ser mucho más profundas. El espíritu anglosajón es antitradicional en realidad, al menos tanto como el espíritu francés y el espíritu germánico, pero de una manera quizás un poco diferente, ya que, en Alemania, y en Francia en una cierta medida, es más bien la tendencia «cientificista» la que predomina; por lo demás, importa poco que sea el «moralismo» o el «cientificismo» lo que prevalezca, ya que, lo repetimos todavía una vez más, sería artificial el querer separar enteramente estas dos tendencias que representan las dos caras del espíritu moderno, y que se encuentran en proporciones diversas en todos los pueblos occidentales. Parece que la tendencia «moralista» predomina hoy día bastante generalmente, mientras que la dominación del «cientificismo» estaba más acentuada no hace muchos años todavía; pero lo que gana una no es necesariamente perdido por la otra, puesto que son perfectamente conciliables, y, a pesar de todas las fluctuaciones, la mentalidad común las asocia bastante estrechamente: hay lugar en ella, a la vez, para todos esos ídolos de que hemos hablado precedentemente. Solamente, hay como una suerte de cristalización de elementos diversos que ahora se opera más bien tomando como centro la idea de «vida» y todo lo que se refiere a ella, del mismo modo que, en el siglo XIX, se operaba alrededor de la idea de «ciencia», y que, en el siglo XVIII, se operaba alrededor de la idea de «razón»; hablamos aquí de ideas, pero haríamos mejor hablando simplemente de palabras, ya que es efectivamente la fascinación de las palabras la que se ejerce ahí en toda su amplitud. Lo que se llama a veces «ideología», con un matiz peyorativo en aquellos que no están engañados (ya que se encuentran todavía algunos a pesar de todo), no es propiamente más que verbalismo; y, a ese propósito, podemos retomar la palabra «superstición», con el sentido etimológico al que hacíamos alusión hace un momento, y que designa una cosa que se sobrevive a sí misma, cuando ya ha perdido su verdadera razón de ser. En efecto, la única razón de ser de las palabras, es expresar ideas; atribuir un valor a las palabras por sí mismas, independientemente de las ideas, no poner siquiera ninguna idea bajo esas palabras, y dejarse influenciar sólo por su sonoridad, eso es verdaderamente superstición. El «nominalismo», en sus diversos grados, es la expresión filosófica de esta negación de la idea, a la que pretende sustituir con la palabra o con la imagen; al confundir la concepción con la representación sensible, no deja subsistir realmente más que esta última; y, bajo una forma o bajo otra, está extremadamente extendido en la filosofía moderna, mientras que antaño no era más que una excepción. Esto es bastante significativo; y es menester agregar aún que el nominalismo es casi siempre solidario del empirismo, es decir, de la tendencia a referir a la experiencia, y más especialmente a la experiencia sensible, el origen y el término de todo conocimiento: negación de todo lo que es verdaderamente intelectual, es siempre eso lo que encontramos, como elemento común, en el fondo de todas estas tendencias y de todas estas opiniones, porque eso es, efectivamente, la raíz de toda deformación mental, y porque esta negación está implicada, a título de presuposición necesaria, en todo lo que contribuye a falsear las concepciones del Occidente moderno.