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quinta-feira 25 de janeiro de 2024

  

Perenialistas
René Guénon: Guenon Quietismo - CONTRA O «QUIETISMO»

Pero, si, de una manera general, se ha convenido reprochar a la doctrina hindú menospreciar la acción, es sobre todo al hablar del tao - taoísmo donde se siente la necesidad de hablar más expresamente todavía del «quietismo», y eso a causa del papel que juega allí el «no-actuar» (wou-wei), cuya verdadera significación los orientalistas no comprenden en modo alguno, y que algunos de entre ellos hacen sinónimo de «inactividad», de «pasividad» e incluso de «inercia» (por lo demás, es porque el principio activo de la manifestación es «no-actuante» por lo que le pretenden «pasivo» como lo decíamos más atrás). Sin embargo, hay algunos que se han dado cuenta de que hay en eso un error; pero, no comprendiendo tampoco en el fondo aquello de lo que se trata, y confundiendo igualmente acción y actividad, se niegan entonces a traducir wou-wei por «no-actuar», y reemplazan este término por perífrasis más o menos vagas e insignificantes, que disminuyen el alcance de la doctrina y no dejan percibir ya nada de su sentido profundo y específicamente iniciático. En realidad, la traducción por «no-actuar» es la única aceptable, pero, a causa de la incomprensión ordinaria, conviene explicar cómo se debe entender: no solo este «no-actuar» no es la inactividad, sino que, según lo que hemos indicado precedentemente, es al contrario la suprema actividad, y eso porque está tan lejos como es posible del dominio de la acción exterior, y completamente liberado de todas las limitaciones que se le imponen a ésta por su propia naturaleza; si el «no-actuar» no estuviera, por definición misma, más allá de todas las oposiciones, se podría decir pues que es en cierto modo el extremo opuesto de la meta que el quietismo asigna al desarrollo de la espiritualidad.

No hay que decir que el «no-actuar», o lo que es su equivalente en la parte iniciática de las demás tradiciones, implica, para aquel que ha llegado a él, un perfecto desapego al respecto de la acción exterior, como por lo demás de todas las demás cosas contingentes, y eso porque un tal ser se sitúa en el centro mismo de la «rueda cósmica», mientras que esas cosas no pertenecen más que a su circunferencia; si el quietismo profesa por su lado una indiferencia que parece recordar en algunos aspectos este desapego, es ciertamente por razones muy diferentes. Del mismo modo que fenómenos similares pueden deberse a causas muy diversas, así también maneras de actuar (o, en algunos casos, de abstenerse de actuar) que son exteriormente las mismas pueden proceder de las intenciones más diferentes; pero, naturalmente, para aquellos que se quedan en las apariencias, de eso pueden resultar muchas falsas asimilaciones. Efectivamente, bajo esta relación, hay algunos hechos, extraños a los ojos de los profanos, que podrían ser invocados por ellos en apoyo de la aproximación errónea que quieren establecer entre el quietismo y tradiciones de orden iniciático; pero esto plantea algunas cuestiones que son bastante interesantes por sí mismas como para merecer que les consagremos especialmente un próximo capítulo.