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corruptio optimi pessima

quinta-feira 25 de janeiro de 2024

  

Perenialistas
René Guénon: Guenon Residuos Psiquicos - OS RESÍDUOS PSÍQUICOS

Otra consideración que tiene también su importancia es ésta: si el «adversario» (cuya naturaleza intentaremos precisar un poco más después) tiene ventaja en apoderarse de los lugares que fueron la sede de antiguos centros espirituales, toda vez que puede, no es únicamente a causa de las influencias psíquicas que están acumuladas en ellos y que se encuentran en cierto modo «disponibles»; es también en razón misma de la situación particular de estos lugares, ya que, bien entendido, no fueron elegidos arbitrariamente para el papel que les fue asignado en una u otra época y en relación a tal o a cual forma tradicional. La «geografía sagrada», cuyo conocimiento determina una tal elección del lugar, es, como toda otra ciencia tradicional de orden contingente, susceptible de ser desviada de su uso legítimo y aplicada «al revés»: si un punto es «privilegiado» para servir a la emisión y a la dirección de las influencias psíquicas cuando éstas son el vehículo de una acción espiritual, no lo será menos cuando estas mismas influencias psíquicas sean utilizadas de manera muy diferente y para fines contrarios a toda espiritualidad. Este peligro de desvío de algunos conocimientos, del que encontramos aquí un ejemplo muy claro, explica por otra parte, notémoslo de pasada, muchas de las reservas que son algo completamente natural en una civilización normal, pero que los modernos se muestran enteramente incapaces de comprender, puesto que atribuyen comúnmente a una voluntad de «monopolizar» esos conocimientos lo que no es en realidad más que una medida destinada a impedir el abuso de ellos tanto como sea posible. Por lo demás, a decir verdad esta medida no deja de ser eficaz más que en el caso en el que las organizaciones depositarias de los conocimientos en cuestión dejen penetrar en su seno a individuos no cualificados, o incluso, como acabamos de decirlo, a agentes del «adversario», uno de cuyos fines más inmediatos será entonces precisamente descubrir esos secretos. Todo eso no tiene ciertamente ninguna relación directa con el verdadero secreto iniciático, que, así como lo hemos dicho más atrás, reside exclusivamente en lo «inefable» y en lo «incomunicable», y que, evidentemente, está por eso mismo al abrigo de toda investigación indiscreta; pero, aunque no se trate aquí más que de cosas contingentes, no obstante, se deberá reconocer que las precauciones que pueden tomarse en este orden para evitar toda desviación, y por consiguiente toda acción malhechora que es susceptible de resultar de ella, están lejos de no tener prácticamente más que un interés a desdeñable.

De todas maneras, ya sea que se trate de los lugares mismos, de las influencias que permanecen vinculados a ellos, o incluso de los conocimientos del género de los que acabamos de mencionar, se puede recordar a este respecto el adagio antiguo: «corruptio optimi pessima», que se aplica quizás más exactamente todavía aquí que en cualquier otro caso; es de «corrupción» de lo que conviene hablar en efecto, incluso en el sentido más literal de esta palabra, puesto que los «residuos» que están en causa aquí, como lo decíamos al comienzo, son comparables a los productos de la descomposición de lo que fue un ser vivo; y, como toda corrupción es en cierto modo contagiosa, esos productos de la disolución de las cosas pasadas tendrán ellos mismos, por todas partes donde sean «proyectados» una acción particularmente disolvente y desagregante, sobre todo si son utilizados por una voluntad claramente consciente de sus fines. Hay en eso, se podría decir, una suerte de «necromancia» que pone en obra restos psíquicos muy diferentes de los de las individualidades humanas, y no es ciertamente la menos temible, ya que tiene por eso posibilidades de acción mucho más extensas que las de la vulgar brujería, y no hay siquiera ninguna comparación posible bajo esta relación; ¡Por lo demás, en el punto en que están las cosas hoy día, es menester que nuestros contemporáneos estén verdaderamente muy ciegos para no tener siquiera la menor sospecha de ello!