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superiores desconhecidos

quinta-feira 25 de janeiro de 2024

  

Perenialistas
René Guénon: Guenon Centros Iniciaticos - DOS CENTROS INICIÁTICOS

Estas consideraciones hacen comprender también como, en el seno de una misma organizacion iniciatica - organización, puede existir en cierto modo una doble jerarquía, y esto más especialmente en el caso donde los jefes aparentes no son conscientes, ellos mismos, del vinculamiento a un centro espiritual; podrá haber en ella entonces, fuera de la jerarquía visible que éstos constituyen, otra jerarquía invisible, cuyos miembros, sin desempeñar ninguna función «oficial», serán no obstante aquellos que asegurarán realmente, por su sola presencia, la conexión efectiva con ese centro. Estos representantes de los centros espirituales, en las organizaciones relativamente exteriores, no tienen evidentemente por qué hacerse conocer como tales, y pueden tomar la apariencia que convenga mejor a la acción de «presencia» que han de ejercer, ya sea la de simples miembros de la organización, si deben jugar en ella un papel fijo y permanente, o bien, si se trata de una influencia momentánea o que debe transportarse a puntos diferentes, la de aquellos misteriosos «viajeros» de quienes la historia ha guardado más de un ejemplo, y cuya actitud exterior es escogida frecuentemente de la manera más propia para desorientar a los investigadores, ya sea que se trate por lo demás de llamar la atención por razones especiales, o por el contrario de pasar completamente desapercibidos [1]. Con esto se puede comprender igualmente lo que fueron verdaderamente aquellos que, sin pertenecer ellos mismos a ninguna organización conocida (y entendemos por eso una organización revestida de formas exteriormente aprehensibles), presidieron en algunos casos la formación de tales organizaciones, o, después, las inspiraron y las dirigieron invisiblemente; tal fue concretamente, durante un cierto período [2], el papel de los Rosa-Cruz en el mundo occidental, y ese es también el verdadero sentido de lo que la Masonería del siglo XVIII designa bajo el nombre de «Superiores Desconocidos».

Todo esto permite entrever algunas posibilidades de acción de los centros espirituales, fuera incluso de los medios que pueden considerarse como normales, y eso sobre todo cuando las circunstancias son, ellas también, anormales, queremos decir, en condiciones tales que no permiten ya el empleo de vías más directas y de una regularidad más visible. Es así como, sin hablar siquiera de una intervención inmediata del centro supremo, que es posible siempre y por todas partes, un centro espiritual, cualquiera que sea, puede actuar fuera de su zona de influencia normal, ya sea en favor de individuos particularmente «cualificados», pero que se encuentran aislados en un medio donde el oscurecimiento ha llegado a tal punto que ya no subsiste casi nada tradicional en él y donde la iniciación ya no puede ser obtenida, o ya sea en vista de una meta más general, y también más excepcional, como la que consistiría en renovar una «cadena» iniciática rota accidentalmente. Al producirse una tal acción más particularmente en un período o en una civilización donde la espiritualidad está casi completamente perdida, y donde, por consiguiente, las cosas de orden iniciático están más ocultas que en ningún otro caso, nadie debería sorprenderse de que sus modalidades sean extremadamente difíciles de definir, tanto más cuanto que las condiciones ordinarias de lugar e incluso a veces de tiempo devienen en eso por así decir inexistentes. Así pues, no insistiremos más en ello; pero lo que es esencial retener, es que, incluso si ocurre que un individuo aparentemente aislado llega a una iniciación real, esa iniciación jamás podrá ser espontánea más que en apariencia, y que, de hecho, implicará siempre el vinculamiento, por un medio cualquiera, a un centro que existe efectivamente [3]; fuera de un tal vinculamiento, en ningún caso podría tratarse de iniciación.


Observações

[1Para este último caso, que escapa forzosamente a los historiadores, pero que es sin duda el más frecuente, citaremos solo dos ejemplos típicos, muy conocidos en la tradición taoísta, y de los cuales se podría encontrar el equivalente inclusive en occidente: el de los juglares y el de los tratantes de caballos.

[2Aunque sea difícil aportar aquí grandes precisiones, se puede considerar este período como extendiéndose desde el siglo XIV al XVII; así pues, se puede decir que corresponde a la primera parte de los tiempos modernos, y es fácil comprender desde entonces que se trataba ante todo de asegurar la conservación de lo que, en los conocimientos tradicionales de la edad media, podía ser salvado a pesar de las nuevas condiciones del mundo occidental.

[3Algunos incidentes misteriosos en la vida de Jacob Boehme, por ejemplo, no pueden explicarse realmente más que de esta manera.