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quinta-feira 25 de janeiro de 2024

  

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Mientras que el hombre moderno, en una época reciente ha concebido el sentido de la historia como una evolución y la ha exaltado como tal, el hombre de la Tradición tuvo conciencia de una verdad diametralmente opuesta. En todos los testimonios antiguos de la humanidad tradicional, se encuentra siempre, bajo una u otra forma, la idea de una regresión, de una "caída": de estados originarios superiores, los seres habrían descendido a estados cada vez más condicionados por el elemento humano, mortal y contingente. Este proceso involutivo habría tenido su origen   en una época muy lejana. El vocablo ragna-rökkr, de la tradición nórdica, "obscurecimiento de los dioses", es quizás el que caracteriza mejor este proceso. Se trata de una enseñanza que no se ha expresado en el mundo tradicional, de una manera vaga y general, sino que, por el contrario, ha sido definida en una doctrina orgánica, cuyas diversas expresiones presentan, en amplia medida, un carácter de uniformidad: la doctrina de las cuatro edades. Un proceso de decadencia progresiva a lo largo de cuatro ciclos o "generaciones", tal es, tradicionalmente, el sentido efectivo de la historia y en consecuencia el sentido de la génesis de lo que hemos llamado, en un sentido universal, el "mundo moderno". Esta doctrina puede pues servir de base a los desarrollos que seguirán.

La forma más conocida de la doctrina de las cuatro edades es la que reviste en la tradición greco-romana. Hesíodo   habla de cuatro edades que sucesivamente están marcadas por el oro, la plata, el bronce y el hierro. A continuación inserta entre las dos últimas una quinta edad, la edad de los "héroes", que, tal como la contemplamos no tiene otro significado que el de una restauración parcial y especial de un estado primordial [1]. La misma doctrina se expresa, en la tradición hindú, bajo la forma de cuatro ciclos llamados respectivamente satyâ-yuga, (o kortâ-yuga), tetrâ-yuga, vâpara-yuga y kali-yuga (es decir "edad sombría) [2], al mismo tiempo que mediante la imagen de la desaparición progresiva, en el curso de estos ciclos, de las cuatro patas o fundamentos del toro símbolo del dharma, la ley tradicional. La enseñanza irania es similar a la helénica: cuatro edades marcadas por el oro, la plata, el acero y una "aleación de hierro" [3]. La misma concepción, presentada en términos prácticamente idénticos, se encuentra en la enseñanza caldea.

En una época más reciente, aparece la imagen del carro del universo, cuádriga conducida por el dios supremo y arrastrada en una carrera circular por cuatro caballos representantes de los elementos. Cada edad está marcada por la superioridad de uno de estos caballos que arrastra a los otros, según la naturaleza simbólica más o menos luminosa y rápida del elemento que representa [4].

La misma concepción reaparece, aunque modificada, en la tradición hebraica. En los Profetas, se habla de una estatua espléndida, cuya cabeza es de oro, el torso y los brazos de plata, el vientre y los muslos de cobre, y finalmente las piernas y los pies de hierro y arcilla: estatua cuyas diferentes partes, así divididas, representan cuatro "reinos" que se suceden a partir del reino del oro del "rey de reyes" que ha recibido "del dios del cielo, poder, fuerza y gloria" [5]. En Egipto, es posible que la tradición, referida por Eusebio, relativa a tres dinastías distintas, constituidas respectivamente por dioses, semidioses y manes   [6]), corresponda a las tres primeras eras, las de oro, plata y bronce. Se puede considerar como una variante de la misma enseñanza las antiguas tradiciones aztecas relativas a los cinco soles o ciclos solares, de los que los cuatro primeros corresponden a los elementos y donde aparece, como en las tradiciones euro-asiáticas, las catástrofes del fuego y del agua (diluvio) y las luchas contra los gigantes que caracterizan, como veremos, el ciclo de los "héroes", añadido por Hesiodo a las otros cuatro [7]. Bajo formas diferentes, y de una forma más o menos fragmentaria, el recuerdo de esta tradición se encuentra igualmente entre otros pueblos.


Observações

[1HESIODO, Op et Die vv. 109, sigs.

[2Cf. por ejemplo Mânavadharmashastra, I, 81 y sigs.

[3Cf. Franz Cumont - F. CUMONT, La fin du monde selon les Mages occidentaux (Rev. Hist. Relig., 1931, nn. 1-2-3, pags, 50 y sigs.).

[4Cf. DION CHRYSOST., Or., XXXVI, 39 y sigs.

[5DANIEL, II, 31, 45.

[6Cf. E.V. WALLIS BUDGE, Egypt in the neolithic and archaic periods, London, 1902, v. I, pag. 164 y sigs.

[7Cf. REVILLE, Relig. du Mexique, cit., pag. 196-198.