Hasta aquí hemos hecho uso de fuentes orientales sólo incidentalmente, y principalmente para recordarnos que la verdadera arte - filosofía del arte es siempre y por todas partes la misma. Pero puesto que estamos tratando la distinción entre las artes de la auto-complacencia y las del ministério - ministerio, nos proponemos aludir brevemente a algunos de los textos indios en los que se examina «la totalidad del fin de la facultad expresiva». Esta facultad natural es la de la «Voz»: no la palabra audiblemente hablada, sino el organon por cuyo medio se comunica un concepto. La relación entre esta Voz maternal y el Intelecto paternal es la de nuestra «prakriti - naturaleza» femenina y nuestra «purusha - esencia» masculina; su hijo engendrado es el Logos de la teología y el mito hablado de la antropología. La obra de arte es expresamente el hijo del artista, a saber, el hijo de sus dos naturalezas, humana y divina: abortado si no tiene a su mando el arte de pronunciar (la retórica), un bastardo si la Voz ha sido seducida, pero un concepto válido si nace del Casamento - matrimonio legítimo.
La Voz es a la vez la filha - hija, la esposa , el mensageiro - mensajero, y el instrumento del Intelecto [1]. Poseída de él, es decir, de la imanência - deidad inmanente, la Voz pare su eikon - imagen (el Espelho - reflejo, la mimesis - imitación, la Semelhança - similitud, pratirupa, el filho - hijo) [2]. Ella es el dynamis - poder y la gloria [3], sin quien el Sacrifício - Sacrificio mismo no podría proceder [4]. Pero si él, el Intelecto divino, Brahma o Prajapati, «no la precede y la dirige, entonces es sólo una jerigonza en la que se expresa a sí misma» [5]. Traducido a los términos del arte del gobierno, esto significa que si el basileia - Regnum actúa por su propia iniciativa, no aconsejado por el Sacerdotium, no será la Lei - Ley lo que promulgue, sino sólo reglamentaciones.
La contienda de los Gandharvas, los elevados deuses - dioses del Amor y de la Música (en el sentido amplio que estas palabras tienen en Platón), es con los poderes irregenerados del alma , cuya inclinación natural es la persecución de los hedone - placeres. Lo que los Gandharvas ofrecen a la Voz es su ciencia sagrada, la tesis de su encantación; lo que las deidades mundanas ofrecen es «complacerla». La de los Gandharvas es una conversación sagrada (brahmodaya), la de las deidades mundanas un coloquio apetitoso (prakamodaya). Muy a menudo la Voz, el dynamis - poder expresivo, es seducido por las deidades mundanas a entregarse a la representación de todo lo que puede complacerles más a ellos y ser más halagador para ella misma; y cuando ella prefiere así las falsedades placenteras al esplendor de la Verdade - verdad, a veces amarga, los elevados deuses - dioses han de temer que ella seduzca a su vez a su legítimo portavoz, el Sacrificador mismo; es decir, han de temer una secularización de los símbolos sagrados y del lenguaje hierático, la vaciación de significado con la que nosotros estamos tan familiarizados en la historia del arte, a medida que desciende de la formalidad a la figuración, de la misma manera que el lenguaje avanza desde una precisión original a lo que son finalmente apenas unos torpes valores emotivos.
Como decía Platón, no es para esto para lo que los poderes de la Visão - visión y de la audição - audición son nuestros. En un lenguaje tan cercano como es posible a la identidad con el suyo, y en los términos de la filosofía universal dondequiera que la encontramos, los textos indios definen «todo el fin de la Voz» (krtsnam vagartham). Ya hemos llamado a la voz un «órgano», que ha de entenderse en el sentido musical tanto como en el orgánico. Evidentemente la razón de un órgano no es tocar por sí mismo, sino ser tocado, de la misma manera que no pertenece a la arcilla determinar la forma de la vasija, sino recibirla.
«Hay este arpa divina: el arpa humana es en su homoiosis - semejanza... y de la misma manera que el arpa tocada por un tocador experto cumple toda la razón del arpa, así la Voz, movida por un hablador experto, cumple toda su razón» [6]. «La pericia en todo cumplimiento es una yunta, como de caballos juntos» [7], o, en otras palabras, implica un matrimonio del experto y el medio. El producto del matrimonio del experto, a saber, el Intelecto, con el instrumento, la Voz, es la Verdade - Verdad (satyam ) o la Ciencia (vidya ) [8]; no esa Verdade - verdad aproximada, hipotética y estadística a la que nosotros nos referimos como ciencia, sino la filosofía en el sentido de Platón [9], y ese «significado de los Vedas » por el que, si nosotros lo comprendemos, «todo el bien» (sakalam bhadram) es alcanzable, aquí y en lo porvenir [10].
La razón de ser de la Voz es encarnar , en una forma comunicable, el concepto de Verdade - Verdad; la Beleza - belleza formal de la expresión precisa es la del splendor veritatis. El tocador y el instrumento son ambos esenciales aquí. Nosotros, en nuestra individualidad som ática, somos el instrumento, cuyas «cuerdas» o «sentidos» han de ser regulados, para que no estén flojos ni tampoco tensos; nosotros somos el órgano, y el Dios inorgánico dentro de nosotros es el organista. Nosotros somos el organismo, Él es su energía. No nos pertenece a nosotros tocar nuestros propios tonos, sino cantar Su canto , el Canto de Él, que es la Persona en el Sol (Apolo ) y nuestra propia Persona (en tanto que distinta de nuestra «personalidad»). Cuando «aquellos que cantan aquí al arpa Le cantan» [11], entonces todos los epithymia - deseos se alcanzan, aquí y en lo porvenir.