MANAS
NÃO-MENTE
«Allí ni la vista, ni el habla, ni el intelecto pueden ir; nosotros no lo "conocemos" ni podemos analizarlo, de modo que seamos capaces de comunicarlo por la instrucción» (anusisyat, Kena Upanixade - Kena Upanishad I.3). La realización del estado correspondiente en el que el Intelecto no intelige, que en nuestro texto se llama «el Misterio Eterno», y en Katha Upanishad VI.10, «la Meta Suprema», y que «no puede ensenarse», es el «secreto» último de la iniciación. No debe suponerse que una mera descripción del «secreto», tal como puede encontrarse en la Escritura (sruti ) o en la exégesis, basta para comunicar el secreto de la «de-mentación» (amanibhava); ni que el secreto se haya comunicado nunca o que pueda ser comunicado nunca a un iniciado, o traicionado por alguien, o descubierto, por mucho saber que se tenga. Solo puede ser realizado por cada uno para sí mismo; todo lo que puede efectuarse con la iniciación es la comunicación de un impulso y un despertar de las potencialidades latentes; el trabajo lo debe hacer el iniciado mismo, a quien las palabras de nuestro texto, prayatnena sodhayet, son siempre aplicables, hasta que el fin mismo de la vía (adhvanah param) ha sido alcanzado.
Hacemos estas observaciones solo para recalcar que por mucho que pueda decirse de él, el secreto permanece inviolable, guardado por su propia incomunicabilidad esencial. Solo en este sentido, en Jaiminiya Upanishad Brahmana I.5.3, se dice que el Sol , la Verdade - Verdad, «repele» (apasedhanti) al potencial «ganador más allá del Sol» [1] (Chandogya Upanishad II.10.5-6, Jaiminiya Upanishad Brahmana I.6.1), que debe «pasar» dentro del Inagotable (Mundaka Upanishad II.2.2, tad evaksaram, viddhi) [2] por sus propios poderes, y, como en nuestro texto Maitri Upanishad VI.34, «con esfuerzo» (prayatnena). No se trata de phthonos («celos») por parte de una Deidade - deidad Olímpica o por parte de algún gurú humano. Las doctrinas esotéricas no se niegan a nadie para que no comprenda; por el contrario, y aunque las palabras de la escritura son inevitablemente «enigmáticas», la doctrina se comunica con toda la claridad posible, y corresponde a aquellos que tienen oídos para oír, oír efectivamente (Rg Veda Samhita X.71.6, San Marcos 4:11-12). No es por razones interesadas por lo que las palabras u otros símbolos, con los que se prefigura el secreto último, «no han de comunicarse excepto al que está en paz (prasanta) y tiene devoción perfecta (yasya, para bhaktih), y que es, además, el propio hijo de uno o un discípulo» (Svetasvatara Upanishad VI.22-23) —y por consiguiente apto para la iniciación (diksa)— sino, esencialmente, debido a que una comunicación tal sería inútil en el caso de un oyente incualificado, pues «¿cuál es la utilidad de los textos para el que no Le conoce?» (yas tan na veda kimrca karisyati, Rg Veda Samhita 1.164.39 = Svetasvatara Upanishad IV.8); y, accidentalmente, como una cuestión de «conveniencia» a causa de «aquellos que solo pueden acercarse a la Palavra - Palabra en pecado » (ta ete vacam abhipadya papaya, Rg Veda Samhita X.71.9) [3].
Puesto que el «secreto» de lo que se entiende por «dementación» (amanibhava) es inaccesible al «mero saber» (cf. panditam manyamanah... mudhah [4], Mundaka Upanishad I.2.8: cf. Isha Upanixade - Isavasya Upanishad 9), también es inaccesible, por definición, a la «erudición», en el sentido moderno y filológico de la palabra, y desde este punto de vista debe confesarse que la mayor parte de nuestros «estudios védicos» no equivale a otra cosa que a un «vagar en la ignorancia por parte de ciegos guías de ciegos» (Mundaka Upanishad I.2.8) y no, ciertamente, a una «comprensión» tal como la que implica el constantemente repetido ya evam vidvan de los textos, una comprensión que es una cuestión de experiencia, o nada en absoluto. Así pues, el saber erudito, como otros «medios» (upaya ), puede ser dispositivo «o a la esclavitud o a la liberación», y que esto es así es una proposición con la que incluso algunos críticos occidentales, de miras educativas modernas, están sinceramente de acuerdo [5]. El fin o el «valor » último depende, como es habitual, de la causa final; cuando el saber deviene un fin en sí mismo, una ciencia por la ciencia, entonces no equivale a otra cosa que a lo que San Bernardo llamaba una «vil curiosidad» (turpis curiositas). Pero si el saber se adquiere no por su propia causa, sino como un medio hacia un fin que le rebasa, y deviene así un «sacrificio de conocimiento. ofrecido a Mí» (jnana -yajnam... mad arpanam, Bhagavad Gita IX.15, 27), entonces es conductivo al summum bonum considerado por todas las escrituras como el fin último del hombre.
Hemos sido conducidos a un examen de estos puntos, en conexión con dichos tan difíciles como «la mente debe ser detenida» (mano niroddhavyam) y «de-mentación» (amanibhava), en parte por la aparición de expresiones tales como «secreto último» en el mismo contexto, y más particularmente para explicar cómo es que a pesar del prestigio de los métodos científicos modernos, y a pesar de su adopción general en las cátedras de ensenanza indias, queda todavía un cuerpo de opinión desconocido y por diferentes razones ampliamente inarticulado —pero muy lejos de ser insignificante— según el cual, aparte del campo limitado de la edición y de la publicación, los resultados obtenidos por la erudición védica moderna han sido fundamentalmente nulos, debido precisamente a que, en casi todos estos estudios, el corazón del tema ha sido eludido, ya sea porque la «doctrina que escapa debajo del velo de los versos extranos» (Dante Alighieri, Inferno, IX.61), la «pintura que no está en los colores» (Lankavatara Sutra, II.117-118), ha excedido las capacidades del erudito o del traductor o ya sea porque, lo que equivale a lo mismo, no le ha interesado.