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Míguez-Plotino: propia del alma

quinta-feira 1º de fevereiro de 2024, por Cardoso de Castro

  

Pero quizá sea preferible decir en general que son los poseedores de las potencias los que, por estar éstas presentes, actúan en virtud de ellas, pero que ellas mismas permanecen inmóviles mientras proveen de poder a los que las poseen. Y, si esto es así, es posible que, al ser afectado el animal, la causa de que viva permanezca impasible, aun habiéndose entregado al compuesto, siendo el poseedor el sujeto de las afecciones y de las actividades. Y, si esto es así, la vida misma, en general, no será propia del alma, sino del compuesto. O mejor, no será del alma la vida del compuesto. Y tampoco será la potencia sensitiva la que sienta, sino el poseedor de la potencia. ENÉADA: I 1 (53) 6

Pero acaso pasa inadvertido para nosotros porque no se ocupa de ninguno de los sensibles. Nos parece, en efecto, que actúa a través de la sensitividad como medianera al nivel de los sensibles y con los sensibles por objeto. Pero ¿por qué la inteligencia no ha de actuar por sí misma? ¿Por qué no también el alma intelectiva, la que es anterior a la sensación y, en general, a la percepción consciente? El acto anterior a la percepción consciente debe existir, puesto que «pensar y ser son la misma cosa». Y parece que la percepción consciente se da y se origina cuando el pensamiento reflexiona, o sea, cuando el principio que actúa según la vida propia del alma es rebotado, por así decirlo, cual en la superficie lisa, bruñida y en calma de un espejo. Del mismo modo, pues, que la imagen se produce en las superficies de este tipo cuando está presente un espejo, pero, cuando no está presente o no está en ese estado, aun entonces está presente en acto el objeto cuya imagen sería posible, así también, cuando está en calma en el alma lo que en nosotros es como un espejo en que se reflejan las especies de la razón y de la inteligencia, esas especies aparecen reflejadas, y se conoce de modo cuasi sensible, junto con la cognición anterior, que la inteligencia y la razón están actuando. Pero si, por la perturbación de la armonía del cuerpo se rompe ese espejo, la razón y la inteligencia piensan sin imagen, y entonces el pensamiento tiene lugar sin representación imaginativa. ENÉADA: I 4 (46) 10

Pero decir que la felicidad resulta de multitud de tiempos y de acciones, es constituir la felicidad como suma de los componentes ya no existentes, sino pasados, y de uno solo presente. Por eso hicimos depender la felicidad de lo presente y luego nos preguntábamos si es mayor felicidad el haber sido feliz por más tiempo. Esto es, pues, lo que hay que investigar: si la felicidad prolongada por mucho tiempo gana más por el mayor número de acciones. Pues bien, en primer lugar, es posible ser feliz aun sin haberse visto implicado en acciones, y no menos, sino más, que quien ha estado consagrado a la acción. En segundo lugar, las acciones no confieren bondad por sí mismas; son las disposiciones las que hacen buenas aun a las acciones; y el sabio cosecha el bien aun en la acción, no porque obre ni como resultado de lo accesorio, sino como resultado de lo que posee. Pues aun la salvación de la patria podría ser obra incluso de un hombre vulgar, y el sabio disfrutaría por la salvación de la patria aun siendo otro el salvador. No es, por tanto, la acción la causa del placer del hombre feliz; es la disposición la que es causa tanto de la felicidad como del deleite que pueda redundar de ésta. Poner la felicidad en las acciones, es ponerla en lo que es extrínseco a la virtud y al alma. Porque la actividad propia del alma consiste en pensar sabiamente y en actuar en sí misma sabiamente. Y en esto consiste el estado de felicidad. ENÉADA: I 5 (36) 10

En cambio, la naturaleza de los cuerpos, por cuanto participa de materia, será un mal no primario. Porque, eso sí, los cuerpos poseen una forma inauténtica, están privados de vida, se destruyen unos a otros, es desordenado el movimiento que originan, son impedimento para el alma — para la actividad propia del alma — y eluden la sustancia, fluyendo como están constantemente: son un mal de segundo orden. Pero el alma no es mala por sí misma, y tampoco es mala toda ella. — ¿Pues cuál es la mala? La que (Platón) caracteriza diciendo: «una vez que hemos reducido a servidumbre aquella parte del alma en la que el vicio halla su sede natural», dando a entender que es la especie irracional del alma la que es receptora del mal, de sinmedida, de exceso y defecto, de los cuales provienen la intemperancia, la cobardía y los vicios restantes del alma, afecciones involuntarias implantadoras de opiniones falsas y de la creencia de que las cosas que rehuye son malas y las que persigue buenas. ENÉADA: I 8 (51) 4