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Coomaraswamy (AKCcivi:168-175) – Eckstein
segunda-feira 14 de novembro de 2022
En un libro notable, Consider the lilies, how they grow (Matt. 6:28), publicado por la Pennsylvania German Folklore Society, 1937, Mr. Stoudt, cuya interpretación del arte germano de Pennsylvania se basa enteramente sobre «las manifestaciones históricas de la religión mística» (con un acento especial en Jacob Boehme , Dante , San Bernardo y la Biblia), estuvo intrigado durante mucho tiempo por el motivo del diamante; hasta que al descubrir un pasaje en los escritos de Alexander Mach, donde (de acuerdo con los textos bíblicos que se citan abajo) a «Cristo se le llamaba el Eckstein..., se dio cuenta de que la palabra (germana) para “diamante” era la misma que para “piedra de esquina” (p. 76). El emblema aparece en estufas calientaplatos, y en relación con esto Mr. Stoudt cita apropiadamente la instrucción de Clemente de Alejandría a los primeros cristianos al efecto de que colocaran los símbolos aceptados de Cristo en sus utensilios domésticos.
Hasta aquí, bien. Sin embargo, nosotros podemos seguir adelante, e indagar en cuales sentidos a Cristo se le llama a la vez «diamante» y «piedra de esquina», o más literalmente «piedra angular». En Salmos 118:22 = San Mateo 21:42 = San Lucas 22:17, tenemos «La piedra que los constructores desecharon, la misma ha devenido la cabeza del ángulo» (kephalen gonias, caput anguli); en Efesios 2:20, «Él mismo es la piedra angular principal» (ontos akrogoniaion autou chrisou ‘Iesou, ipso summo angulari lapide Christo Jesu), y el texto prosigue: «en quien cada edificio separado y exactamente ensamblado (synarmodogomene, constructa = sánscrito samskrta) crece como un templo sagrado (eis naon agion) en el Señor, en quien vosotros también sois edificados juntos (coedificamini) como una edificación de Dios en el Espíritu (en Pneumati = sánscrito atmani)». La intención evidente del texto es describir a Cristo como el único principio del cual depende la totalidad del edificio de la Iglesia. Ahora bien, el principio de algo no es una de sus partes, ni está dentro de ellas, ni es tampoco una totalidad de ellas, sino eso en lo que todas las partes se reducen a una unidad sin composición. La figura es paralela a la de los miembros del Cuerpo Místico de Cristo. Pero, por muy importante que sea, una «piedra angular», en el sentido aceptado de una piedra situada en la esquina de un edificio, aunque se trate de la esquina más elevada, es sólo uno de cuatro soportes iguales; así pues, en toda lógica, nosotros no podemos hablar de la piedra angular; y por su parte, cada una de las piedras angulares, en lugar de ser el principio dominante del edificio, más bien lo refleja. Aquí comenzamos a sospechar que el significado de «piedra angular» puede no haberse comprendido; es decir, que eso en lo que los hombres están «todos ensamblados» no puede considerarse como una piedra angular en el sentido de una piedra situada en la esquina o el ángulo del edificio.
Para saber lo que se entiende por las expresiones evidentemente equivalentes de «cabeza del ángulo» y «(piedra) angular principal», debemos preguntarnos primero lo que se entiende por «ángulo» o «(piedra) angular». Hablar de una «esquina» elude la cuestión porque, para nosotros, una esquina es siempre una de varias esquinas, lo más habitual una de cuatro; «ángulo», que puede implicar la esquina o la cima de un edificio o de un frontón, es intencionalmente ambiguo. Gonia puede referirse a la posición, por ejemplo en un ángulo, o a la figura, por ejemplo en un «polígono», o cuando significa el «cortaaguas de un puente». Gonia es aquello que es prominente o que sobresale, y se usa metafóricamente en este sentido en la versión bíblica de los Setenta (I. Samuel 14:38): «todos los jefes del pueblo», en la versión de la Vulgata angulos populorum; la palabra hebrea que se traduce por ángulos es pinnap, plural de pinnoth. El inglés «quoin» o «coign», que es el equivalente etimológico de gonía, puede ser una piedra angular sin importar el nivel, o puede ser un caballete, según el contexto.
Las palabras que significan «ángulo» o «angular» se combinan con otras que significan «cabeza» y «extremidad». Kephale, «cabeza», y arquitectónicamente «capitel», sólo puede aplicarse a lo que forma la cima de algo. Akros implica extremidad, en cualquier dirección que sea, como en «acrolíthico», una estatua cuyas extremidades, cabeza, manos y pies, son de piedra, pero a menudo con referencia especial a la cima o la parte más alta, como en «acropolis». ‘Akroterion es el pedestal para una figura u otro terminal en la cima o en las esquinas de un frontón o sobre un caballete (o a veces se refiere al pedestal y a la figura juntos). En el caso de una estructura de piedra, tal pedestal o terminal podría haberse llamado propiamente un akrogoniaios lithos.
¿Cuál era la figura del edificio implícito o dado por hecho en nuestros textos? Sería conveniente pensar en un edificio adomado o de techo como de tienda, pero es más plausible un edificio rectangular con un techo en pico, en vista de la probable derivación de la forma del templo de Salomón a partir de la del Tabernáculo, que era también la forma tradicional del Arca. La terminación en ángulo de un tal edificio expresa su esencia en proyección vertical. Si ahora igualamos akrogoniaios lithos con akroterion, será ciertamente a la piedra angular superior, y no a ninguna de las piedras angulares laterales, a la que Cristo habría sido comparado. Ciertamente, Él es la cima del techo. Por consiguiente, nuestro punto de vista es que el significado real del texto podría traducirse mejor «ha devenido la piedra clave del arco», o «la clave de la bóveda». En otras palabras, nosotros le vemos en esa posición de la cima de un domo que, en la arquitectura cristiana, la ocupa regularmente la figura del Pantokrator o un monograma correspondiente o un símbolo solar, o incluso un «ojo» arquitectónico sobremontado por una «linterna». Él es la piedra clave, la piedra del caballete, o la clave de bóveda de la estructura cósmica que es también su «Cuerpo Místico», monumento y lugar de morada, y del cual el hombre individual es una analogía microcósmica.
Ahora podemos llamar la atención ventajosamente hacia algunos paralelos orientales que resultan más bien admirables. En Jataka I.1.200-1 y Dhammapada Atthakatha I.269 se está construyendo una «sala de reposo» (vissamana-sala). El edificio no puede hacerse de madera verde, sino sólo de madera seca. La mujer Sudhamma, «Virtud Perfecta», ha preparado de antemano una clave de bóveda de madera seca. Los constructores, que quieren retener para sí mismos el mérito de la obra, se ven obligados a usar este kannika contra su voluntad: el palacio celestial, pues tal es en último análisis la «sala de reposo», no puede completarse de otra manera. La clave de bóveda de madera dura que los constructores habían rechazado deviene la piedra clave del techo. Debido al hecho de que Sudhamma ha aportado el elemento que corona la estructura, se da su nombre a la sala de reposo misma. El nombre sudhamma es manifiestamente el de un principio, y es idéntico en significado con el kusala-dhamma («poderes eficientes de la consciencia», es decir, «virtudes perfectas», pero no exclusivamente en un sentido ético) de Milindapanha 38 como se cita en el párrafo siguiente.
Como hemos mostrado en otra parte, la clave de bóveda es la pieza maestra del techo, como el techo mismo es la característica esencial del edificio, que es sobre todo un hogar. Así pues, la clave de bóveda o, en algunos casos, el caballete, deviene acordemente el tema de numerosas parábolas, por ejemplo Milindapanha 38 «De la misma manera que las vigas de un edificio de techo de cuchillo van hacia la cima, se sostienen en la cima y se juntan (samosarana) en la cima, y a esta cima se la reconoce como la sumidad (agga = agra) de todo, así todos y cada uno de los poderes eficientes de la consciencia (kusala dhamma) se aúnan (samadhi, etimológica y semánticamente «síntesis») en su cabeza (pamukha), se sostienen y tienden hacia el aunamiento», o, en los términos de otra comparación, como las cuatro alas de un ejército se relacionan con el rey, rodeándole y dependiendo de él como su cabeza.
Vista desde abajo, nuestra clave pende de la bóveda del techo, aunque evidentemente, no está soportada desde abajo, sino que es más bien, virtualmente, el capitel de un pilar central; de la misma manera que el poste de un cuchillo, aunque soportado por una viga travesera, es virtualmente la parte superior de una columna que se extiende hacia abajo y que es soportada por el suelo. El pilar central implícito así puede compararse al poste central de una tienda o al mango de un parasol; la equivalencia del techo con el parasol es explícita. Un tal pilar central corresponde también al tronco del Árbol de la Vida y al poste vertical de la Cruz, griego stauros, sánscrito skambha; y es el principio central de toda la construcción, que parte desde él hacia abajo y que vuelve a él por arriba, como puede verse rápidamente si consideramos un edificio en su aspecto más simple, que es el de un tepee o una pirámide. El empleo efectivo de este pilar central está implícito en una forma más antigua de la parábola citada arriba, a saber, en Aitareya Aranyaka III.2.1, donde «De la misma manera que todas las demás vigas (vamsa, literalmente «bambú») se unifican (samahitah) en la viga central de la sala (sala-vamsa), así están unificados en este Soplo (pana) los poderes (indriyani) del ojo, el oído y la mente, el cuerpo y la totalidad del Sí mismo (sarva atma)». Como es usual, aquí el «Soplo» se refiere al Brahman y al Atman, es decir, al Espíritu.
El edificio mismo es el cosmos en una semejanza, y por consiguiente una semejanza del .cuerpo» del Hombre cósmico (lokavati, Maitri Upanishad VI.6), a saber, el «cuerpo místico» de Cristo «del cual vosotros sois miembros»: la clave de bóveda en la que se encuentran las vigas (como se encuentran en un punto los ángulos de una pirámide, o las varillas de un parasol, o los radios de un círculo), es el Sol de los Hombres (suryo nrn, Rig Veda Samhita I.146.4), el «loto único del cielo» (Brhadaranyaka Upanishad VI.3.6). El pilar expreso o implícito, en torno al cual se construye todo el edificio, con sus cuatro esquinas o cuadrantes (representados a veces por otros pilares), es el centro o el «corazón» del edificio en cualquier piso, círculo (cakra, loka) o nivel de referencia (por muchos niveles que pueda haber): y, cósmicamente, es el pilar del Sol que se extiende desde el centro del cielo hasta el ombligo de la tierra, y el pilar del Fuego que se extiende inversamente desde el ombligo de la tierra hasta el centro del cielo; y es igualmente el «pilar de la vida en el punto de separación y de encuentro de las vías» (Rig Veda Samhita V.5.6, V.139.3, etc.), el Branstock o tronco ígneo del Árbol de la Vida y de la Zarza Ardiente, el Dardo de Luz o el Rayo que separa y une a la vez el cielo y la tierra, y con el que el Dragón fue herido en el comienzo, y el tronco vertical de la Cruz de Luz — stauros y skambha. En este pilar omniforme, que se extiende desde el piso hasta el techo del cosmos, existen todas las cosas en una sola forma, a saber, la forma única que es la forma de cosas muy diferentes: «Ahí es inherente este todo, ahí todo lo que se mueve, todo lo que respira… que, concurrentemente (sambhuya, «ensamblado», «combinado», etc.), es un único» (ekma eva, Rig Veda Samhita V.8.7-11) corresponde a Efesios 2:20 «en quien vosotros también sois edificados juntos», y a los Hechos apócrifos de Juan, 98-99: «una cruz de luz levantada, en la cual había una forma y una semejanza, y en ella otra multitud de formas diversas… Esta cruz, entonces, es la que mantenía fijadas todas las cosas aparte y la que juntaba todas las cosas a sí misma… y la que también, siendo una, fluía dentro de todas las cosas». El hecho de que el Vajra, en tanto que «rayo», coincida con el Skambha, en tanto que Axis Mundi, es una doctrina cuyo similar puede reconocerse en Heráclito XXXVII, «el rayo (keraunos) gobierna (oiakizei) todas las cosas», o — como podría haberse dicho también — oikizei, «construye todas las cosas».
La «cabeza» de este pilar es la Faz de Dios, solar y presenciadora del hombre (nr-caksus), el sol omnisciente y omniforme, que es también el espíritu cuyo beso dota de ser a todas las cosas (Satapatha Brahmana VII.3.2.12-13), y que conecta a todas las cosas a sí mismo en una única con-spiración. Además, su Orbe no es sólo la clave de bóveda del cosmos, sino la puerta de los mundos, a cuyo través uno se libera enteramente, saliendo del cosmos — «Ningún hombre va al padre salvo por mí… Yo soy la vía… Yo soy la puerta» (San Juan 14:6 y 10:9). Arquitectónicamente, la «cabeza del ángulo» es nuestra clave de bóveda, piedra de caballete, y acrótero, es decir, el capitel de un pilar axial, que es realmente un pilar de luz pneumática, y que, si no está realizado estructuralmente, por ello no está menos presente idealmente. Macrocósmicamente, esta «cabeza del ángulo» es el Sol en el cenit; y quienquiera que vuelve a este Sol, a saber, a la Verdad, como igual a igual, por una ablatio omnis alteritatis, deviene un Movedor a voluntad y para él es «día para siempre».
En diferentes países, la piedra o el metal más duro y más brillante que se conoce, ha sido el símbolo de la indestructibilidad, de la invulnerabilidad, de la estabilidad, de la luz y de la inmortalidad. En este sentido, el indio de Norteamérica conserva hasta este día lo que era ya probablemente un uso paleolítico del «sílex»; el piramidion egipcio estaba hecho de granito «pulido como un espejo»; el adamante (diamante) del mundo clásico era probablemente de origen indio; los chinos tenían su jade, pero con el budismo derivaron también de la India los valores simbólicos del vajra, que tradujeron por el carácter chin (Giles 2032) cuyo valor principal es metal, especialmente oro, y también arma.
El sánscrito vajra no es sólo el relámpago, el rayo, el dardo, o la lanza con la que Indra hirió al Dragón en el comienzo, y el Axis Mundi y el Pilar Sacrificial, skambha y stauros (sánscrito sthavarah, «firme»), sino también «diamante», y en este último sentido con referencia especial a las cualidades de dureza, de indestructibilidad, y de brillo intelectual. Tenemos, por ejemplo, expresiones tales como vajrasana, «trono de diamante» (sobre el que se han sentado en el Ombligo de la Tierra el Buddha y todos los Munis precedentes), y vajra-kaya, «cuerpo de diamante», un cuerpo de luz inmortal. El sánscrito asri, ángulo, esquina, y amsa, parte, esquina, filo, punta, etc. se relacionan con akros, acer y acies. Del vajra, como arma o poste sacrificial, se dice constantemente que es «angular», por ejemplo, «de cuatro filos» (catur-asri) en Rig Veda Samhita IV.22.2; en Aitareya Brahmana II.1 y Kausitaki Brahmana X.1 se identifican el poste sacrificial (yupa = stauros) y el rayo (vajra), y tanto a uno como al otro se les hace que sean «de ocho ángulos» (astasri). Es evidente que el vajra, como «adamante» o diamante, es una piedra que tiene naturalmente ocho ángulos. De la misma manera, el pali attansa, «de ocho filos», es a la vez «diamante», y «pilar», típicamente de un palacio celestial (para referencias ver PTS, Pali Dictionary, s.v.). El chino pin (japonés kongo, sánscrito vajra), en combinación con otro caracteres, nos da expresiones tales como «corneja de oro» (el Sol), y «pivot o eje de diamante» (la Luna). El carácter para «eje», shu (Giles 10092) implica también «centro», y todo lo que es fundamental: t’ien shu es el polo o eje sobre el que gira el cielo; shu yu (Giles 13626) es el poder que controla, la mente que guía, hegemon. Sin adentrarnos más en el análisis de estas expresiones, será suficientemente evidente que el complejo de ideas en el que están inseparablemente conectadas las nociones de la cualidad adamantina y del eje polar o solar del universo es una parte esencial de una tradición universal y extensamente distribuida, a la luz de la cual deben considerarse las frases bíblicas examinadas arriba.
Concluiremos con una referencia a la noción de una piedra de esquina o piedra angular que es también una extremidad en los términos de la arquitectura egipcia. Ninguna unidad arquitectónica que pueda considerarse sería más apropiada que un piramidión (el miembro que corona una pirámide) a la frase «cabeza del ángulo», o simplemente «ángulo», como se usa en OT. para significar caudillo o líder. Los piramidia de Weserka-ra (décima dinastía) y de Amenemhat III (duodécima dinastía) se describen en Ann. du Service des Antiquités XXX, 105 sigs., y III, 206 sigs. La característica de estos piramidia es su simbolismo solar. Del primero, «una gran punta de pirámide de granito negro», se nos dice que «En lo alto de cada una de sus caras, el disco solar extiende sus alas protectoras», donde los cuatro símbolos solares son los de las «divinidades de los cuatro puntos cardinales, a saber, Ra, Ptah, Anubis y los astros nocturnos». El segundo «está tallado con una regularidad singular y ha sido pulido como un espejo… La faz está ocupada por un bello disco alado flanqueado por dos Uraeus; entre las dos alas hay grabado un grupo formado… de los dos ojos, de los tres laudes y del disco no alado» (en cuyo centro se marca el centro del círculo): «Cada cara, que responde a una de las casas del mundo, está consagrada a la divinidad que protege esa casa». Aquí se reconocerá inmediatamente la disposición normal de un punto central, rodeado por cuatro guardianes de los cuatro cuadrantes. Las leyendas grabadas en las cuatro caras del piramidión son diálogos entre el decedido o su sacerdote y las deidades guardianas de las «casas» respectivas: en el Este, por ejemplo, «“Ábrase la faz del rey Nimari (nombre del rey como hijo de Ra, el Sol) para que dé al rey Amenemhaît levantarse como dios señor de la Eternidad e indestructible”. Así habla el sacerdote, y el dios Harmakhis, guardián de la casa este responde, “Harmakhis ha dicho: yo he dado el horizonte excelente al rey del sur y del norte que toma la herencia de las dos tierras” — aquí se dirige directamente al rey — “para que tú te unas a él; así me ha complacido”. Y el horizonte toma la palabra a su vez. “El horizonte ha dicho que tú te reposes en él; así me ha complacido”». Y similarmente en las otras casas.
A esto debe agregarse que el jeroglífico del «piramidión», bnbn.t (también la «punta de un obelisco»), en la combinación bnbn.tj deviene un epíteto del Dios Sol, «Él, del piramidión».
El rey decedido es aceptado así al mismo tiempo por las cuatro caras o el cuádruple aspecto del Sol, y se identifica con el Sol, mientras que los dos reinos, el norte y el sur, son analógicamente el Cielo y la Tierra, cuya herencia recibe; la pirámide misma, que no representa meramente la tumba, sino al mismo tiempo la incorporación cósmica o el lugar de morada del rey resucitado, deviene ahora un miembro del «cuerpo místico» del Sol. Como se podría decir, el apex de la pirámide, que es también el Sol, es arquitectónicamente el único principio en el que todo el resto del edificio se edifica y que existe más eminentemente. Si bnbn.t es también la «punta de un obelisco», que corresponde al «Pilar del Sol» de otras tradiciones, a este pilar puede decirse que lo representa el espigón que se proyecta desde la superficie de la base del piramidión y que lo sostiene firmemente cuando está en su sitio. Ahora bien, si Cristo es el «ángulo» o la «cabeza del ángulo», es evidente que, en la fraseología arquitectónica egipcia, esto podría haberse expresado diciendo que «ha devenido el bnbn.t» en lugar de «ha devenido la cabeza del ángulo». No es absolutamente imposible que la expresión hebrea misma fuera finalmente de origen egipcio, y que así deba restaurarse.