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Sadra / Sadrā / Sadrâ / Mulla Sadra / Mullā Sadrā / Molla Sadra

  

Ṣadr ad-Dīn Muḥammad Shīrāzī, ou Mulla Sadrā ou Molla Sadra, Mollasadra ou Sadr-ol-Mote’allehin (1571/72 - 1635/36), philosophe iranien, chiite duodécimaine.

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Jambet

Molla Sadra é conhecido pela Soma, integrando metafísica, física e doutrina escatológica, intitulada "A Sabedoria sobre-eminente concernente às quatro viagens do inteligível". Nesta obra opera uma profunda revolução ontológica, abalando a tradição essencialista, gerando controvérsias que ainda persistem hoje em dia. Sadra repensa a herança de Avicena  , Sohravardi   e Ibn Arabi  , propondo ao islame xiita uma interpretação espiritual da promessa corânica e dos ensinamentos dos santos Imames. Sadra também escreveu outros livros importantes como: O Livros da origem e do retorno, As Chaves do mundo supra-sensível, As Testemunhas Divinas, além de várias epístolas, comentários místicos do Corão e dos Imames, e um diwan de poemas em persa. breve 8724

Hernández

La obra y el pensamiento de Molla Sadra son fundamentales para comprender el movimiento de la Si’a, su desarrollo, formulación ideológica y aún su praxis. Con toda justeza H. Corbin   ha partido de Molla Sadra para centrar sus profundos conocimientos sobre el pensamiento islámico iraní. Ciertamente, nadie mejor que Molla Sadra ha señalado el sentido de «viaje espiritual» característico del «movimiento» sil y sus consecuencias ideológicas. La vieja «metafísica» esencialista platónica, tan sabiamente estructurada en el sistema aviceniano, se transforma en una cierta «metafísica» del acto de existir, no de la «existencia» concreta, que es algo radicalmente alejado de su mente. El «acto de existir» no da origen   a ninguna analítica existencial, sino a una ontosophia del cambio: metamorfosis fundamental; no sólo cambia la «forma» como tal, sino también como «sustancia». Su ideología parte de un hecho radical: el estado de «caída» de un alma raíz, pues lo es todo, que debe levantarse desde el abismo de las tinieblas hasta el mundo espiritual angélico. El «estado humano» del alma es el «nivel» que permite este análisis  , que se realiza a través de cuatro viajes simbólicos. El primero es el «ascenso» físico: desde todo aquello que ha sido creado hasta la Verdad Suprema: Dios; su contenido coincide con la física aviceniana. El segundo es el «recurso» teológico: desde Dios creador hasta la Esencia divina; su contenido, esencia, nombres y atributos divinos es la Ciencia de las cosas divinas. El tercero es el «descenso» místico: desde Dios creador por efusión luminosa hasta el mundo angélico, pero por la iluminación que Dios da; su contenido es el orden de la emanación de los seres desde Dios como Luz de Luces, lo que permite conocer los universos suprasensibles y las inteligencias celestes. El cuarto es el «recurso» místico: desde Dios en el mundo creado; su contenido es la ciencia de sí mismo y el autoconocimiento del alma, o sea: la sabiduría oriental. «Sólo quien conoce su alma conoce a su Señor.» Así se abren las puertas del sentido esotérico de la «ciencia de la unicidad» y se penetra hasta el misterio de la Resurrección definitiva. Para realizar esta síntesis Molla adrá ha sincretizado el pensamiento aviceniano con la interpretación israqi de al-Suhrawardi y la teosofía mística de Ibn Arabi. Y esta labor la ha encuadrado dentro del marco de la religiosidad sil, la cual creía, exponía y practicaba como auténtico Islam integral. Su concepción, pues, constituye una gnosofía del profetismo permanente.

Sin profetas no cabe ningún tipo de auténtico saber. La inspiración divina ha colocado estos «mediadores» entre la ignorancia humana y la sabiduría divina. De estos sobrehumanos profetas seis han sido encargados de revelar sucesivamente a los hombres la Ley Divina: Adán, Noe, Abraham, Moisés, Jesús y Muhammad  . Con el último queda cerrado el ciclo de la profecía a nivel de Ley (al-sana). Pero ¿queda con ello clausurada la comunicación profética de Dios? En modo alguno; si no podemos llegar a la Ley sin la ayuda de Dios, difícilmente vamos a entenderla por sí solos. No precisamos de un nuevo Libro, pero sí de un Mantenedor del Libro. Por tanto, al ciclo de la profecía «legal» sigue el de la «iniciación» espiritual: la walaya o profecía permanente, que durará hasta la aparición del Imam anunciador de la Resurrección definitiva. El contenido de esta iluminación duradera y sucesiva procede de la «esencia verdadera profética», fuente de la «legislación» profética exotérica de Muhammad y de la revelación esotérica personal. Los «catorce inmaculados»: Muhammad, Fátima y los doce Imames constituyen el Pléroma profético lumínico. Los Imames, durante su rápida epifanía terrenal, «mantienen el Libro» e inician a los fieles en su verdadero sentido: el esotérico. Así, hasta el XII Imam, cuya parusia definitiva revelará el último sentido oculto de la Verdad, tras este túnel que ahora atravesamos: el tiempo de la ocultación. Es cierto que el verdadero sabio algo conoce de todo esto; pero es una verdad tan deslumbradora que cegaría los ojos del común de los hombres, incluso de los fieles y les llevaría a considerar a los iniciados como idólatras. El mismo «retiro» de Molla Sadra es un vivo testimonio de esta situación. Y, sin embargo, es el único camino de la sabiduría. La filosofía de la luz sin el Islam no alcanza la Verdad; el Islam exotérico se queda en la «letra»; tan sólo el Islam de la Sí a ha logrado la concordancia radical, o sea: en su fuente, de la luz de la inteligencia filosófica y aquella otra de la Revelación divina, colocando a la Sabiduría en el «Nicho de las luces» de la profecía permanente. [Excertos de Miguel Cruz Hernández. Historia del pensamiento en el mundo islámico, III: El pensamiento islámico desde Ibn Jaldun hasta nuestro días]