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João Batista / Juan Bautista / Yohanan the Dipper

  

Mircea Eliade

Es importante poner de relieve otro hecho: el tiempo escaso —unos pocos años— que media entre la experiencia extática de Pablo y el acontecimiento que reveló la vocación de Jesús. En el año 15 del principado de Tiberio (el 28-29 d. C.), un asceta, Juan Bautista, empezó a recorrer la región del Jordán, «pregonando un bautismo, para que se arrepintieran y se les perdonaran los pecados». El historiador Flavio Josefo lo describe como «un hombre honesto» que exhortaba a los judíos a practicar la virtud, la justicia y la piedad. De hecho, era un auténtico profeta, iluminado, irascible y vehemente, en abierta rebelión contra las jerarquías política y religiosa judías. Jefe de una secta milenarista, Juan anunciaba la inminencia del Reino, pero sin reivindicar el título de Mesías. Su llamada tuvo un eco considerable. Entre los miles de personas que acudían de toda Palestina para recibir su bautismo se hallaba Jesús, originario de Nazaret de Galilea. Según la tradición cristiana, Juan reconoció en él al Mesías.

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Durante algún tiempo practicó Jesús el bautismo, al igual que Juan Bautista y probablemente con mayor éxito. Pero al enterarse de que el profeta había sido encarcelado por Herodes, Jesús abandonó Judea y marchó a su país natal. Flavio Josefo explica el gesto de Herodes por el miedo: temía las consecuencias del influjo de Juan Bautista sobre las masas y la consiguiente rebelión. En cualquier caso, lo cierto es que su encarcelamiento desencadenó la predicación de Jesús. Desde su llegada a Galilea, Jesús proclamaba el evangelio, es decir, la buena noticia: «Se ha cumplido el plazo, el reinado de Dios está cerca. Arrepentíos y creed la buena noticia». Este mensaje expresa la esperanza escatológica que, con pocas excepciones, dominaba la religiosidad judía desde un siglo atrás. Siguiendo a los profetas y también a Juan Bautista, Jesús predecía la inminente transformación del mundo. Tal es la esencia de su predicación. [História das Crenças Religiosas 2]

Michel Henry

A sequência imediata do segundo texto [do prólogo do Evangelho de João], é a profecia do Batista onde se encontra quebrada pelo menos duas vezes a genealogia humana. Uma primeira vez quando o Batista inverte a ordem temporal desta genealogia, inversão que já mostramos o significado. «Aquele que vem depois de mim passou ante de mim, porque era antes de mim» (Jo 1,15). Uma segunda vez quando, para formular seu testemunho decisivo segundo o qual Jesus é o Cristo, o Batista, longe de se contentar do que ele viu — «Eu vi o Espírito descer do céu como uma pomba e permaneceu sobre ele» (Batismo de Jesus) —, se refere a “isto que lha havia dito Deus”, a saber que aquele sobre o qual ele veria se posar uma pomba, este era o Cristo. Aqui ainda, e de maneira exemplar, aparece que isto não é a manifestação visível, a descida da pomba sobre o homem sobre o qual ela se posa, que pode portar o testemunho, constituir a revelação na qual se revela o Arque-Filho, o Verbo enquanto tal: esta revelação não pertence senão à Vida, ela é sua auto-revelação, na ocorrência do Dizer de Deus. [Michel Henry  , Eu Sou a Verdade]