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stauros / staurós / σταυρός / crux / crucis

  

¿Qué sentido tiene la cruz en la gnosis heterodoxa? Apenas o ninguno, según críticos tan autorizados como C. Schmidt. De ahí la poca o nula importancia que adquiere en muchos escritos; el descuido del tema, prácticamente absoluto, entre los estudiosos de la gnosis.

Y, sin embargo, el capítulo demuestra todo lo contrario. A vueltas de prejuicios poco evangélicos, el tema de la cruz arraiga hondo en las familias de mayor peso doctrinal y se ramifica en casi todos los campos de la economía.

Literariamente figura mucho, en particular entre valentinianos y setianos  , a un nivel metahistórico de complejas derivaciones.

Es sintomático el tanteo preliminar sobre las figuras de la cruz en el Antiguo Testamento. Levemente apuntadas más que desarrolladas, indican una toma clara de posición. El «árbol de la vida» y el «árbol del conocimiento» — ambos en el paraíso — están proyectados hacia la cruz. Igualmente, el «crisma del árbol de la vida», el «fruto de la gnosis» (del árbol del conocimiento). El «arca de Noé» es también figura de la cruz; de la «serpiente de bronce» parten dos líneas hacia la serpiente del paraíso (en diálogo con Eva) y hacia el Hijo del hombre, exaltado (en la cruz). A todas hay que añadir, tal vez, la «extensión de manos» de Moisés ante Amalec. Y ciertamente la Pascua (resp. el cordero pascual), el simbolismo del velo (katapetasma), y otros comunes a ambos Testamentos.

Había que registrar algunos testimonios neotestamentarios tan significativos como Eph 3,18 (sobre las dimensiones de la cruz), 1 Cor 1,18, Gal 6,14 y otros que enaltecen la sublimidad del misterio de la cruz, inaccesible al vulgo y abierto al hombre espiritual.

Una misteriosa estaurología solicitó la curiosidad de los sectarios. Mucho antes que la cruz sensible del Calvario, hubo otra «verdadera», clavada — según postulados de filosofía gentil — en los cielos.

La terminología valentiniana confirma, aun con exceso, las sospechas. Los nombres de la cruz emulan, por su número y tecnicismo, los del propio Cristo. Solos valentinianos enumeran los siguientes: horos, staurós, Horothetes, Lytrotes, Karpistes, Metagogeús (resp. Metocheús). Todos ellos con significado propio, aunque no en todos igualmente complejo.

La cruz como horos abre perspectivas hacia el paganismo — con su estaurología cósmica — y hacia el judaismo. Por la vertiente hebrea interfiere con la teología del «velo» (katapetasma) y su proyección al universo. Por la vertiente pagana se enreda con el pneuma fronterizo (resp. psyche methorios), entre estoico y platónico, «límite» y juntamente principio de cohesión. Sin urgir más, se adivina bastante en torno a la eficacia de la cruz horos: el sacerdocio sumo del Verbo, mediador entre los dos reinos, separados por la cruz; la eficacia del Espíritu intermedio (de Basílides) en el progreso del cosmos hacia la final apocatástasis.

Pero ¿hay algo típicamente cristiano en tales aplicaciones? Sin duda. Al margen de temas todavía equívocos, como el de la cruz a cuestas (resp. la teología del bastazein), el horos esconde elementos cristianos, aunque muy contaminados. Destaca la doble eficacia — purgativa y cohesiva — sobre la iglesia de los escogidos. Eficacia míticamente anticipada con el ejercicio del Logos sobre el propio Espíritu personal o Sofía. Largo ha sido el análisis   de ambas actividades sobre Achamot (= Sofía) y sobre la iglesia de Achamot dispersa en el mundo. Las dos se apoyan en textos neotestamentarios. Ambas se orientan hacia la salud perfecta: la primera, mediante la purificación — siempre obra del crucificado Logos horos — del pneuma, de pasiones o pecados fundados en ignorancia (resp. comunión con la materia); la segunda, mediante la «iluminación» gnóstica, causa de la «unidad de espíritu».

Inútil repetir las «variaciones» desarrolladas por solos valentinianos en torno a este doble lema horos-staurós. «Purgación» dice muy poco. Tanto como «purificar», el horos define, limita, protege, separa. Y juntamente, por conjunción con el staurós, da firmeza, sirve de enlace y tránsito al pneuma desde el cosmos al Reino de Dios, une con unidad de Espíritu y salva.

La «salud» se perfila sensiblemente, a los ojos del gnóstico, en la figura de la cruz. El tramo horizontal separa las dos grandes regiones de la luz y de las tinieblas, de Dios y del mundo. El tramo vertical — el verdadero staurós, el único que hace del horos vehículo y camino de mediación entre Dios y los hombres — señala la trayectoria de la «salud». Basta que los espirituales, apropiados al Cuerpo místico de Jesús, se adentren con El, a través del horos, por el palo vertical, en el reino del Espíritu. Llegarán espíritus al Espíritu, y harán «unidad de pneuma» con Dios merced a la eficacia estaurológica del Salvador.

A esta perspectiva de la cruz según los dos palos, situados en la divisoria entre Dios y los hombres, responde, en versión doctrinal, la eficacia de Jesús crucificado, autor del Espíritu. El mismo que en el Jordán había recibido de lleno, con fines salvíficos, «el Espíritu del conocimiento del Padre», se hace idóneo en la cruz sensible para derramarlo — como primicias de los escogidos — sobre la Iglesia de elección. Ipso facto se constituye mediador de la «comunidad de Espíritu», simbolizada en la cruz divisoria del universo: infundiendo sobre los espirituales el pneuma de gnosis, que los conducirá espontáneamente, de la dispersión del mundo, a la unidad característica del Reino de Dios.

Los textos analizados se traducen, sin violencia mayor, en términos asequibles a la ideología eclesiástica. A la postre, la eficacia de la cruz, entre gnósticos  , se resume en la «iluminación». Y, viceversa, la gnosis consiente traducciones varias: «redención», «emancipación», «traslación», «paso de fronteras», «crucifixión»... Cada una de las cuales representa un aspecto positivo en la compleja eficacia «salvífica» de Cristo.

La mentalidad pagana aparece con el contraste de los dos mundos, ejemplar e imagen, en su aplicación obvia. Lo doloroso, lo humanamente difícil de la cruz, no cuenta. O cuenta sólo en la región umbrátil, como secuela de la crucifixión en sustancia imperfecta. No toca a la cruz ni a su eficacia. Lo «verdadero» de la crucifixión — lo que se cumple en el reino de la «verdadera vida» — se salva singularmente en la purificación «gnóstica» del espíritu y en su restitución a las esencias puras de que había sido desterrado. La misma cruz (= horos), que dio lugar-en los preliminares de la creación — al exilio del «pneuma», le sirve de vehículo (como staurós) para su retorno a la patria.

La doble eficacia de la cruz se confunde prácticamente con las dos actividades características del Mediador: a) en cuanto Logos (dioristikos) o creador sustancial, que define o individúa a los creyentes, en especial a los espirituales; b) en cuanto Cristo o salvador, que ilumina y espiritualiza a los creyentes, atrayéndolos a la comunión de Espíritu (masculino) con Dios: de lleno a solos pneumáticos (kata gnosis), y en parte a los justos (kata pistin). [ORBE  , Antonio. Cristología Gnóstica  ]