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HDV: aham

quinta-feira 1º de fevereiro de 2024

  

Es en virtud de la doble relación que acaba de indicarse, y de este papel de intermediario entre la personalidad y la individualidad, por lo que, a pesar de todo lo que hay necesariamente de inadecuado en una tal manera de hablar, se puede considerar al intelecto como pasando en cierto modo del estado de potencia universal al estado individualizado, pero sin dejar de ser verdaderamente tal cual era, y solamente por su intersección con el dominio especial de algunas condiciones de existencia, condiciones por las que se define la individualidad considerada; y produce entonces, como resultante de esta intersección, la consciencia individual (ahankâra), implícita en el «alma viva» (jîvâtmâ) a la cual es inherente. Como ya lo hemos indicado, esta consciencia que es el tercer principio del Sânkhya, da nacimiento a la noción de «yo» (aham, de donde el nombre de ahankâra, literalmente «lo que hace el yo»), ya que tiene como función propia prescribir la convicción individual (abhimâna), es decir, precisamente la noción de que «yo soy» concernido por los objetos externos (bâhya) e internos (abhyantara), que son respectivamente los objetos de la percepción (pratyaksha) y de la contemplación (dhyâna); y el conjunto de estos objetos se designa por el término idam, «esto», cuando se concibe así por oposición con aham o el «yo», oposición completamente relativa por lo demás, y bien diferente en eso de la que los filósofos modernos pretenden establecer entre el «sujeto» y el «objeto», o entre el «espíritu» y las «cosas». Así, la consciencia individual procede inmediatamente, pero a título de simple modalidad «condicional», del principio intelectual, y, a su vez, produce todos los demás principios o elementos especiales de la individualidad humana, de los cuales vamos a tener que ocuparnos ahora. [HDV VII]