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HDV: sánscrito

quinta-feira 1º de fevereiro de 2024

  

Otra expresión que nos parece todavía más desafortunada que la de "brâhmanismo esotérico", es la de "teosofía brâhmanica", que ha sido empleada por M. Oltramare; y éste, por lo demás, confiesa él mismo que no la ha adoptado sin vacilación, porque parece "legitimar las pretensiones de los teósofos occidentales" a certificarse en la India, pretensiones que reconoce mal fundadas. En efecto, es verdad que es menester evitar todo lo que se arriesgue a mantener algunas confusiones de lo más fastidioso; pero hay todavía otras razones más graves   y más decisivas para no admitir la denominación propuesta. Si los pretendidos teósofos de los que habla Oltramare ignoran casi todo de las doctrinas hindúes y no les han tomado más que palabras que emplean a diestro y siniestro, tampoco se vinculan más a la verdadera teosofía, ni siquiera occidental; y es por eso por lo que tenemos que distinguir cuidadosamente "teosofía" y "teosofismo". Pero, dejando de lado el teosofismo, diremos que ninguna doctrina hindú, o incluso más generalmente ninguna doctrina oriental, tiene con la teosofía suficientes puntos comunes como para que pueda dársele el mismo nombre; eso resulta inmediatamente del hecho de que este vocablo designa exclusivamente concepciones de inspiración mística, y por tanto religiosa, e incluso específicamente cristiana. La teosofía es algo propiamente occidental; ¿por qué querer pues aplicar esta misma palabra a unas doctrinas para las que no está hecha, y a las que no conviene mucho más que las etiquetas de los sistemas filosóficos de occidente? Todavía una vez más, no es de religión de lo que aquí se trata, y, por consiguiente tampoco puede tratarse más de teosofía que de teología; estos dos términos han comenzado por ser casi sinónimos, aunque, por razones puramente históricas, hayan llegado a tomar acepciones muy diferentes (Se podría hacer una precisión semejante para las palabras "astrología" y "astronomía", que eran primitivamente sinónimas, y cada una de las cuales, entre los griegos, designaba a la vez lo que una y otra han designado después por separado.). Se nos objetará quizás que nos mismo hemos empleado más atrás la expresión de "Conocimiento Divino", que es en suma equivalente a la significación primitiva de las palabras "teosofía" y "teología"; eso es verdad, pero, primeramente, no podemos considerar estas últimas teniendo en cuenta solo su etimología, ya que son de aquellas para las cuales ha devenido completamente imposible hacer abstracción de los cambios de sentido que un uso demasiado largo les ha hecho sufrir. Después, reconocemos de buena gana que esta expresión de "Conocimiento Divino" misma no es perfectamente adecuada pero no tenemos otra mejor a nuestra disposición para hacer comprender de qué se trata, dada la inaptitud de las lenguas europeas para expresar las ideas puramente metafísicas; y por lo demás no pensamos que haya serios inconvenientes en emplearla, desde que nos tomamos el cuidado de advertir que no debe prestársele el matiz religioso que tendría casi inevitablemente si se refiriera a concepciones occidentales. A pesar de eso, todavía podría subsistir un equívoco, ya que el término sánscrito que puede traducirse menos inexactamente por "Dios" no es Brahma, sino Îshwara; solamente, el empleo del adjetivo "divino", incluso en el lenguaje ordinario, es menos estricto, más vago quizás, y así se presta mejor que el substantivo del que deriva a una transposición como la que efectuamos aquí. Lo que es menester retener, es que términos tales como "teología" y "teosofía", incluso tomados etimológicamente y fuera de toda intervención del punto de vista religioso, no podrían traducirse en sánscrito más que por Îshwara-Vidyâ; por el contrario, lo que traducimos aproximadamente por "Conocimiento Divino", cuando se trata del Vêdântâ, es Brahma-Vidyâ, ya que el punto de vista de la metafísica pura implica esencialmente la consideración de Brahma o del Principio Supremo, del que Îshwara o la "Personalidad Divina" no es más que una determinación en tanto que principio de la manifestación universal y en relación a ésta. La consideración de Îshwara es pues ya un punto de vista relativo: es la más alta de las relatividades, la primera de todas las determinaciones, pero por eso no es menos verdad que es "calificado" (saguna), y "concebido distintamente" (savishêsha), mientras que Brahma es "no calificado" (nirguna), "más allá de toda distinción" (nirvishêsha), absolutamente incondicionado, y que la manifestación universal toda entera es rigurosamente nula al respecto de Su Infinitud. Metafísicamente, la manifestación no puede considerarse más que en su dependencia al respecto del Principio Supremo, y a título de simple "soporte" para elevarse al Conocimiento transcendente, o también, si se toman las cosas en sentido inverso, a título de aplicación de la Verdad principial; en todo caso, es menester no ver, en lo que se refiere a ella, nada más que una suerte de "ilustración" destinada a hacer más fácil la comprehensión de lo "no manifestado", objeto esencial de la metafísica, y permitir así, como lo decíamos al interpretar la denominación de las Upanishads  , la aproximación al Conocimiento por excelencia (Para más detalles sobre las todas las consideraciones preliminares que hemos debido limitarnos a indicar bastante sumariamente en este capítulo, no podemos hacer nada mejor que remitir a nuestra Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes, donde nos hemos propuesto tratar precisamente estas cuestiones de una manera más particular.) 31 HDV I

El "Sí mismo", considerado en relación a un ser como acabamos de hacerlo, es propiamente la personalidad; ciertamente, se podría restringir el uso de esta última palabra al "Sí mismo" como principio de los estados manifestados, del mismo modo que la "Personalidad Divina", "Îshwara", es el principio de la manifestación universal; pero también puede extenderse analógicamente al "Sí mismo" como principio de todos los estados del ser, manifestados y no manifestados. Esta personalidad es una determinación inmediata, primordial y no particularizada, del principio que en sánscrito es llamado Âtmâ o Paramâtmâ, y que podemos, a falta de un término mejor, designar como el "Espíritu Universal", pero, bien entendido, a condición de no ver en este empleo de la palabra "espíritu" nada que pueda recordar las concepciones filosóficas occidentales, y, concretamente, de no hacer de él un correlativo de "materia" como lo hacen casi siempre los modernos, que sufren a este respecto, incluso inconscientemente, la influencia del dualismo cartesiano (Teológicamente, cuando se dice que "Dios es espíritu puro", es verosímil que eso no debe entenderse tampoco en el sentido en el que "espíritu" se opone a "materia" y en el que estos dos términos no pueden comprenderse sino el uno en relación al otro, ya que con ello se llegaría a una suerte de concepción "demiúrgica" más o menos vecina de la que se atribuye al maniqueísmo; por eso no es menos verdad que una tal expresión es de las que pueden dar nacimiento fácilmente a falsas interpretaciones, que desembocan en la sustitución del Ser puro por "un ser".). La metafísica verdadera, lo repetimos todavía a este propósito, está mucho más allá de todas las oposiciones de las que la del "espiritualismo" y del "materialismo" puede proporcionarnos el tipo, y no tiene que preocuparse de ninguna manera de las cuestiones más o menos especiales, y frecuentemente completamente artificiales, que hacen surgir semejantes oposiciones. 43 HDV II

El "Sí mismo", incluso para un ser cualquiera, es idéntico en realidad a Âtmâ, puesto que está esencialmente más allá de toda distinción y de toda particularización; y es por eso por lo que, en sánscrito, la misma palabra âtman, en los otros casos que el nominativo, ocupa el lugar del pronombre reflexivo "sí mismo". El "Sí mismo" no es pues verdaderamente distinto de Âtmâ, excepto cuando se considera particular y "distintivamente" en relación a un ser, e incluso, más precisamente, en relación a un cierto estado definido de ese ser, tal como el estado humano, y solo mientras se le considera bajo este punto de vista especializado y restringido. En este caso, por lo demás, no es que el "Sí mismo" devenga de alguna manera efectivamente distinto de Âtmâ, ya que no puede ser "otro que sí mismo", como lo decíamos más atrás, y ya que evidentemente no podría ser afectado por el punto de vista bajo el cual se le considera, como tampoco por ninguna otra contingencia. Lo que es menester decir, es que, en la medida misma en que se hace esta distinción, uno se aparta de la consideración directa del "Sí mismo" para no considerar ya verdaderamente más que su reflejo en la individualidad humana, o en cualquier otro estado del ser, ya que no hay que decir que, frente al "Sí mismo", todos los estados de manifestación son rigurosamente equivalentes y pueden ser considerados de manera semejante; pero al presente, es la individualidad humana la que nos concierne de una manera más particular. Este reflejo del que hablamos determina lo que se puede llamar el centro de esta individualidad; pero, si se aísla de su principio, es decir, del "Sí mismo", no tiene más que una existencia puramente ilusoria, ya que es del principio de donde saca toda su realidad, y no posee efectivamente esta realidad más que por participación en la naturaleza del "Sí mismo", es decir, en tanto que se identifica a él por universalización. 45 HDV II

Ahora, es indispensable destacar que la concepción de la pareja Purusha-Prakriti no tiene ninguna relación con una concepción "dualista" cualquiera, y que, en particular, es totalmente diferente del dualismo "espíritu-materia" de la filosofía occidental moderna, cuyo origen   es en realidad imputable al cartesianismo. Purusha no puede considerarse como correspondiendo a la noción filosófica de "espíritu", así como ya lo hemos indicado a propósito de la designación de Âtmâ como el "Espíritu Universal", que no es aceptable sino a condición de ser entendida en un sentido completamente diferente de ese; y, a pesar de las aserciones de buen número de orientalistas, Prakriti corresponde todavía mucho menos a la noción de "materia", que, por otra parte, es tan completamente extraña al pensamiento hindú que no existe en sánscrito ninguna palabra por la que pueda traducirse, ni siquiera aproximadamente, lo que prueba que una tal noción no tiene nada de verdaderamente fundamental. Por lo demás, es muy probable que los griegos mismos no tuvieran la noción de la materia tal como la entienden los modernos, tanto filósofos como físicos; en todo caso, el sentido de la palabra hyle, en Aristóteles, es más bien el de "substancia" en toda su universalidad, y, eidos (que la palabra "forma" traduce bastante mal al castellano, a causa de los equívocos a los que puede dar lugar muy fácilmente) corresponde no menos exactamente a la "esencia" considerada como correlativa de esta substancia. En efecto, estos términos de "esencia" y de "substancia", tomados en su acepción más extensa, son quizás, en las lenguas occidentales, los que dan la idea más exacta de la concepción de que se trata, concepción de orden mucho más universal que la del "espíritu" y de la "materia", y de la cual esta última no representa todo lo más sino un aspecto muy particular, una especificación en relación a un estado de existencia determinado, fuera del cual la misma deja enteramente de ser válida, en lugar de ser aplicable a la integralidad de la manifestación universal, como lo es la de la "esencia" y de la "substancia". Es menester agregar todavía que la distinción de estas últimas, por primordial que sea en relación a toda otra, por eso no es menos relativa: es la primera de todas las dualidades, aquella de la que derivan todas las demás directa o indirectamente, y es ahí donde comienza propiamente la multiplicidad; pero es menester no ver en esta dualidad la expresión de una irreductibilidad absoluta que en modo alguno podría encontrarse en ella: es el Ser Universal el que, en relación a la manifestación, de la que es su principio, se polariza en "esencia" y en "substancia", sin que su unidad íntima sea afectada por ello de ninguna manera. Recordaremos a este propósito que el Vêdânta, por eso mismo de que es puramente metafísico, es esencialmente la "doctrina de la no-dualidad" (adwaita-vâda) (Hemos explicado, en nuestra Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes, que este "no dualismo" no debe ser confundido con el "monismo", que, bajo cualquier forma que tome, es, como el "dualismo", de orden simplemente filosófico y no metafísico; no tiene nada de común tampoco con el "panteísmo", y puede serle asimilado tanto menos cuanto que esta última denominación, cuando se emplea en un sentido racional, implica siempre un cierto "naturalismo" que es propiamente antimetafísico.); y, si el Sânkhya ha podido parecer "dualista" a aquellos que no lo han comprendido, es porque su punto de vista se detiene en la consideración de la primera dualidad, lo que no le impide dejar posible todo lo que le rebasa, contrariamente a lo que tiene lugar para las concepciones sistemáticas que son lo propio de los filósofos. 83 HDV IV

En cuanto al desarrollo de las diferentes facultades del hombre individual, no tenemos más que reproducir lo que se enseña sobre esta cuestión en los Brahma-Sûtras  : "el intelecto, el sentido interno, así como las facultades de sensación y de acción, se desarrollan (en la manifestación) y se reabsorben (en lo no manifestado) en un orden semejante (pero, para la reabsorción, en sentido inverso del desarrollo) (Recordaremos que no se trata en modo alguno de un orden de sucesión temporal.), orden que es siempre el de los elementos de los que estas facultades proceden en cuanto a su constitución (Aquí puede tratarse a la vez de los tanmâtras y de los bhûtas, según que los indriyas sean considerados en el estado sutil o en el estado grosero, es decir, como facultades o como órganos.) (a excepción no obstante del intelecto, que se desarrolla, en el orden informal, previamente a todo principio formal o propiamente individual). En cuanto a Purusha (o Âtmâ), su emanación (en tanto que se le considera como la personalidad de un ser) no es un nacimiento (incluso en la acepción más extensa de la que este término es susceptible) (En efecto, se puede llamar "nacimiento" y "muerte" al comienzo y al fin de un ciclo cualquiera, es decir, de la existencia en no importa cuál estado de manifestación, y no solo en el estado humano; como lo explicaremos más adelante, el paso de un estado a otro es entonces a la vez una muerte y un nacimiento, según que se considere en relación al estado antecedente o al estado consecuente.), ni una producción (que determine un punto de partida para su existencia, así como ocurre con todo lo que proviene de Prakriti). En efecto, no puede asignársele ninguna limitación (por ninguna condición particular de existencia), ya que, al estar identificado con el Supremo Brahma, participa de Su Esencia infinita (La palabra "esencia", cuando se aplica así analógicamente, ya no es en modo alguno el correlativo de "sustancia"; por lo demás, aquello que tiene un correlativo cualquiera no puede ser infinito. Del mismo modo, la palabra "naturaleza", aplicada al Ser Universal o incluso más allá del Ser, pierde enteramente su sentido propio y etimológico, con la idea de "devenir" que se encuentra implícita en ella.) (que implica la posesión de los atributos divinos, virtualmente al menos, e incluso actualmente en tanto que esta participación se realice efectivamente por la "Identidad Suprema", sin hablar de lo que está más allá de toda atribución, puesto que aquí se trata del Supremo Brahma, que es nirguna, y no solo de Brahma como saguna, es decir, de Îshwara) (A la posesión de los atributos divinos se le llama en sánscrito aishwarya, en tanto que es una verdadera "connaturalidad" con Îshwara.). Es activo, pero en principio solamente (y por consiguiente "no-actuante") [NA: Aristóteles ha tenido razón al insistir tanto sobre este punto, de que el primer motor de todas las cosas (o el principio del movimiento) debe ser él mismo inmóvil, lo que equivale a decir, en otros términos, que el principio de toda acción debe ser "no-actuante".], ya que esta actividad (kârtritwa) no le es esencial e inherente, sino que no es para él más que eventual y contingente (relativa solo a sus estados de manifestación). Como el carpintero que tiene en la mano su hacha y sus demás útiles, y poniéndolos después a un lado, goza de la tranquilidad y del reposo, del mismo modo este Âtmâ, en su unión con sus instrumentos (por medio de los cuales sus facultades principiales se expresan y se desarrollan en cada uno de sus estados de manifestación, y que así no son otra cosa que estas facultades manifestadas con sus órganos respectivos), es activo (aunque esta actividad no afecta en nada a su naturaleza íntima) y, al abandonarlos, goza del reposo y de la tranquilidad (en el "no-actuar", de donde, en sí mismo, no ha salido jamás)" (Brahma-Sûtras, 2º Adhyâya, 3er Pâda, sûtras 15 a 17 y 33 a 40.). 137 HDV VIII

Las cinco funciones o acciones vitales se denominan vâyus, aunque, hablando propiamente, no sean el aire o el viento (en efecto, ese es el sentido general de la palabra vâyu o vâta, derivado de la raíz verbal vâ, ir, moverse, y que designa habitualmente el elemento aire, cuya movilidad es una de sus propiedades características) (Uno podrá remitirse aquí a lo que hemos dicho, en una nota precedente, a propósito de las diferentes aplicaciones del término hebreo Ruahh, que corresponde bastante exactamente al sánscrito vâyu.), tanto más cuanto que se refieren al estado sutil y no al estado corporal; sino que son, como acabamos de decirlo, modalidades del "soplo vital" (prâna, o más generalmente ana) [NA: La raíz an se encuentra, con la misma significación en el griego anemos, "soplo" o "viento", y en el latín anima "alma", cuyo sentido propio y primitivo es exactamente el de "soplo vital".], considerado principalmente en sus relaciones con la respiración. Son: 1ª, la aspiración, es decir, la respiración considerada como ascendente en su fase inicial (prâna, en el sentido más estricto de esta palabra), y atrayendo los elementos todavía no individualizados del ambiente cósmico, para hacerlos participar en la consciencia individual, por asimilación; 2ª, la inspiración, considerada como descendente en una fase siguiente (apâna) por la que esos elementos penetran en la individualidad; 3ª, una fase intermediaria entre las dos precedentes (vyâna), que consiste, por una parte, en el conjunto de las acciones y reacciones recíprocas que se producen al contacto entre el individuo y los elementos ambientales, y, por otra, en los diversos movimientos vitales que resultan de ello, y cuya correspondencia en el organismo corporal es la circulación sanguínea; 4ª, la expiración (udâna), que proyecta el soplo, transformándole, más allá de los límites de la individualidad restringida (es decir, reducida únicamente a las modalidades que se desarrollan comúnmente en todos los hombres), al dominio de las posibilidades de la individualidad extensa, considerada en su integralidad [NA: Hay que destacar que la palabra "expirar" significa a la vez "arrojar el soplo" (en la respiración) y "morir" (en cuanto a la parte corporal de la individualidad humana); estos dos sentidos están uno y otro en relación con el udâna del que se trata aquí.]; 5ª, la digestión, o la asimilación substancial íntima (samâna), por la que los elementos absorbidos devienen parte integrante de la individualidad (Brahma-Sûtras, 2º Adhyâya, 4º Pâda, sûtras 8 a 13. — Cf. Chhândogya Upanishad, 5º Prapâthka, 19 a 23 Khandas: Maitri Upanishad  , 2º Prapâthka, shruti 6.). Se especifica claramente que en eso no se trata de una simple operación de uno o de varios órganos corporales; es fácil darse cuenta, en efecto, de que todo eso no debe comprenderse solo de las funciones fisiológicas analógicamente correspondientes, sino más bien de la asimilación vital en su sentido más extenso. 154 HDV IX

Para la descripción detallada de estos estados, no tenemos más que remitirnos al texto de la Mândukya Upanishad, cuyo comienzo ya hemos citado más atrás, a excepción no obstante de una frase, la primera de todas, que es ésta: "Om, esta sílaba (akshara) [NA: La palabra akshara, en su acepción etimológica, significa "indisoluble" o "indestructible"; si la sílaba se designa con esta palabra, es porque es ella (y no el carácter alfabético) lo que se considera como constituyendo la unidad primitiva y el elemento fundamental del lenguaje; toda raíz verbal es por lo demás silábica. La raíz verbal se llama en sánscrito dhâtu, palabra que significa propiamente "semilla", porque, por las posibilidades de modificaciones múltiples que conlleva y encierra en sí misma, es verdaderamente la semilla cuyo desarrollo da nacimiento al lenguaje todo entero. Se puede decir que la raíz es el elemento fijo o invariable de la palabra, que representa su naturaleza fundamental inmutable, y al cual vienen a agregarse elementos secundarios y variables, que representan accidentes (en el sentido etimológico) o modificaciones de la idea principal.] es todo lo que es; su explicación sigue". El monosílabo sagrado Om, en el que se expresa la esencia del Vêda (Ver Chhândogya Upanishad, 1er Prapâthaka, 1er Khanda, y 2º Prapâthaka, 23º Khanda; Brihad-Arannyaka Upanishad, 5º Adhyâya, 1er Brâhmana, shruti 1.), se considera aquí como el símbolo ideográfico de Âtmâ; y, del mismo modo que esta sílaba, compuesta por tres caracteres (mâtras, siendo estos caracteres a, u y m, de los cuales los dos primeros se contractan en o) (En sánscrito, la vocal o está en efecto formada por la unión de a + u, del mismo modo que la vocal ê está formada por la unión de a + i. — En árabe también, las tres vocales a, i y u se consideran como las únicas fundamentales y verdaderamente distintas.), tiene cuatro elementos, de los que el cuarto, que no es otro que el monosílabo mismo considerado sintéticamente bajo su aspecto principial, es "no expresado" por un carácter (amâtra), puesto que es anterior a toda distinción en el "indisoluble" (akshara), así también Âtmâ tiene cuatro condiciones (pâdas), de las cuales la cuarta no es ciertamente ninguna condición especial, sino que es Âtmâ considerado en Sí mismo, de una manera absolutamente trascendente e independiente de toda condición, y que, como tal, no es susceptible de ninguna representación. Vamos ahora a exponer sucesivamente lo que se dice, en el texto al que nos referimos, de cada una de estas cuatro condiciones de Âtmâ, partiendo del último grado de la manifestación, y remontando hasta el estado supremo, total e incondicionado. 180 HDV XI

"La primera condición es Vaishwânara, cuya sede (Es evidente que aquí esta expresión y todas las que le son similares, como morada, residencia, etc., deben entenderse siempre simbólicamente y no literalmente, es decir, como designando, no un lugar cualquiera, sino más bien una modalidad de existencia. El uso del simbolismo espacial está por lo demás extremadamente extendido, lo que se explica por la naturaleza misma de las condiciones a las que está sometida la individualidad corporal, en relación a la cual debe efectuarse, en la medida de lo posible, la traducción de las verdades que conciernen a los demás estados del ser. — El término sthâna tiene por equivalente exacto la palabra "estado", status, ya que la raíz sthâ se encuentra con las mismas significaciones que en el sánscrito, en el latín stare y sus derivados.) está en el estado de vigilia (jâgarita-sthâna), que tiene el conocimiento de los objetos externos (sensibles), que tiene siete miembros y diecinueve bocas, y cuyo dominio es el mundo de la manifestación grosera" (Mândûkya Upanishad, shruti 3.). 191 HDV XII

En el orden de la manifestación, del mismo modo que el mundo sensible, en su conjunto, se identifica a Virâj, este mundo ideal del que acabamos de hablar se identifica a Hiranyagarbha (es decir, literalmente el "Embrión de oro") [NA: Este nombre tiene un sentido muy próximo al de Taijasa, ya que el oro, según la doctrina hindú, es la "luz mineral"; los alquimistas le consideraban también como correspondiendo analógicamente, entre los metales, al sol entre los planetas; y es al menos curioso notar que el nombre mismo del oro (aurum) es idéntico a la palabra hebrea aôr, que significa "Luz".], que es Brahmâ (determinación de Brahma como efecto, Kârya) [NA: Es menester destacar que Brahmâ es una forma masculina, mientras que Brahma es neutro; esta distinción indispensable, y de la más alta importancia (puesto que no es otra que la del "Supremo" y del "No-Supremo"), no puede hacerse por el empleo, corriente en lo orientalistas, de la única forma Brahman, que pertenece igualmente a uno y otro género, de donde surgen perpetúas confusiones, sobre todo en una lengua como el francés, donde el género neutro no existe.] envolviéndose en el "Huevo del mundo" (Brahmânda) [NA: Este símbolo cosmogónico del "Huevo del Mundo" no es en modo alguno especial a la India; se encuentra concretamente también en el mazdeísmo, en la tradición egipcia (el Huevo de Kneph), en la de los druidas y en la de los órficos. — La condición embrionaria, que corresponde para cada ser individual a lo que es el Brahmânda en el orden cósmico, se llama pinda en sánscrito; y la analogía constitutiva del "microcosmo" y del "macrocosmo" considerados bajo este aspecto se expresa por esta fórmula: Yathâ pinda tathâ Brahmânda, "tal embrión individual, tal Huevo del Mundo".], a partir del cual se desarrollará, según su modo de realización, toda la manifestación formal que está virtualmente contenida en él como concepción de este Hiranyagarbha, germen primordial de la Luz cósmica (Es por lo que Virâj procede de Hiranyagarbha, y Manu, a su vez, procede de Virâj.). Además, Hiranyagarbha es designado como "conjunto sintético de vida" (jîva-ghana) [NA: La palabra ghana significa primitivamente una nube, y por consecuencia una masa compacta e indiferenciada.]; en efecto, él es verdaderamente la "Vida Universal" [NA: "Y la Vida era la Luz de los hombres" (San Juan, I, 4).], en razón de esa conexión ya señalada del estado sutil con la vida, la cual, considerada incluso en toda la extensión de la que es susceptible (y no limitada únicamente a la vida orgánica o corporal a la que se limita el punto de vista fisiológico) (Hacemos alusión más particularmente a la extensión de la idea de vida que está implícita en el punto de vista de las religiones occidentales, y que se refiere efectivamente a posibilidades situadas en un prolongamiento de la individualidad humana; como lo hemos explicado en otra parte, es lo que la tradición extremo oriental designa bajo el nombre de "longevidad".), no es por lo demás más que una de las condiciones especiales del estado de existencia al que pertenece la individualidad humana; así pues, el dominio de la vida no rebasa las posibilidades que conlleva este estado, que, bien entendido, debe tomarse aquí integralmente, y cuyas modalidades sutiles forman parte de él tanto como la modalidad grosera. 209 HDV XIII

"Mientras está en esta condición (todavía individual, de la que acabamos de hablar), el espíritu (que, por consiguiente, es todavía jîvâtmâ) del que ha practicado la meditación (durante su vida, sin alcanzar la posesión efectiva de los estados superiores de su ser) permanece unido a la forma sutil (que se puede considerar también como el prototipo formal de la individualidad, puesto que la manifestación sutil representa un estadio intermediario entre lo no manifestado y la manifestación grosera, y desempeña el papel de principio inmediato en relación a esta última); y, en esta forma sutil, está asociado con las facultades vitales (en el estado de reabsorción o de contracción principial que se ha descrito precedentemente)". En efecto, es menester que haya todavía una forma de la cual el ser esté revestido, por eso mismo de que su condición depende todavía del orden individual; y no puede ser más que la forma sutil, puesto que ha salido de la forma corporal, y puesto que la forma sutil debe subsistir después de ésta, puesto que la ha precedido en el orden del desarrollo en modo manifestado, orden que se encuentra reproducido en sentido inverso en el retorno a lo no manifestado; pero eso no quiere decir que esta forma sutil debe ser entonces exactamente tal cual era durante la vida corporal, como vehículo del ser humano en el estado de sueño (Hay una cierta continuidad entre los diferentes estados del ser, y con mayor razón entre las diversas modalidades que forman parte de un mismo estado de manifestación; la individualidad humana, incluso en sus modalidades extracorporales, debe ser afectada forzosamente por la desaparición de su modalidad corporal, y por lo demás hay elementos psíquicos, mentales u otros, que no tienen razón de ser más que en relación a la existencia corporal, de suerte que la desintegración del cuerpo debe acarrear la de estos elementos que permanecen ligados a él y que, por consiguiente, son abandonados también por el ser en el momento de la muerte entendida en el sentido ordinario de esta palabra.). Ya hemos dicho que la condición individual misma, de una manera completamente general, y no solo en lo que concierne al estado humano, puede definirse como el estado del ser que está limitado por una forma; pero entiéndase bien que esta forma no está determinada necesariamente como espacial y temporal, así como lo está en el caso particular del estado corporal; no puede estarlo de ninguna manera en los estados no humanos, que no están sometidos al espacio y al tiempo, sino a otras condiciones diferentes. En cuanto a la forma sutil, si no escapa enteramente al tiempo (aunque ese tiempo ya no sea éste en el que se cumple la existencia corporal), escapa al menos al espacio, y es por eso por lo que no debe buscarse en modo alguno figurársela como una suerte de "doble" del cuerpo (Los psicólogos mismos reconocen que la "mente" o el pensamiento individual, el único que ellos pueden alcanzar, está fuera de la condición espacial; es menester toda la ignorancia de los "neoespiritualistas" para querer "localizar" las modalidades extracorporales del individuo, y para pensar que los estados póstumos se sitúan en alguna parte del espacio), como tampoco debe comprenderse que sea como su "molde" cuando decimos que es el prototipo formal de la individualidad en el origen de su manifestación (Es el prototipo sutil, y no el embrión corporal, lo que se designa en sánscrito por la palabra pinda, así como lo hemos indicado precedentemente; este prototipo preexiste por lo demás al nacimiento individual, ya que está contenido en Hiranyagarbha desde el origen de la manifestación cíclica, como representando una de las posibilidades que deberán desarrollarse en el curso de esta manifestación; pero su preexistencia no es entonces más que virtual, en el sentido de que todavía no es un estado del ser del que está destinado a devenir la forma sutil, puesto que este ser no está actualmente en el estado correspondiente, y por consiguiente no existe en tanto que individuo humano; y la misma consideración puede aplicarse analógicamente al germen corporal, si se considera también como preexistiendo de una cierta manera en los ancestros del individuo considerado, y eso desde el origen de la humanidad terrestre.); sabemos muy bien cuan fácilmente llegan los occidentales a las representaciones más groseras, y cuantos errores graves pueden resultarse de ello, como para no tomar todas las precauciones necesarias a este respecto. 291 HDV XIX

"El ser puede permanecer así (en esta misma condición individual donde está unido a la forma sutil) hasta la disolución exterior (pralaya, vuelta al estado indiferenciado) de los mundos manifestados (del ciclo actual, que comprende a la vez el estado grosero y el estado sutil, es decir, todo el dominio de la individualidad humana considerada en su integralidad) (El conjunto de la manifestación universal se designa frecuentemente en sánscrito por el término samsâra; así como ya lo hemos indicado, este conjunto conlleva una indefinidad de ciclos, es decir, de estados y de grados de existencia, de tal suerte que cada uno de estos ciclos, que se termina en el pralaya como el que es considerado aquí más particularmente, no constituye propiamente más que un momento del samsâra. Por lo demás, recordaremos todavía una vez más, para evitar todo equívoco, que el encadenamiento de estos ciclos es en realidad de orden causal y no sucesivo, y que las expresiones empleadas a este respecto por analogía con el orden temporal deben considerarse como puramente simbólicas.), disolución en la que se sumerge (con el conjunto de los seres de estos mundos) en el seno del Supremo Brahma; pero, incluso entonces, puede estar unido a Brahma solo de la misma manera que en el sueño profundo (es decir, sin la realización plena y efectiva de la "Identidad Suprema")". En otros términos, y para emplear el lenguaje de algunas escuelas esotéricas occidentales, el caso al que se hace alusión en último lugar no corresponde más que a una "reintegración en modo pasivo", mientras que la verdadera realización metafísica es una "reintegración en modo activo", la única que implica verdaderamente la toma de posesión por el ser de su estado absoluto y definitivo. Es eso lo que indica precisamente la comparación con el sueño profundo, tal como se produce durante la vida del hombre ordinario: del mismo modo que hay retorno de ese estado a la condición individual, puede haber también, para el ser que no está unido a Brahma más que "en modo pasivo", retorno a otro ciclo de manifestación, de suerte que el resultado obtenido por él, a partir del estado humano, no es todavía la "Liberación" o la verdadera inmortalidad, y que su caso se encuentra finalmente comparable (aunque con una diferencia notable en cuanto a las condiciones de su nuevo ciclo) al del ser que, en lugar de permanecer hasta el pralaya en los prolongamientos de estado humano, ha pasado, después de la muerte corporal, a otro estado individual. Al lado de este caso, hay lugar a considerar aquel donde la realización de los estados superiores e incluso la de la "Identidad Suprema", que no han sido cumplidas durante la vida corporal, lo son en los prolongamientos póstumos de la individualidad; de virtual que era, la inmortalidad deviene entonces efectiva, y, por lo demás, eso puede no tener lugar sino al fin mismo del ciclo; es la "Liberación diferida" de la que ya hemos hablado precedentemente. En uno y otro caso, el ser, al que debe considerarse como jîvâtmâ unido a la forma sutil, se encuentra, por toda la duración del ciclo, "incorporado" (Esta palabra, que empleamos aquí para hacernos comprender mejor con la ayuda de la imagen que evoca, no debe entenderse literalmente puesto que el estado del que se trata no tiene nada de corporal.) en cierto modo a Hiranyagarbha, que es considerado como jîva-ghana, así como ya lo hemos dicho; así pues, permanece sometido a esta condición especial de existencia que es la vida (jîva), por la cual está delimitado el dominio propio de Hiranyagarbha en el orden jerárquico de la Existencial universal. 292 HDV XIX

En lo que concierne al estado del Yogî, que, por el Conocimiento, está "liberado en la vida" (jîvan-mukta) y que ha realizado la "Identidad Suprema", citaremos todavía a Shankarâchârya (Âtmâ-Bodha. — Al reunir aquí diferentes pasajes de este tratado, no nos ceñiremos, en estos extractos, a seguir rigurosamente el orden del texto; por lo demás, en general, la consecución lógica de las ideas no puede ser exactamente la misma en un texto sánscrito y en una traducción a una lengua occidental, en razón de las diferencias que existen entre algunas "maneras de pensar" y sobre las cuales hemos insistido en otras ocasiones.), y lo que dice de él, al mostrar las posibilidades más altas que puede alcanzar el ser, servirá al mismo tiempo de conclusión a este estudio. 364 HDV XXIV