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HDV: Cielo

quinta-feira 1º de fevereiro de 2024

  

"Éste (Prâjna) es el Señor (Îshwara) de todo (sarva, palabra que implica aquí, en su extensión universal, el conjunto de los "tres mundos", es decir, de todos los estados de manifestación comprendidos sintéticamente en su principio); Él es omnisciente (ya que todo está presente a Él en el Conocimiento integral, y Él conoce directamente todos los efectos en la causa principial total, la cual no es de ninguna manera distinta de Él) (Los efectos están "eminentemente" en la causa, como dicen los filósofos escolásticos, y son así constitutivos de su naturaleza misma, puesto que nada puede estar en los efectos que no esté primero en la causa; así la causa primera, al conocerse a sí misma, conoce por eso todos los efectos, es decir, todas las cosas, de una manera absolutamente inmediata y "no distintiva".); Él es el ordenador interno (antar-yâmî, que, residiendo en el centro mismo del ser, rige y controla todas las facultades que corresponden a sus diversos estados, aunque Él mismo permanece "no-actuante" en la plenitud de Su actividad principial) [NA: Este "ordenador interno" es idéntico al "Rector Universal" de que se trata en un texto taoísta que hemos citado en una nota precedente. — La tradición extremo oriental dice también que "la Actividad del Cielo es no actuante"; en su terminología, el Cielo (Tien) corresponde a Purusha (considerado en los diversos grados que se han indicado precedentemente), y la Tierra (Ti) a Prakriti; así pues, no se trata de lo que estamos obligados a traducir por las mismas palabras en la enumeración de los términos del Tribhuvana hindú.]; Él es la fuente (yoni, matriz o raíz primordial, al mismo tiempo que principio o causa primera) de todo (lo que existe bajo cualquier modo que sea); Él es el origen   (prabhava, por Su expansión en la multitud indefinida de Sus posibilidades) y el fin (apyaya, por Su repliegue en la unidad de Sí mismo) (Esto es aplicable, en el orden cósmico, a las dos fases de "expiración" y de "aspiración" que se pueden considerar en cada ciclo particular; pero aquí se trata de la totalidad de los ciclos o de los estados que constituyen la manifestación universal.) de la universalidad de los seres (siendo Sí mismo el Ser Universal)" (Mândûkya Upanishad  , shruti 6.). 226 HDV XIV

Según el simbolismo védico, tal como le encontramos en varios textos de las Upanishads (Chhândogya Upanishad, 4º Prapâthaka, 15º Khanda, shrutis 5 y 6, y 5º Prapâthaka, 10º Khanda, shrutis 1 y 2; Kaushîtakî Upanishad, 1er Adhyâya, Shruti 3; Brihad-Âranyaka Upanishad, 5º Adhyâya, 10º Brâhmana, shruti 1, y 6º Adhyâya, 2º Brâhmana, shruti 15.), el ser que cumple el dêva-yâna, al abandonar la Tierra (Bhû, es decir, el mundo corporal o el dominio de la manifestación grosera), es conducido primero a la luz (archis), por la cual es menester entender aquí el Reino del Fuego (Têjas), cuyo Regente es Agni, llamado también Vaishwânara, en una significación especial de este nombre. Por lo demás, es menester destacar bien que, cuando encontramos en la enumeración de estas etapas sucesivas la designación de los elementos, ésta no puede ser más que simbólica, puesto que los bhûtas pertenecen todos propiamente al mundo corporal, que está representado todo entero por la Tierra (la cual, en tanto que elemento, es Prithwî); así pues, se trata en realidad de diferentes modalidades del estado sutil. Del Reino del Fuego, el ser es conducido a los diversos dominios de los regentes (dêvatâs, "deidades") o distribuidores del día, de la semi-lunación clara (periodo creciente o primera mitad del mes lunar) (Este periodo creciente de la lunación se llama pûrva-paksha, "primera parte", y el periodo decreciente uttara-paksha, "última parte" del mes. — Estas expresiones pûrva-paksha y uttara-paksha tienen también otra acepción completamente diferente: en una discusión, designan respectivamente una objeción y su refutación.), de los seis meses de ascensión del sol hacia el norte, y finalmente del año, y todo esto debe entenderse de la correspondencia de estas divisiones del tiempo (los "momentos" de los que habla la Bhagavad-Gîtâ) transpuestas analógicamente a los prolongamientos extracorporales del estado humano, y no de estas divisiones mismas, que no son literalmente aplicables más que al estado corporal [NA: Podría ser interesante establecer la concordancia de esta descripción simbólica con las que dan otras doctrinas tradicionales (cf. concretamente el Libro de los Muertos de los antiguos egipcios y la Pistis Sophia de los gnósticos   alejandrinos, así como el Bardo-Thodol tibetano); pero eso nos llevaría demasiado lejos. — En la tradición hindú, Ganêsha, que representa el Conocimiento, es designado al mismo tiempo como el "Señor de las deidades"; su simbolismo, en relación con las divisiones temporales que acabamos de tratar, daría lugar a unos desarrollos extremadamente dignos de interés, y también a unas aproximaciones muy instructivas con antiguas tradiciones occidentales; todas estas cosas, que no pueden encontrar sitio aquí, serán quizás retomadas en alguna otra ocasión.]. De ahí, pasa al Reino del Aire (Vâyu), cuyo Regente (designado por el mismo nombre) le dirige por el lado de la Esfera del Sol (Sûrya o Âditya), a partir del límite superior de su dominio, por un pasaje comparado al núcleo de la rueda de un carro, es decir, a un eje fijo alrededor del cual se efectúa la rotación o la mutación de todas las cosas contingentes (es menester no olvidar que Vâyu es esencialmente el principio "moviente"), mutación a la que el ser va a escapar en adelante [NA: Para emplear el lenguaje de los filósofos griegos, se podría decir que va a escapar a la "generación" (genesis) y a la "corrupción" (phdora), términos que son sinónimos de "nacimiento" y de "muerte" cuando estas últimas palabras se aplican a todos los estados de manifestación individual; y, por lo que hemos dicho de la Esfera de la Luna y de su significación, se puede comprender también lo que querían decir estos mismos filósofos, concretamente Aristóteles, cuando enseñaban que solo el mundo sublunar está sometido a la "generación" y a la "corrupción": en efecto, este mundo sublunar representa en realidad la "corriente de las formas" de la tradición extremo oriental, y los Cielos, que son los estados informales, son necesariamente incorruptibles, es decir, que ya no hay disolución o desintegración posible para el ser que ha alcanzado esos estados.]. Seguidamente pasa a la Esfera de la Luna (Chandra o Soma), donde no permanece como el que ha seguido el pitri-yâna, sino desde donde sube a la región del relámpago (vidyut) [NA: Esta palabra vidyut parece estar también en relación con la raíz vid, en razón de la conexión de la luz y de la vista; su forma está muy próxima de la de vidya: el relámpago ilumina las tinieblas; éstas son el símbolo de la ignorancia (avidya), y el conocimiento es una "iluminación" interior.], por encima de la cual está el Reino del Agua Ap, cuyo Regente es Varuna [NA: Hacemos destacar, de pasada, que este nombre es manifiestamente idéntico al griego Ouranos, aunque algunos filólogos hayan querido, no se sabe bien por qué, contestar esta identidad; el Cielo, llamado Ouranos, es en efecto la misma cosa que las "Aguas superiores" de las que habla el Génesis, y que reencontramos aquí en el simbolismo hindú.] (como analógicamente, el rayo estalla por debajo de las nubes de lluvia). Aquí se trata de las Aguas superiores o celestes, que representan el conjunto de las posibilidades informales [NA: Las Apsarâs son las Ninfas celestes, que simbolizan también estas posibilidades informales; corresponden a las Hûries del Paraíso islámico (El-Jannah), que, salvo en las transposiciones de las que es susceptible desde el punto de vista esotérico y que le confieren significaciones de orden más elevado, es propiamente el equivalente del Swarga hindú.], por oposición a las Aguas inferiores, que representan el conjunto de las posibilidades formales; ya no puede tratarse de estas últimas desde que el ser ha rebasado la Esfera de la Luna, puesto que ésta es, como lo decíamos hace un momento, el medio cósmico donde se elaboran los gérmenes de toda la manifestación formal. Finalmente, el resto del viaje se efectúa por la región luminosa intermediaria (Antariksha, de la cual hemos hablado precedentemente en la descripción de los siete miembros de Vaishwânara, pero con una aplicación algo diferente) (Hemos dicho entonces que es el medio de elaboración de las formas, porque, en la consideración de los "tres mundos", esta región corresponde al dominio de la manifestación sutil, y se extiende desde la Tierra hasta los Cielos; aquí, al contrario, la región intermediaria de que se trata está situada más allá de la Esfera de la Luna, y por consiguiente en lo informal, y se identifica al Swarga, si se entiende por esta palabra, no ya los cielos o los estados superiores en su conjunto, sino solamente su porción menos elevada. A propósito de esto, se destacará todavía cómo la observación de algunas relaciones jerárquicas permite la aplicación de un mismo simbolismo a diferentes grados.), que es el Reino de Indra (Indra, cuyo nombre significa "poderoso", es designado también como el Regente del Swarga, lo que se explica por la identificación indicada en la nota precedente; este Swarga es un estado superior, pero no definitivo, y todavía condicionado, aunque informal.), y que está ocupada por el Éter (Âkâsha, que representa aquí el estado primordial de equilibrio indiferenciado), hasta el Centro espiritual donde reside Prajâpati, el "Señor de los seres producidos", que es, como ya lo hemos indicado, la manifestación principial y la expresión directa de Brahma mismo en relación al ciclo total o al grado de existencia al que pertenece el estado humano, ya que éste debe considerarse todavía aquí, aunque solo en principio, como el estado donde el ser ha tomado su punto de partida, y con el que, incluso una vez salido de la forma o de la individualidad, guarda algunos lazos mientras no ha alcanzado el estado absolutamente incondicionado, es decir, mientras, para él, la "Liberación" no es plenamente efectiva. 320 HDV XXI

En los diversos textos donde se describe el "viaje divino", existen algunas variaciones, por lo demás poco importantes y más aparentes que reales en el fondo, en cuanto al número y al orden de enumeración de las estaciones intermediarias; pero la exposición que precede es la que resulta de una comparación general de estos textos, y puede considerarse así como la estricta expresión de la doctrina tradicional sobre esta cuestión (Para esta descripción de las diversas fases del dêva-yâna, ver Brahma-Sûtras  , 4º adhyâya, 3º Pâda, sûtras 1 a 6.). Por lo demás, nuestra intención no es extendernos mucho sobre una explicación más detallada de todo este simbolismo, que, en resumidas cuentas, es bastante claro por sí mismo, en su conjunto, para quienquiera que esté un poco habituado a las concepciones orientales (podríamos decir incluso a las concepciones tradicionales sin restricción) y a sus modos generales de expresión; además, su interpretación se encuentra facilitada también por todas las consideraciones que ya hemos expuesto, y en las que se habrá encontrado un gran número de estas transposiciones analógicas que constituyen el fondo mismo de todo simbolismo (En esta ocasión, nos excusaremos de haber multiplicado las notas y de haberlas dado más extensión de lo que se hace habitualmente; lo hemos hecho sobre todo en lo que concierne precisamente a las interpretaciones de este género, y también a las aproximaciones que hay que establecer con otras doctrinas; eso era necesario para no interrumpir la sucesión de nuestra exposición con disgresiones demasiado frecuentes.). Lo que recordaremos solamente una vez más, a riesgo de repetirnos, y porque es completamente esencial para la comprensión de estas cosas, es esto: debe entenderse bien que cuando se mencionan, por ejemplo, las Esferas del Sol y de la Luna, jamás se trata del sol y de la luna en tanto que astros visibles, que pertenecen simplemente al dominio corporal, sino más bien de los principios universales que estos astros representan en cierta manera en el mundo sensible, o al menos de la manifestación de estos principios en grados diversos, en virtud de las correspondencias analógicas que ligan entre ellos todos los estados del ser (Los fenómenos naturales en general, y concretamente los fenómenos astronómicos, jamás se consideran por las doctrinas tradicionales sino a título de simple modo de expresión, como simbolizando algunas verdades de orden superior; y, si las simbolizan en efecto, es porque sus leyes no son otra cosa, en el fondo, que una expresión de estas verdades mismas en un dominio especial, una suerte de traducción de los principios correspondientes, adaptada naturalmente a las condiciones particulares del estado corporal y humano. Se puede comprender así cuán enorme es el error de aquellos que quieren ver "naturalismo" en estas doctrinas, o que creen que ellas no se proponen más que describir y explicar los fenómenos como puede hacerlo la ciencia "profana", aunque bajo formas diferentes; eso es propiamente invertir las relaciones normales y tomar el símbolo mismo por lo que representa, el signo por la cosa o la idea significada.). En efecto, los diferentes Mundos (Lokas), Esferas planetarias y Reinos elementarios, que se describen simbólicamente (pero simbólicamente solo, puesto que el ser que los recorre ya no está sometido al espacio) como otras tantas regiones, no son en realidad más que estados diferentes (La palabra sánscrita loka es idéntica al latín locus, "lugar"; a propósito de esto se puede destacar que, en la doctrina católica, el Cielo, el Purgatorio y el Infierno se designan igualmente como "lugares", que se toman, también ahí, para representar simbólicamente estados, ya que no podría tratarse de ninguna manera, ni siquiera para la interpretación más exterior de esta doctrina, de situar en el espacio estos estados póstumos; una tal equivocación no ha podido producirse más que en las teorías "neoespiritualistas" que han visto la luz en el occidente moderno.); y este simbolismo espacial (del mismo modo que el simbolismo temporal que sirve concretamente para expresar la teoría de los ciclos) es muy natural y de un uso bastante generalmente extendido como para no poder confundir más a aquellos que son incapaces de ver otra cosa que el sentido más groseramente literal; esos no comprenderán nunca lo que es un símbolo, ya que sus concepciones están irremediablemente limitadas a la existencia terrestre y al mundo corporal, donde, por la más pueril de las ilusiones, quieren encerrar toda la realidad. 321 HDV XXI

Shankarâchârya enumera tres atributos que corresponden en cierto modo a otras tantas funciones del Sannyâsî poseedor del Conocimiento, el cual, si este conocimiento es plenamente efectivo, no es otro que el Yogî [NA: El estado de Sannyâst es propiamente el último de los cuatro âshramas (los tres primeros son los de Brahmachârî o "estudiante de la Ciencia sagrada", discípulo de un Guru, de Grihastha o "amo de la casa", y de Vanaprastha o "anacoreta"); pero el nombre de Sannyâts también se extiende a veces, como se ve aquí, al Sâdhu, es decir, al que ha cumplido la realización perfecta, y que es ativarnâshramî, así como lo hemos dicho más atrás.): estos tres atributos son en el orden ascendente, bâlya, pânditya, y mauna (Comentario sobre los Brahma-Sûtras, 3er Adhyâya, 4º Pâda, sûtras 47 a 50.]. El primero de estos términos designa literalmente un estado comparable al de un niño (bâla) [NA: Cf. estas palabras del Evangelio: "El Reino del Cielo es para los que se asemejan a estos niños... Quienquiera que no reciba al Reino de Dios como un niño, no entrará en él" (San Mateo XIX, 24; San Lucas  , XVIII, 16 y 17).]: es un estado de "no expansión", si se puede hablar así, donde todas las potencias del ser están por así decir concentradas en un punto, y realizan por su unificación una simplicidad indiferenciada, aparentemente semejante a la potencialidad embrionaria (Este estadio corresponde al "Dragón oculto" del simbolismo extremo oriental. — Otro símbolo que se emplea frecuentemente es el de la tortuga que se retira enteramente al interior de su concha.). En un sentido un poco diferente, pero que completa el precedente (ya que ahí hay a la vez reabsorción y plenitud), es también el retorno al "estado primordial" del que hablan todas la tradiciones, y sobre el que insisten más especialmente el taoísmo y el esoterismo islámico  ; este retorno es efectivamente una etapa necesaria en la vía que conduce a la Unión, ya que es solo a partir de este "estado primordial" como es posible rebasar los límites de la individualidad humana para elevarse a los estados superiores [NA: Es el "estado edénico" de la tradición judeocristiana; por eso es por lo que Dante   sitúa el Paraíso terrestre en la cima de la montaña del Purgatorio, es decir, precisamente en el punto donde el ser abandona la Tierra o el estado humano, para elevarse a los Cielos (designados como el "Reino de Dios" en la precedente cita del Evangelio).]. 351 HDV XXIII