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HDV: San Pablo

quinta-feira 1º de fevereiro de 2024

  

La segunda Mîmânsâ (Uttara-Mîmânsâ) se atribuye a Vyâsa, es decir, a la "entidad colectiva" que puso en orden y fijó definitivamente los textos tradicionales que constituyen el Vêda mismo; y esta atribución es particularmente significativa, ya que es fácil ver que aquí se trata, no de un personaje histórico o legendario, sino más bien de una verdadera "función intelectual", que es incluso lo que se podría llamar una función permanente, puesto que a Vyâsa se le designa como uno de los siete Chirajîvis, literalmente "seres dotados de longevidad", cuya existencia no está limitada a una época determinada [NA: Se encuentra algo semejante en otras tradiciones: así, en el taoísmo, se trata de ocho "Inmortales"; en otra parte, es Melki-Tsedeq "que es sin padre, sin madre, sin genealogía, que no tiene ni comienzo ni fin de su vida" (San Pablo   Epístola a los Hebreos, VII,3); y sin duda sería fácil encontrar todavía otras aproximaciones del mismo género.]. Para caracterizar la segunda Mîmânsâ en relación a la primera, puede considerársela como la Mîmânsâ del orden puramente intelectual y contemplativo; no podemos decir Mîmânsâ teórica, por simetría con la Mîmânsâ práctica, porque esta denominación se prestaría a un equívoco. En efecto, si la palabra "teoría" es etimológicamente sinónimo de contemplación, por eso no es menos verdad que, en el lenguaje corriente, ella ha tomado una acepción mucho más restringida; ahora bien, en una doctrina que está completa desde el punto de vista metafísico, la teoría, entendida en esta acepción ordinaria, no se basta a sí misma, sino que va siempre acompañada o seguida por una "realización" correspondiente, de la cual ella no es en suma más que la base indispensable, y en vistas de la cual está ordenada toda entera, como el medio en vistas del fin. 25 HDV I

"Prâjna cuya sede está en el estado de sueño profundo, es (representado por) M, la tercera mâtrâ, porque es la medida (miti, de las otras dos mâtrâs, como, en una relación matemática, el denominador es la medida del numerador), así como porque es la conclusión (del monosílabo Om, considerado como encerrando la síntesis de todos los sonidos, y del mismo modo que lo no manifestado contiene, sintéticamente y en principio, todo lo manifestado con sus diversos modos posibles, y como esto, a su vez, puede considerarse como entrando en lo no manifestado, de lo que jamás se ha distinguido más que de una manera contingente y transitoria: la causa primera es al mismo tiempo la causa final, y el fin es necesariamente idéntico al principio) [NA: Para comprender el simbolismo que acaba de ser indicado, es menester considerar que los sonidos de A y de U se unen en el de O, y que éste llega a perderse en cierto modo en el sonido nasal final de M, sin ser destruido no obstante, sino prolongándose al contrario indefinidamente, hasta devenir indistinto e imperceptible. — Por otra parte, las formas geométricas que corresponden respectivamente a las tres mâtrâs son una línea recta, una semicircunferencia (o más bien un elemento de espiral) y un punto: la primera simboliza el despliegue completo de la manifestación; la segunda, un estado de envolvimiento relativo en relación a ese despliegue, pero no obstante todavía desarrollado o manifestado; la tercera, el estado informal y "sin dimensiones" o condiciones limitativas especiales, es decir, lo no manifestado. Se destacará también que el punto es el principio primordial de todas las figuras geométricas, como lo no manifestado lo es de todos los estados de manifestación, y que, en su orden, es la unidad verdadera e indivisible, lo que hace de él un símbolo natural del Ser puro.]. El que conoce esto mide en verdad este todo (es decir, el conjunto de los "tres mundos" o de los diferentes grados de la Existencia universal, cuyo "determinante" es el Ser puro) (Si no estuviera fuera de propósito aquí, habría que desarrollar consideraciones lingüísticas interesantes sobre la expresión del Ser concebido como "sujeto ontológico" y "determinante universal"; diremos solamente que, en hebreo, el nombre divino El se refiere a ello más particularmente. — Este aspecto del Ser es designado por la tradición hindú como Swayambhû, "el que subsiste por Sí mismo"; en la teología cristiana, es el Verbo Eterno considerado como el "lugar de los posibles"; el símbolo extremo oriental del Dragón se refiere igualmente a él. ), y deviene la conclusión (de todas las cosas, por la concentración en su propio Sí mismo o su personalidad, donde se encuentran, "transformadas" en posibilidades permanentes, todos los estados de manifestación de su ser)" [NA: Es solamente en este estado de universalización y no en el estado individual, donde se podría decir verdaderamente que "el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en tanto que son, y de las que no son en tanto que no son", es decir, metafísicamente, de lo manifestado y de lo no manifestado, aunque, en todo rigor, no se pueda hablar de una "medida" de lo no manifestado, si se entiende por eso la determinación por condiciones especiales de existencia, como las que definen cada estado de manifestación. Por otra parte, no hay que decir que el sofista   griego Protágoras  , a quien se atribuye la fórmula que acabamos de reproducir transponiendo su sentido para aplicarla al "Hombre Universal", ha estado ciertamente muy lejos de elevarse hasta esta concepción, de suerte que, al aplicarla al ser humano individual, con ello no entendía expresar más que lo que los modernos llamarían un "relativismo" radical, mientras que, para nos, se trata evidentemente de algo muy diferente, como lo comprenderán sin esfuerzo los que saben cuáles son las relaciones del "Hombre Universal" con el Verbo Divino (Cf. concretamente San Pablo, I Epístola a los Corintios, XV).]. 253 HDV XVI