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paradeisos

quinta-feira 25 de janeiro de 2024

  

Paraíso

  • psychanodia  
    E um dos malfeitores que estavam pendurados blasfemava dele, dizendo: Se tu és o Cristo, salva-te a ti mesmo, e a nós. Respondendo, porém, o outro, repreendia-o, dizendo: Tu nem ainda temes a Deus, estando na mesma condenação? E nós, na verdade, com justiça, porque recebemos o que os nossos feitos mereciam; mas este nenhum mal fez. E disse a Jesus: Senhor, lembra-te de mim, quando entrares no teu reino. E disse-lhe Jesus: Em verdade te digo que hoje estarás comigo no Paraíso. (Luc 23:39-43)
    Philokalia   Teofano o Recluso   Los monjes buscaban el paraíso perdido. Se esforzaban denodadamente por recobrar el "estado natural" en que el hombre fue creado. Ambicionaban la plenitud de los dones de que gozaba Adán antes del pecado: su amistad familiar con Dios, la compañía de los ángeles, su dominio sobre todas sus potencias y facultades, y sobre la creación entera, de la que había sido constituido rey. Todo se había perdido con el pecado. Pero Cristo había rescatado al hombre y restaurado la humana naturaleza de un modo todavía más admirable que su primera creación, y los monjes tenían fe en que, mediante la ascesis cristiana, podían recobrar lo que Adán había perdido y aún adquirir mucho más, esto es, los maravillosos dones con que Cristo, el nuevo Adán, había redoblado la primera dotación, ya tan espléndida, del hombre.

La experiencia de los padres había mostrado a los monjes que, si lograban alcanzar cierta altura en la penosa ascensión espiritual, comenzaba para ellos una nueva vida; una vida que presentaba muchas analogías con la vida paradisíaca, o, si se prefiere, con la del "segundo paraíso", el paraíso definitivo del cielo, que nos ha sido prometido. Para los que alcanzaban esta primera meta, esto es, los. que lograban vencer las pasiones y los demonios, hacer florecer en sí mismos todas las virtudes y unificar todas sus facultades, la dificultad se convertía en facilidad, la ignorancia en sabiduría, el temor en amor, las lágrimas de arrepentimiento en lágrimas de agradecimiento y gozo. Para los tales, el paraíso comienza ya de algún modo en este mundo, "como si ya estuvieran en el reino de los cielos, con una felicidad inefable".

Muchas veces han descrito los autores pertenecientes al monacato primitivo el maravilloso cambio que tiene lugar en la vida espiritual de quien logra coronar las cimas de la pravtiké, pero tal vez ninguno lo ha hecho con tanto vigor, convicción y poesía como Filoxeno de Mabbug. el gran escritor sirio refiriéndose directamente al paso de lo que él llama la "regla de la ley", o "regla del mundo corporal"’, a la "regla de la nueva alianza", "regla del Espíritu", o "regla espiritual", paso que se verifica cuando el cristiano deja al mundo para abrazar la vida monástica. Sin embargo, el monje no percibe real y plenamente las maravillas de que habla el autor sirio hasta que se ha purificado de sus vicios, al término de un largo período de vigoroso y esforzado ascetismo. El mismo Filoxeno, por lo demás, lo da a entender claramente cuando escribe que "salir del mundo" no significa salir de él ostensiblemente, sino dejarlo, a él y a su "regla", tanto mediante actos internos como en las acciones externas, y llegar a ser enteramente extraño incluso a su recuerdo.


White William paradeisos (3857), es una palabra oriental, cuya mención más antigua se encuentra en el historiador Jenofonte, y que denota los parques de los reyes y príncipes persas. Tiene origen   persa (persa antiguo, pairidaeza, relacionado con el griego peri, alrededor y teicos, muralla), y de ahí pasó al griego. Véase LXX  , p.ej., en Neh 2.8; Ec 2.5; Cnt 4.13. Los traductores de la LXX usaron este término del huerto del Edén (Gn 2.8), y en otros casos (p.ej., Nm 24.6; Is 1.30; Jer 29.5; Ez 31.8, 9).

En Lc   23.43, la promesa del Señor al ladrón arrepentido se cumplió en el mismo día; Cristo, en su muerte, habiendo encomendado su espíritu al Padre, fue de inmediato en espíritu al cielo mismo, la morada de Dios (la mención del Señor de aquel lugar como paraíso debe haber sido un gran aliento para el malhechor; para la mente oriental expresaba la suma total de bendición). Allá fue que el apóstol Pablo fue arrebatado (2 Co 12.4), y le da el nombre de «el tercer cielo» (el v. 3 no introduce una visión diferente), más allá de los cielos de la creación natural; véase Heb 4.14, con referencia a la ascensión. Esta misma región es mencionada en Ap 2.7, donde el «árbol de vida», el antitipo figurativo del que estuvo en Edén, ofrecido al vencedor, es mencionado como estando en «el paraíso de Dios»; cf. Gn 2.8.