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esoterismo cristão

quinta-feira 25 de janeiro de 2024

  

Excertos de "LA PUERTA - SOBRE O ESOTERISMO CRISTÃO"

Los documentos primitivos de que disponemos hacen pensar que el cristianismo, al origen  , se presentaba de forma muy diferente a la que manifestó después.

Parece muy probable, como lo expone René Guénon - R. Guénon (ver el artículo de J.M.A.: «La tesis de R.G. sobre los orígenes del cristianismo») que el cristianismo se manifestó muy pronto como un culto a la manera de las religiones de misterios, donde la enseñanza se comunicaba en secreto y progresivamente por iniciación.

No puede negarse que nació en Palestina en un medio ambiente judío donde aparentemente no tuvo mucho éxito, pero pronto se implantó y se propagó en el mundo grecorromano o sea de los gentiles, gracias sobre todo a la predicación de (Paulo Apostolo - San Pablo  ; además, la fuerte helenización de toda la región facilitó su difusión.

Y es así como el culto cristiano se expresó en la misma forma que la de los cultos que practicaban los griegos y los romanos, por ejemplo, los misterios de Eleusis, de Sabazios, de Adonis, de Atis, de Cibeles, los Orficos, los Dionisíacos, los Pitagoras - Pitagóricos, Hermetismo - Herméticos y Mitraicos de Persia. Parece ser que algunos de ellos sólo subsistían en un estadio puramente ritual y bastante degenerado y sobre los cuales el culto cristiano naciente y muy dinámico se impuso rápidamente.

Las religiones de misterios, así como las sectas gnósticas, poseen en común enseñanzas o creencias más o menos idénticas, que pueden resumirse de la siguiente manera:

1) La naturaleza divina, la Divinidad es un ser incognoscible, innominado.

2) El mundo está gobernado por unas potencias que rigen al hombre.

3) Este lleva encerrado en sí mismo una simiente divina, una partícula de lo divino, de lo superior.

4) Esta partícula debe ser liberada para que el hombre vuelva a su morada celeste. Hay que morir para renacer.

5) Por sí mismo el hombre no puede lograr esta finalidad; necesita un Redentor, un Salvador que haya realizado esta resurrección reanudando la cadena de la Tradición primordial. Está representado por el Hierofante o Iniciador que transmite al neófito el secreto de su liberación. Es el Bautismo de renacimiento.

6) Los ritos practicados en secreto son la imagen de ese proceso interior, es decir, que constituyen una enseñanza progresiva de este misterio.

A fin de ilustrar la relación entre los misterios del paganismo y los de los cristianos, y la existencia entre ellos de una enseñanza esotérica, citemos algunos ejemplos escogidos en la literatura cristiana.

1. Gregorio de Nazianzo - San Gregorio Nazianceno compuso un panegírico en honor a San Cipriano  , obispo de Cartago, muerto en el año 258: «En su infancia Cipriano fue consagrado a Apolo, a los siete años iniciado a Mitra, a los diez años a Deméter y Core así como a la Serpiente de Palas sobre la Acrópolis; a los quince años pasó cuarenta días sobre el Olimpo en compañía de siete hierofantes. Luego participó en los misterios de Hera de Argos y se inició en la unidad formada por los cuatro elementos. También fue iniciado en los misterios de Artemisa y residió diez años en Egipto; a los treinta años viajó a Caldea para aprender los secretos de la astrologia. Finalmente se instaló en Antioquía». Se puede pensar que si se convirtió al cristianismo es porque penetraba en un mundo religioso que no le parecía ajeno. (Citado en «Les cahiers du cercle Ernest-Renan» n.° 44 y pág. 14.)

2. En el siglo cuarto Basilio - San Basilio escribía: «Creencias y prácticas generalmente aceptadas o públicamente prescritas están conservadas en la Iglesia, y algunas de ellas proceden de una enseñanza escrita, otras nos han sido transmitidas en un misterio por la tradición de los apóstoles; pero unas y otras pertenecen a la verdadera religión y poseen la misma fuerza». (Citado en «Les cahiers du cercle Ernest-Renan» n.° 44 y pág. 14.)

3. Fotius (Patriarca de Constantinopla, nacido en 820) dejó un fragmento interesante donde dice así: «Eulogio (patriarca de Alejandría, 579-607) afirma que de las doctrinas transmitidas en la Iglesia por los ministros de la palabra, algunas son dogmata, otras kerigmata; las primeras son concedidas en secreto y con prudencia, a menudo incluso envueltas de oscuridad, de modo que las cosas santas no sean expuestas al profano como perlas tiradas a los puercos; en cambio las segundas son enseñadas abiertamente. Ya que bien se sabe que no nos contentamos con lo que nos recuerda el apóstol (o sea San Pablo) o el Evangelio, sino que, tanto en el prefacio como en la conclusión, añadimos otras palabras de gran importancia para la validez del misterio, palabras que sacamos de una enseñanza no escrita... ¿Acaso esto no procede de esta enseñanza no publicada y secreta que nuestros padres han conservado en silencio fuera del alcance de los instrusos y de las investigaciones indiscretas? Comprendieron perfectamente que la respetable dignidad de los misterios está mejor preservada por el silencio. Lo que a los no iniciados no les está permitido mirar, no podía ser mostrado públicamente en documentos escritos... Los apóstoles y los Padres que hicieron las leyes de la Iglesia desde el comienzo conservaron la imponente dignidad de los misterios en el secreto y el silencio, ya que lo que está divulgado a diestro y siniestro entre la gente vulgar ya no es un misterio. He aquí el motivo de nuestra tradición de práctica y de preceptos no escritos; es lo que hace que el conocimiento de nuestros dogmas no pueda ser desdeñado o despreciado por la multitud llena de vulgaridad. Dogma y Kerigmata son dos cosas distintas: el primero se observa en silencio, el segundo es proclamado en el mundo entero». (Op. cit., págs. 15-16-17.)

4. Cirilo de Jerusalén (315-386) escribía: «no está permitido explicar a los paganos esos misterios que ahora te explica la Iglesia, a ti que sales de la clase dé los catecúmenos. Ya que no elucidamos para los paganos los misterios referidos al Padre, Hijo y Espíritu Santo e incluso, ante los catecúmenos, no hablamos claramente de los misterios; pero a menudo hablamos de muchas cosas en forma velada, de modo que los creyentes que saben puedan comprender y que los que ignoran no se sientan escandalizados». (Op. cit., págs. 15-16-17.)

5. En la misma época, escribía San Ambrosio  : «La estación nos advierte de cuándo tenemos que hablar de los misterios y mostrar el sentido de los sacramentos; si hubiéramos considerado que sería útil enseñarlos antes del bautismo a los que todavía no estaban iniciados, no se consideraría que hemos descrito los misterios, sino que los hemos traicionado. Otra razón es que la misma luz de los misterios se derramará con más eficacia sobre los que esperan lo que no saben, que si hubieran sido informados previamente». (Op. cit., págs. 15-16-17.)

6. En el tercer siglo, Orígenes escribía en su Contra Celso  : «La crucifixión, la resurrección y la encarnación son bien conocidas, pero lo que no es una particularidad del cristianismo es que existen algunas doctrinas ocultas para la multitud, que se revelan después de que son concedidas las enseñanzas exotéricas». (Op. cit., págs. 15-16-17.)

7. Por último, citemos a Clemente de Alexandria   - Clemente de Alejandría (±150-215, probablemente iniciado a los misterios de Eleusis): «El Señor no reveló a muchos lo que no estaba al alcance de muchos, sino simplemente a una minoría que él sabía adaptada, capaz de recibir la Palabra y ser formada según ella. Los misterios, al igual que Dios, no se entregan a la escritura sino a la palabra». Y si alguien nos dice que está escrito: «No existe nada escondido que deba de ser publicado, nada secreto que no deba ser desvelado», nosotros le enseñaremos lo siguiente: Dios anunció por esta palabra que los secretos serán revelados a quienquiera que los escuche en secreto, y que las cosas ocultas serán desveladas, como la verdad, a quienquiera sea capaz de recibir las tradiciones bajo un velo y que lo que es secreto para la muchedumbre será manifestado a un pequeño número. Ya que, ¿por qué no ha sido amada la justicia, si ella está entre todo el mundo? No, los misterios se transmiten de forma misteriosa, a fin de que tan sólo se encuentren en los labios del iniciador y del iniciado, o mejor dicho, no en su boca sino en su inteligencia» (Estromates I, 13).

Sin duda, estos textos confirman la tesis de R. Guénon presentada en el artículo de J.M.A. y los tres apartados finales de este último: «El catecumenado», «los misterios de Mitra» y «San Pablo y los misterios».

Todo ello nos incita a reflexionar sobre el misterio que originó nuestra tradición.


Toda tradición comienza cuando un profeta reactualiza y realiza el proceso de regeneración y lo vuelve a transmitir a otro, y así sucesivamente, hasta que esta transmisión viva se interrumpe; entonces el misterio se congela en los ritos que no son sino las imágenes de una operación que nadie es capaz de vivificar de nuevo.

Mientras existe la posesión y el conocimiento del secreto, los ritos se conservan vivos.

Estos ritos representan el camino, las etapas que debe recorrer el neófito para experimentar el proceso de la regeneración. Como dice J.M.A. en el final de su artículo: «Muerte al mundo, Renacimiento en la pureza y Perfeccionamiento en la vida corporificada en Dios».

No olvidemos, pues, que los ritos sólo enseñan, y no implican la experimentación real de este proceso regenerativo. Enseñan el camino que el hombre tendría que seguir hacia su regeneración integral.

Vemos en el artículo citado que la Iglesia primitiva se mostraba muy exigente en lo que se refiere a la admisión de sus nuevos miembros.

Toda la enseñanza converge hacia la experiencia del Bautismo. Sin él, el hombre no puede ser cristiano. Por eso, el candidato, el neófito, el catecúmeno debía pasar por unas etapas de larga espera antes de poder recibir el bautismo. Esto significa que el proceso regenerativo empieza por la experiencia del Bautismo, del que, el bautismo ritual concedido al catecúmeno, es la representación.

Y precisamente, en el siglo IV es cuando con la oficialización del culto cristiano en el Imperio romano, empezó a desaparecer el catecumenado y se generalizó el bautizar a los niños al nacer. Todas las etapas previas y necesarias de preparación del neófito para el acceso al bautismo fueron abolidas debido a las conversiones masivas a la nueva religión del Estado.

En la liturgia de rito ortodoxo griego, todavía se conserva la distinción entre la misa de los catecúmenos y la de los fieles. Antes de empezar el rito de la transubstanciación, se ordena a los catecúmenos retirarse ya que todavía no son cristianos de verdad. Puesto que sólo los que han sido socorridos por el bautismo tienen acceso al misterio de la comunión que salva.

Se sabe que, en el segundo siglo, la celebración de la Cena tenía lugar en privado y de noche hasta que estas reuniones nocturnas fueron prohibidas por las autoridades romanas.

Aquí también encontramos una enseñanza muy instructiva: uno solo es capaz de operar la transubstanciación de las especies, es decir, elaborar el alimento físico que salva a los bautizados, a imagen de Jesucristo, «gran sacerdote para siempre según la orden de Melquisedeque - Melquisedec » (Ep. Hebr. V).

Este conocedor está representado por el sacerdote o el hierofante que opera y ofrece la comunión a los fieles bautizados.

En cambio, el diácono (en griego: servidor) no puede operar la transubstanciación, sino que sólo está habilitado para distribuir y conservar las santas especies consagradas.

Intentemos resumir lo dicho respecto a los misterios cristianos en el primer siglo:

En primer lugar encontramos a los fieles auditores a la espera de la iniciación bautismal. Estos no perciben sino una enseñanza exotérica.

Luego tenemos a los santos bautizados que pueden participar de la mesa de la comunión que salva.

En tercer lugar existen los Elegidos que sólo son depositarios y conservadores de este secreto palpable, lo mismo que los del Santo Grial en el «Romance de la Mesa Redonda».

Por último tenemos al Maestro que conoce y realiza en secreto el misterioso alimento de vida. En el curso de la misa de rito ortodoxo, el momento de la consagración se produce en secreto, ya que se cierran las tres puertas de la Iconostasis que separa el santuario del resto de la Iglesia, y se vuelven a abrir después, para la comunión de los fieles.