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quinta-feira 25 de janeiro de 2024

  

Cristologia
Michel Henry  : Michel Henry Encarnação - ENCARNAÇÃO

«La carne es capaz de recibir la vida» por una razón esencial: porque proviene de la Vida. La relectura joánica del Génesis le ha permitido a Ireneo la apercepción de la creación, no como posición fuera de sí de una cosa mundana, sino como generación de una carne por pneuma - insuflación de la vida en un adama - cuerpo de fango — por ese sopro - aliento de la vida que es su Espíritu —. Aquello que Ireneo ha leído explícitamente en Pablo: «vuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo» (1 Cor 7, 19). Porque esta venida de la Vida a una carne define la creación del hombre en calidad de su natividade - nacimiento transcendental, en ésta se establece una co-naturalidad entre la esencia divina y la nuestra, como lo afirma Ireneo: «puesto que pertenecemos a Dios por nuestra naturaleza». Sólo una trágica historia ha podido deshacer esta pertenencia nativa de nuestra carne a la Vida, y esta historia, o más bien el Archi-acontecimiento que la domina y se repite incesantemente en ella, es el de la Apostasía del pecado, cuya secuencia bruscamente rota por el «salto» hemos esbozado ya. Ese salto en la Apostasía ha destruido nuestra naturaleza original y, no cesando de reproducirse en ella, no deja de destruirla. «La Apostasía nos había alienado contra nuestra naturaleza». Esta pertenencia nativa de nuestra carne al Verbo de la Vida, sólo podrá restablecerla la Advento - Venida de este Verbo a una carne semejante a la nuestra, su Encarnación. Pero Ireneo nos ayuda a comprender mejor las condiciones de esta Encarnación.

Y en primer lugar, acabamos de recordarlo, su posibilidad. Encarnándose en una carne semejante a la nuestra, el Verbo viene, en efecto, a aquello que él mismo ha generado desde el principio en su Vida, a aquello que no sólo ha hecho posible sino real. «El Verbo [...] se ha unido a su propia obra por él plasis - modelada». Sin embargo, si es el Verbo de la Vida el que ha generado la carne dándole la Vida fuera de la cual ninguna carne es posible, en la que toda carne permanece, es que el Verbo no se ausenta jamás de su creación, pues de lo que se trata en ésta es de la generación del hombre, pues «siempre estuvo presente en el género humano».