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Corbin (HLSI:28-30) – Iniciação - Guia - Luz

terça-feira 23 de agosto de 2022

      

En consecuencia, todo relato que evoque el logro de la Naturaleza Perfecta   presentar  á una escenografía de iniciación, ya sea en sueno o en estado   de vigilia. Esa iniciación tiene lugar en el centro  , es decir, en un lugar lleno de tinieblas que pasa a iluminarse con una pura luz interior. Esto es lo que, en el curso de la misma obra, nos dice el relato de Hermes  : «Cuando quise sacar a la luz la ciencia del misterio y de la modalidad de la creación, me encontré en una bóveda subterránea llena de tinieblas y de vientos. No veía nada a causa   de la obscuridad y me era imposible mantener encendida la lámpara debido a la fuerza de los vientos. Entonces, durante mi sueño, se me mostró una persona en una forma de la mayor belleza", y me dijo: "Toma una lámpara y colócala bajo un vidrio que la proteja de los vientos; entonces te iluminará a pesar de ellos. Entra después en la cámara subterránea; cava en su centro y saca de allí cierta imagen teúrgica modelada según las reglas del Arte. Cuando hayas sacado esa imagen, los vientos dejarán de recorrer esta cámara subterránea. Cava entonces en sus cuatro esquinas; sacarás a la luz la ciencia de los misterios de la creación, de las causas de la naturaleza, de los orígenes   y las modalidades de las cosas". Entonces le dije: "¿Quién eres tú?". Ella me respondió: "Soy tu Naturaleza Perfecta. Cuando quieras verme, llámame por mi nombre". »

Este mismo relato aparece, palabra por palabra, en un texto atribuido a Apolonio de Tyana (Balînâs, en árabe). La prueba de iniciación personal consiste aquí en los esfuerzos del hombre de luz  , Phôs, ante quien la tiniebla del secreto primordial se metamorfosea en una noche de luz. En la realización de este esfuerzo por llegar al centro, al polo y a las «tinieblas en las proximidades del polo», es cuando de repente se manifiesta el guía de luz, la Naturaleza Perfecta. Ella es la que inicia el gesto que lleva la luz a esa noche: extraer la imagen que es la revelación primordial del Absconditum. El iniciado  , tras poner la lámpara bajo un vidrio, como le prescribe la Naturaleza Perfecta, penetra en la cámara subterránea; ve un shaykh que no es otro que Hermes y que es su propia imagen; está sentado en un trono y tiene en sus manos una tablilla de esmeralda, con una inscripción en árabe cuyo equivalente latino sería éste: Hoc est secretum mundi et scientia Artis naturae. La sicigia   de hombre de luz y su guía de luz se establece al hacer de Phôs el portador de la luz, pues a él y por él revela la Naturaleza Perfecta, su guía, el secreto que ella es en sí misma: el secreto de luz de la noche   divina inaccesible.

Desde entonces su unión sicígica es tan íntima que el mismo papel es asumido alternativamente, incluso simultáneamente, por Hermes y por su Naturaleza Perfecta. Esto es lo que sugieren los textos sohravardianos que mencionan la Naturaleza Perfecta, especialmente el salmo   de lirismo apasionado ya evocado anteriormente y las liturgias «sabeas» que conocen la misma situación característica. Hermes es el profeta   de la Naturaleza Perfecta; al iniciarlo a la sabiduría, la Naturaleza Perfecta lo inicia a su culto, enseñándole con qué forma de oración debe invocarle y pedirle su aparición (un dhikr hermético); Hermes enseñó a los sabios este culto personal, prescribiéndoles la celebración, al menos dos veces por año, de esa liturgia personal de su Naturaleza Perfecta. Ahora bien, una liturgia sabea dirigida a Hermes lo invoca a su vez en los términos en que la Naturaleza Perfecta había enseñado al propio Hermes a dirigirse a ella misma. Mucho mejor que una teoría es esta constatación experimental, que nos es proporcionada por la práctica de una oración, y que nos confirma la relación que el propio salmo de Sohravardi   establece al designar a la Naturaleza Perfecta de forma simultánea como el alumbrador y el alumbrado. Es la misma relación, como se verá, que está implícita en la noción propiamente sufí del shahîd, el «testigo de contemplación»: es a sí mismo a quien contempla el sufí al contemplar al testigo teofánico; el contemplador deviene el contemplado  , y recíprocamente; situación mística que expresa la admirable fórmula eckhartiana: «La mirada con la que yo le veo es la misma mirada con la que él me ve». [CorbinHLSI]


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