Uno de los elementos fundamentales del pensamiento de Ibn Arabi acerca de Allah es la diferencia teológico-ontológica entre Allah y el Rabb (Señor, Sustentador). En el capítulo de Noé (Corán LXXI) mencionado anteriormente, éste utiliza, para dirigirse a Allah, la expresión «Oh, mi Señor» (Rabb-î) y no «Oh, mi Allah» (il-lâh-î). lbn Arabi encuentra en ello un significado especial.
Noé dijo «Oh, mi Señor», y no «Oh, mi Allah». Tal hizo porque el «Señor» tiene una fijeza rígida (tubût), mientras que «il-lâh» es variable a tenor de los Nombres, de modo que «se encuentra cada día en un nuevo estado ».
Esta breve cita contiene lo esencial del pensamiento de lbn Arabi respecto a la diferencia y la relación entre Allah y el Señor. Se puede explicar de la siguiente manera.
El Señor es lo Absoluto manifiesto a través de un Nombre concreto, mientras que Allah es lo Absoluto que no deja nunca de transformarse, en cada momento, de acuerdo con los Nombres. El Señor tiene una «fijeza» rígida en el sentido en que es lo Absoluto en un aspecto particular, limitado y determinado por un Nombre o Atributo concreto y adecuado a la ocasión. De ello se desprende una relación muy particular entre el Señor y el hombre, a saber, que cada vez que éste reza a Allah y Le hace peticiones o súplicas, se dirige necesariamente a su Señor. Un hombre enfermo reza a Allah, no en su forma vaga y general, sino en la forma «fija» del «Sanador» (Shafî). Asimismo, un pecador que solicita el divino perdón suplica al «Indulgente» (Gafûr), y uno que quiere algo reza al «Dador» (Mu’tî), etc.
Allah, bajo cada uno de éstos y otros Nombres similares, es el Señor del hombre particular que reza por un motivo determinado. De ahí la definición que da al’Qâshânî del Señor: el Señor es la Esencia considerada con un Atributo particular a través del cual (el hombre que reza) obtiene lo que necesita; es, por tanto, de todos los Nombres divinos , el más adecuado a la circunstancia que motiva al hombre cuando éste se dirige a Allah. Por esta razón, Noé, en el versículo coránico en cuestión, dice «mi Señor». El Señorío (rubûbiyya), en este sentido, se refiere a la relación auténticamente personal de cada individuo con Allah.
Obsérvese que dicha relación individual es también de naturaleza ontológica. En el Corán (XIX, 55), se dice que Isma’îl «fue aprobado por su Señor», lo que equivale a decir que su Señor se sentía satisfecho con él. Pero si entendemos la expresión «su Señor» en el sentido particular que le da Ibn Arabi, debemos admitir que no sólo Ismael, sino cualquier ser, es aprobado por su Señor. Como dice Ibn Arabi:
En verdad, todo ser es aprobado por su Señor. No obstante, del hecho de que todo ser sea aprobado por su Señor no se desprende necesariamente que todo ser sea aprobado por el Señor de otra criatura. La causa de ello es que cada ser ha elegido una forma particular de Señorío entre todos (los posibles tipos de Señorío contenidos en el Señorío absoluto ) y no un solo Señorío (comúnmente compartido por todos). Cada ser ha sido dotado de lo que a él se adecua del conjunto (infinitamente variable), y precisamente eso es su Señor.
Como dice al’Qâshânî, «el Señor (de cada cosa) exige de cada ser únicamente lo que aparece en éste (de forma natural ), y el ser , a su vez, por su “preparación” no exige de su Señor más que aquellos atributos y acciones que su Señor hace aparecer en él (de forma natural)». En otras palabras, cuando lo Absoluto se manifiesta en cada ser individual, es capaz de hacerlo sólo a través de un Nombre en particular, dada la limitación natural que establece la «preparación» de ese ser particular. Pero ésa es exactamente la voluntad de lo Absoluto y eso es lo que desea el receptor, sin que haya discordancia entre ambas partes. A eso se refiere la afirmación de que todo ser es aprobado por su propio Señor.
Cabe señalar que lbn Arabi ya no habla de la relación personal entre un hombre y su Señor establecida mediante el acto de la plegaria o la súplica, sino que desplaza claramente su foco de interés al aspecto ontológico del problema. Y de hecho, hay un aspecto ontológico en la relación personal entre cada individuo y su Señor.
En el fenómeno del «rezo» del que parte Ibn Arabi, cada Nombre es considerado como representante de un aspecto particular de lo Absoluto. Pero un Nombre divino, para realizarse, necesita un ser determinado. En este sentido, ese ser es el lugar de manifestación de dicho Nombre. Desde este punto de vista, cada ser, como lugar en que se manifiesta un Nombre en particular, mantiene con lo Absoluto la misma relación individual que en el contexto de la «plegaria». Sólo que, esta vez, la relación en cuestión se produce en el plano ontológico.
De ello se desprende que cada ser o cosa individual, en cada momento determinado, escoge sólo uno de los muchos Nombres, y el Nombre elegido actúa como su Señor. Si contemplamos la situación desde el ángulo opuesto, podemos expresar lo mismo diciendo que lo Absoluto nunca se manifiesta tal como es en su Unicidad original, o sea la unidad que engloba todos los Nombres, en ningún ser. lbn Arabi prosigue:
Ningún ser puede establecer una relación particular de Señor y siervo con lo Absoluto en el plano de la Unidad. He aquí el porqué de que los verdaderos sabios hayan negado la posibilidad de la manifestación divina (tayallî) en el plano de la Unidad...
Lo Absoluto, en el nivel de la Unicidad, es una síntesis de todos los Nombres y, como tal, ningún ser es capaz de contenerlo. Sólo el mundo, como conjunto integral, puede realizar la Unicidad de los Nombres y constituir un equivalente ontológico. No obstante, lbn Arabi parece admitir un solo caso extraordinario. Como dice al’Qâshânî, la excepción se produce en la persona del Hombre Perfecto. A diferencia de la gente corriente, el Hombre Perfecto actualiza y manifiesta no sólo un Nombre determinado, sino todos los Nombres sintetizados. Un hombre corriente es aprobado por su Señor particular. Es su Señor, y no el de los demás. El hombre no corriente, en cambio, se encuentra en relación directa con el Señor absoluto (al’Rabb al’mutlaq). El Hombre Perfecto, en consecuencia, actualiza en sí todos los atributos y acciones del Uno, que lo aprueba no sólo como su Señor, sino como Señor absoluto.
La expresión «el Señor absoluto» utilizada por al’Qâshânî corresponde a la expresión coránica «el Señor de los mundos» (Rabb al’‘âlamîn) y es equivalente a «Señor de los Señores» (Señor al’arbâb) o Allah. De este modo, la afirmación de que, en los casos normales, los Nombres, en su síntesis original, nunca pueden actualizarse en un solo ser, equivale a decir que Allah, como tal, no puede ser el Señor de ningún individuo en particular.
Has de saber que el objeto indicado por el Nombre Allah es unitario (ahadî) respecto a su Esencia, y sintético (kull) en lo que se refiere a los Nombres. Cada ser se relaciona con Allah únicamente en la forma de su Señor particular. Es imposible para cualquier ser relacionarse con Allah directamente en la forma original de síntesis...¡Bienaventurado quien es aprobado por su Señor! Mas en verdad no hay nadie que no sea aprobado por su Señor porque (cada individuo) es la cosa merced a la cual subsiste el Señorío del Señor. De este modo, todo ser individual es aprobado por su Señor, y todo ser individual es feliz y bienaventurado.
En la última parte de este párrafo, se afirma una intima y recíproca relación entre cada ser individual y su Señor. Huelga decir que cada ser depende esencialmente de su Señor para su existencia. Pero el Señor también depende, en cierto sentido, de la aptitud receptiva (qabiliyya) del ser individual de quien es Señor. El Señor nunca puede ser tal sin alguien a quien «Señorear» (marbûb). lbn Arabi se refiere, en este punto, al siguiente aforismo de Sahl al-Tustari, un famoso teólogo sufí del siglo IX.
«El Señorío posee un secreto, y éste eres tú mismo», aquí (por «tú mismo) Sahl se dirige a cada ser individual existente en la realidad coticreta, «y si fuera anulado, el Señorío mismo se reduciría a nada». Observa bien que Salil dice “si”, lo que implica la imposibilidad de que se produzca realmente el acontecimiento en cuestión. En otras palabras, éste (secreto) nunca será anulado y, en consecuencia, el Señorío nunca se reducirá a nada. Porque no puede haber existencia para ser alguno, excepto en virtud de su Señor, pero, en realidad, todo ser individual existe por siempre (si no en el mundo físico, por lo menos en alguna de las dimensiones no físicas de la realidad). Así, el Señorío existirá por siempre.
Como ya se ha sugerido anteriormente más de una vez, el «Señor», en el pensamiento de Ibn Arabi, es considerado en dos planos diferentes: 1) el «absoluto» (mutlaq) y 2) el «relativo» (idâfî). El Señor, en el plano «absoluto» es Allah, mientras que, en el segundo plano, es el Señor de un ser en particular y la forma actualizada de un Nombre determinado. Desde el punto de vista del concepto en sí de Señor (Rabb), el plano que le corresponde es el «relativo», siendo el Señor en el sentido «absoluto» un caso extremadamente excepcional. Al’ Qâshânî explica este hecho de la siguiente manera:
Rabb es un témiino relativo y requiere necesariamente su objeto (marbub, literalmente «el o lo señoreado»). La palabra Rabb, en árabe, se utiliza en tres sentidos: 1) el de «posesor», por ejemplo Rabb al’dâr (el posesor de la casa), Rabb al-ganam (el posesor del ganado), etc.; 2) el de «amo», por ejemplo Rabb al’qawm (el amo de las gentes), Rabb al’abîd (el amo de los esclavos), etc.; 3) el del «que educa», por ejemplo Rabb al’sabî (el que educa al muchacho), Rabb al’tifl (el que educa al niño), etc.La palabra Señor no es aplicable en el sentido no relativo excepto cuando se refiere al Señor del universo entero. En ese caso, decimos al’Rabb, con artículo definido (sin mencionar el «objeto» del Señorío). Con ello se indica únicamente a Allah. Y a Él pertenece de forma esencial el Señorío en los tres significados distinguidos anteriormente, mientras que, a lo que no es Allah, el Señorío pertenece de forma accidental, ya que «lo que no es Allah» no es sino un lugar en que (el Señorío que pertenece a Allah se manifiesta.Así, pues, el Señorío es un atributo que pertenece a una sola cosa (o sea Allah) pero aparece en muchas formas (como Señoríos «relativos»). Todo aquél en quien se manifiesta posee un Señorío accidental de acuerdo con el grado hasta el que se le otorgue el poder de libre disposición que puede ejercer sobre sus posesiones, esclavos o hijos.Puesto que el atributo del Señorío difiere de un lugar a otro, en lo que a manifestación se refiere, aparecen necesariamente diversos grados. De este modo, aquél a quien ha sido otorgado mayor control (sobre sus posesiones) que a otros posee por naturaleza un Señorío superior.
Vemos así que el «Señor», ya sea «absoluto» o «relativo», requiere esencialmente un objeto sobre el que ejercer su Señorío. En resumen, el Rabb no puede existir sin marbûb. Y eso es válido incluso cuando el Señor en cuestión es Allah. El único que no necesita nada más que a sí mismo es, como sabemos, lo Absoluto en su absolutidad, es decir la Esencia divina.
Los Nombres divinos son esencialmente lo mismo que lo Nombrado. Y lo Nombrado no es (al fin y al cabo) sino Allah. (Pero existe una diferencia, porque) los Nombres (al contrario de lo que sucede con la Esencial no dejan de requerir las realidades que ellos mismos producen. Y las realidades que requieren, los Nombres no son sino el mundo. Así, la Divinidad (ulûhiyya, es decir lo Absoluto como Allah) requiere el objeto para el que aparece como Allah (ma’lûh, literalmente un objeto «dioseado»), al igual que requiere el Señorío su propio objeto (marbûb, «Señoreado»). De otro modo, o sea fuera del mundo, (la Divinidad o el Señorío) no posee realidad propia.Lo único que es totalmente libre de cualquier necesidad en el mundo es lo Absoluto en cuanto Esencia. El Señorío no posee esa propiedad.Así, la Realidad puede ser reducida a dos aspectos: por una parte, lo que es requerido por el Señorío y, por otra, la completa independencia respecto al mundo debidamente reivindicada por la Esencia. Pero (podemos avanzar un paso más y reducir ambos aspectos a uno solo, porque), en realidad y en verdad, el Señorío no es sino la Esencia misma.
De este modo, sabemos que el «Señor» no es sino la Esencia (dzât) considerada como portadora de diversas relaciones (nisab). No debemos olvidar, sin embargo, que dichas relaciones no son entidades reales que subsistan en la Esencia divina. Son sencillamente los puntos de vista subjetivos propios de la mente humana, que, por naturaleza, no es capaz de aproximarse a la Esencia divina sino a través de ellas.
A propósito, hemos visto, en el pasaje citado, que lbn Arabi distingue entre Divinidad (uIûhiyya) y Señorío (rubûhiyya). La Divinidad representa, como observa al’Qâshânî, la «Presencia» o plano ontológico de los Nombres, a saber, de aquellos Nombres que pertenecen a lo Absoluto considerado como Allah. En este plano, lo Absoluto (como Allah) es objeto de veneración, de alabanza, de temor, de miedo, de plegaria y de obediencia por parte de las criaturas. El Señorío es la «Presencia» de las acciones es decir el plano de los Nombres específicamente relacionados con las acciones divinas en lo referente a la administración, el sustento y el control de los asuntos de las criaturas.