En una tesis reciente [1], el Dr. William C. Kirk ha cumplido su propósito inmediato, que era descubrir, hasta donde fuera posible, lo que Heráclito dijo efectivamente sobre el Fuego. No nos proponemos reseñar este folleto, que está plenamente documentado y bien construido. Lo que queremos criticar es más bien el propósito restringido de la erudición histórica misma. Ciertamente, debemos saber lo que se dijo: ¿pero de qué utilidad será para nosotros tal conocimiento, si no consideramos el significado de lo que se dijo y podemos aplicar este significado a nuestra propia experiencia? Aquí el Dr. Kirk tiene que decir poco más que lo que contienen estas significativas palabras, «Heráclito es uno de los filósofos griegos que buscaban explicar todo el universo en los términos de alguna entidad básica. Después de su tiempo, ciertamente, el Fuego decreció en importancia y los hombres dejaron de buscar un único principio [2] que explicara todos los fenómenos». Esto es una confesión de que los hombres han caído al nivel de ese empirismo hacia el que Platón se mostraba tan despectivo, y al de aquellos griegos a quienes Plutarco ridiculizaba porque ya no podían distinguir entre Apolo y Helios , entre la realidad (to on) y el fenómeno , «hasta tal punto su percepción sensorial (aisthesis ) ha pervertido su poder de discriminación (dianoia )» [3]. Sin embargo, es solo parcialmente verdadero que «la importancia del Fuego ha decrecido», y solo algunos hombres han abandonado la búsqueda de «un único principio».
El Dr. Kirk ve que Heráclito debe haber tenido precursores, pero apenas se da cuenta de que no puede haber sido un filósofo en el sentido moderno, sino más bien un filósofo en el sentido antiguo más elevado, según el cual el verdadero maestro es el que comprende y transmite una doctrina de antigüedad inmemorial y de origen divino y anónimo [4]. Dice que Heráclito habla como el que propone una verdad evidente y generalmente aceptada, no como el que argumenta con una opinión personal. Lo que queda de Heráclito es, en efecto, incuestionablemente «ortodoxo», es decir, de acuerdo con la Philosophia Perennis (et Universalis ), cuyas enseñanzas son siempre y por todas partes las mismas.
La concepción de un Fuego transcendente y universal, del que nuestros fuegos son solo pálidos reflejos, sobrevive en las palabras «empíreo » y «éter »; esta última palabra deriva de aitho, «encender» (sánscrito indh) e, incidentalmente, no carece de interés que «el tigre incandescente» de Blake recuerda el aithones theres de los griegos, que se referían así al caballo, al león y al águila; el Rg Veda (II.34.5) habla de «vacas flamígeras (indhanvan = aithon)». Para Esquilo, Zeus estin aither (Fr. 65A; cf. Virgilio, Geórgicas II.325); en el Antiguo Testamento (Deuteronomio 4:24) y para San Pablo (Hebreos 12:29), Noster Deus ignis (pyr ) consumens est; y la epifanía del Espíritu es como «lenguas de Fuego » (Hechos 2:3, 4). Agni (ignis, Fuego) es uno de los principales y quizás el primero de los nombres de Dios en el Rg Veda. Indra es «metafísicamente Indha» (aithon), un «Encendedor», pues «enciende» (inddha) los Soplos o Spiraciones (Prana , Satapatha Brahmana VI.1.1.2) [5]. El Cisne solar (hamsa), «viendo al cual uno ve el Todo», es un «Fuego deslumbrante» (tejas-endham, Maitri Upanishad VI.35), y de él se habla como «flamígero» (lelayati, Brhadaranyaka Upanishad IV.3.7), igual que las lenguas de Agni (lalayamanah en Mundaka Upanishad I.2.4). El Buddha , que puede considerarse como un tipo humanizado de Agni o Indragni [6], es «un maestro consumado del elemento de Fuego» ([...],Vinaya-Pitaka 1.25) que puede asumir a voluntad, y es representado iconograficamente no solo como un Árbol sino también como un Pilar de Fuego [7]. El Maestro Eckhart puede hablar también del «cielo inmutable, llamado Fuego o el empíreo» y decir que el néctar (die zuezekeit = ambrosía, amrta, «miel», «agua de la vida») está negado a todos aquellos que no alcanzan «esa ígnea inteligencia celestial» [8].
Consideremos ahora la doctrina india de las «Medidas del Fuego». Uso mayúsculas aquí y en los muchos contextos donde es al Dios, y no al fenómeno natural en el cual Él se manifiesta, a quien se hace referencia [9]. Debemos explicar primero que, si bien el sánscrito agni es literalmente ignis, «Fuego», la palabra tejas, que tendremos que citar repetidamente, es, hablando estrictamente, no tanto el Fuego mismo como una cualidad esencial, o la cualidad más esencial del «Fuego», ya sea como deidad o ya sea como fenómeno natural. Tejas (√ tij, ser agudo, cf. stizo, stigma , di-stinguo, in-stig-o, hender [stick], clavar [stake], coser [stitch]), está, tan cerca como es posible, de lo que Jacob Boehme llama la «agudeza de la llamarada del fuego» (Three Principles XIV.69). En Rg Veda Samhita VI.3.5, se dice de Agni que afila su tejas como una punta de hierro. El adjetivo correspondiente tigma comúnmente califica a socis, «llama», y Agni mismo es tigma-socis, «de llama aguda». Sin embargo, la palabra tejas se traduce usual y acertadamente por «Fuego» [10] o «energía ígnea», donde la cualidad esencial corresponde a la esencia y el acto característico al agente ; de la misma manera que la Ráfaga [Blast] (vayu ) del Espíritu (atman ) no es nada sino el Espíritu mismo en los términos de su actividad característica. Al mismo tiempo debe comprenderse que ni agni ni tejas implican un calor que haya de distinguirse de una luz; tejas, por ejemplo, no es meramente una «agudeza» sino también una «brillantez» como de relámpago, de aquí la correlación «Fuego y lo que puede ser iluminado» ([...], Prasna Upanishad IV.8 [11]). En el Fr. 77 Heráclito mismo substituye phaos por el pyr del Fr. 20, permaneciendo los verbos sin cambiar. Puesto que hemos hecho de él nuestro punto de partida, y puesto que sería engorroso [awkward] repetir la «agudeza de la llamarada del Fuego» [sharpness of the fire-flash] de Boehme, nos adheriremos a la traducción acostumbrada de tejas por «fuego» o «Fuego».
Ahora, «Del Fuego (tejas) que está oculto dentro del Cielo [12], es solo una pequena medida (amsa-matram) lo que (luce) en medio del Sol, en el ojo y en el Fuego. Ese (Fuego) es Brahma , Inmortal [13] ... Es solo una pequena medida (amsa-matram) de ese Fuego lo que es la ambrosía (amrtam) en medio del Sol, cuyos brotes pujantes (apayankurah) son Soma y los Soplos» (Prana, Maitri Upanishad VI.35). Y así, ciertamente, «como las chispas se dispersan en todas las direcciones desde un Fuego resplandeciente, así desde este Espíritu Presciente (prajnatman, el Sí mismo solar y último) los Soplos y otras substancias se dispersan a sus estaciones» (Brhadaranyaka Upanishad II.1.3, Kausitaki Upanishad III.3, IV.20, Mundaka Upanishad II.1.1, Maitri Upanishad VI.26, 31, con pequenas variantes), y es desde este punto de vista como Brahma se compara a una «rueda ígnea centelleante» (Maitri Upanishad VI.24). «Estos poderes funcionales (indriyani = Prana) son del Espíritu (atmakani), es el Espíritu (atman) el que procede (en ellos) y el que los controla» (Maitri Upanishad VI.31) [14]; ellos son los rayos o riendas [15] (rasmayah) solares por los que el Único Veedor y Pensador ve, oye, piensa y come dentro de nosotros (Maitri Upanishad II.6, VI.31, Brhadaranyaka Upanishad III.7.23, Jaiminiya Upanishad Brahmana I.29, 30, etc.), siendo él, por consiguiente, el «Único Transmigrante» (Samsarin) (Brahma Sutra Bhasya 1.1.5). Así estos poderes activos del habla, visión, pensamiento, etc. «son solamente los nombres de Sus actos», los nombres de las fuerzas que Él extiende y después absorbe (Brhadaranyaka Upanishad I.4.7, I.5.21, I.6.3, etc.). En su operación en nosotros mismos todos estos Soplos o Vidas actúan juntos, de modo que nosotros somos capaces de concebir, ver, oír y pensar uno y el mismo objeto simultáneamente (Kausitaki Upanishad III.2; cf. I Corintios 12:14 sigs.).
Él mismo, el Espíritu (atman), Brahma, Prajapati, el Inmortal, que en nosotros asume las apariencias (rupani) del habla, la visión, la mente , etc. (puesto que estos, como lo hemos visto, son los nombres de Sus actos, no de los «nuestros»), es «de la substancia del Fuego» (tejo-mayam, Brhadaranyaka Upanishad II.5.1-15); él «se divide a sí mismo» (atmanam vibhajya) para vivificar a sus hijos (Maitri Upanishad II.6), permaneciendo él mismo «indiviso en las divisiones» (Bhagavad Gita XVIII.20) [16]. El acto de «creación», o más bien de «expresión» (srstih), se concibe típicamente como una «determinación» o «medición» (nirmanam) [17], en la que el Medidor, que es él mismo la medida de todas las cosas, permanece «inmedido entre lo medido» (Atharva Veda Samhita X.7.39). De esto se sigue que Sus divisiones, las antedichas facultades (o «inteligencias», jnanani, Katha Upanishad VI. 10, Maitri Upanishad VI.30; prajna -matrah, Kausitaki Upanishad III.8; buddhindriyani, Maitri Upanishad II.6) [18] deben ser «Medidas (matrah) [19] del Fuego». De hecho, estas hipóstasis activas del Espíritu aparecen mencionadas efectivamente como «Fuegos» (agnayah, Satapatha Brahmana X.3.3.1 sigs.), como los «Fuegos de los Soplos» (pranagnayah, Prasna Upanishad IV.3) y como «Medidas del Fuego» (tejo-matrah, Brhadaranyaka Upanishad IV.4.1, Prasna Upanishad IV. 8).
Hemos mostrado que los elementales de la vida activa son «Medidas del Fuego», y que, aunque en sí mismos son mortales, proceden primero y retornan después al Soplo ígneo inmortal de la Presencia Total dentro de nosotros. Es exactamente esta doctrina india y universal la que enuncia Heráclito (Fr. 20): «Ese Cosmos, la identidad de todas las cosas, nadie de los dioses o los hombres lo ha hecho nunca, sino que siempre fue, y es y siempre será el Fuego siempre vivo, que se enciende en medidas y se apaga en medidas» [20].
Muchos otros de los dichos de Heráclito son igualmente enunciaciones de doctrinas que son a la vez indias y universales [21]. Que «El Rayo (keraunos = vajra) gobierna todas las cosas» (Fr. 28), por ejemplo, expresa la doctrina del Axis Mundi [22]. Al trazar paralelos, ha estado muy lejos de mi intención sugerir que las filosofías de Heráclito o de Platón se deriven de fuentes indias o de otras fuentes orientales [23]. Ninguna cultura, pueblo o edad puede reclamar una propiedad privada en la Philosophia Perennis. Todo lo que he intentado mostrar es que los axiomas de esta filosofía, por quienquiera que sean enunciados, a menudo pueden ser explicados y aclarados o resaltados por una correlación con los textos paralelos de otras tradiciones. Y, finalmente, de Heráclito sólo puedo decir, junto con Sócrates , que «Lo que comprendo de él es excelente, y lo que (todavía) no comprendo es excelente también».