Es absolutamente necesario recordar ahora el esquema de conjunto de la cosmología mazdeísta, es decir, el esquema de conjunto que articula el pleroma celeste de luz. Desgraciadamente aquí nos tenemos que limitar a ofrecer sólo sus rasgos más importantes. La visión mazdeísta comparte la totalidad pensable entre una altura infinita de Luz en la que Ohrmazd (avéstico Ahura Mazda), el “Señor de la Sabiduría”, habita eternamente y un abismo insondable de Tinieblas donde mora el Antagonista, la potencia contraria de negación, de desintegración y de muerte , Ahriman (avéstico Angra Mainyu). Entre la Potencia de Luz y la Potencia contraria de Tinieblas no hay nada en común: ningún compromiso de coexistencia, sino una lucha sin cuartel, cuyo escenario es nuestra Tierra, y con ella toda la Creación visible, hasta el momento de la consumación del Aion , la apocatástasis o “restablecimiento” que pondrá fin a esta mezcolanza (gumechishn) mediante la separación (vicharishn) arrojando a su abismo a las contra-Potencias demoníacas.
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Ahora bien, un rasgo característico de la visión zoroástrica es que el Señor de la Sabiduría aparece siempre rodeado de seis Potencias de Luz con las que él mismo (como primero o como séptimo) forma la Héptada divina suprema. Con la excusa de que se trata de un pensamiento considerado “primitivo”, a veces se ha pretendido reducir estas Potencias a “aspectos” de la divinidad suprema, sin tener en cuenta que esto supondría por el contrario una especulación teológica muy desarrollada y que, en cualquier caso, el impulso de la piedad no tiene nada que ver con esas abstracciones y distinciones sutiles, sino que se dirige a Personas celestes cuya belleza aparece aquí como fascinante y cuyo poder se admite que es eficaz. Son estas Siete Potencias las designadas como Amahraspands (avéstico Amerta Spenta), nombre que habitualmente se traduce por “los Santos Inmortales”, considerando su santidad no como un atributo canónico sino como una Energía transitiva, activa y activadora que comunica al ser, confirma y prodiga a todos los seres3. Estas Siete Potencias son las que normalmente se conocen también como Arcángeles zoroástricos.
El Yasht XIX del Avesta (es decir, uno de esos himnos litúrgicos con una estructura característica que consta de antífonas y respuestas) describe en términos elogiosos su esplendor y el misterio de sus relaciones. El himno ensalza a estos siete Arcángeles “que comparten, todos ellos, el mismo pensamiento, la misma palabra, la misma acción … y cada uno de ellos ve el alma de los demás ocupada en meditar pensamientos rectos, en meditar palabras rectas, en meditar la Morada -de-los-Himnos, y todos ellos tienen caminos de luz para acudir a las liturgias (celebradas en su honor) … que han creado y gobiernan a las criaturas de Ahura Mazda, que las han formado y dirigen, de quienes son protectores y liberadores”.
Entre los Siete Arcángeles existe pues una especie de unio mystica, a través de la cual la Héptada divina se distingue tanto de las representaciones ordinarias del monoteísmo como de las del politeísmo; habría que hablar más bien de un catenoteísmo, en el sentido de que cada una de estas figuras de la Héptada divina se puede a su vez concebir como integradora de la totalidad de las relaciones comunes con las demás. En los textos se puede observar una oscilación que a veces manifiesta la primacía del Señor de la Sabiduría entre los Siete, y otras veces recalca la unio mystica con las otras seis Potencias de Luz. Por esto es por lo que la frecuencia con la Ohrmazd, al iniciar a su profeta Zaratustra , se expresa en los textos pahlevis diciendo: “Nosotros, los Arcángeles” – corresponde al uso, en el propio Avesta, de la palabra “Mazda” en plural, “los Señores de la Sabiduría” –, para referirse al conjunto de los Amahraspands. Comparativamente se puede recordar que en Filón al Logos –cuando no al propio Dios- se le denomina Arcángel, porque es Άρχων Ἀγγέλων.
Tradicionalmente, tanto en la iconografía mental como en la iconografía real, la Héptada divina aparece dividida en dos grupos: tres Arcángeles representados como masculinos a la derecha de Ohrmazd, tres Arcángeles femeninos a su izquierda. El propio Ohrmazd reúne su doble naturaleza, ya que él dice de sí mismo que fue a la vez el padre y la madre de la Creación. Los Siete juntos dieron vida a las criaturas mediante un acto litúrgico, es decir, celebrando la Liturgia celeste, y cada una de las Siete Potencias de Luz crea, en virtud de la Energía que desborda todo su ser, la parte de los seres que en el conjunto de la Creación representa su hierurgia personal, y que por esta razón puede designarse con su propio nombre.
A Ohrmazd le corresponde como hierurgia propia, objeto de su actividad creadora y providente, el ser humano, o más concretamente esa parte de la humanidad que ha elegido responder sobre la tierra por los seres de Luz [1]. De los tres Arcángeles masculinos: Vohu Manah (Pensamiento excelente, Pahlevi Vohuman, persa Bahman) se ha reservado la protección de toda la creación animal ; Arta Vahishta (Perfecta Existencia, Artvahisht, Urdībihisht), el Fuego bajo todas sus manifestaciones; y Xshathra Vairya (Reino deseable, Shathrīvar, Shahrīvar), los metales. De los tres Arcángeles femeninos, Spenta Armaiti (Spandarmat, Isfandārmuz) tiene como hierurgia propia la Tierra como forma de existencia, la Sabiduría como imagen y la mujer bajo su aspecto de ser de luz. A Haurvatāt (Integridad, Jurdād) le pertenecen las Aguas, el mundo acuático en general; a Amertāt (Inmortalidad, Murdād) las plantas, todo el universo vegetal. Estas relaciones hierúgicas son las que indican precisamente al ser humano dónde y cómo encontrar las Potencias de Luz invisibles, para cooperar con ellas en la salvación de la parte de la Creación que les corresponde.
En esta obra, los Arcángeles supremos reciben en primer lugar la ayuda de la multitud de Yazatas (persa Ῡzad, literalmente, los "Adorables", los que son objeto de una liturgia, de un Yasna); éstos son los Ángeles del mazdeísmo, y la idea de su cooperación con los Amahraspands ofrece una sorprendente analogía con la angelología neoplatónica [2]. Entre ellos destaca Zamyāt, el Ángel femenino de la Tierra como Dea terrestris y Gloria telúrica, colaboradora del Arcángel Amertāt. Se ha querido ver en ella una simple réplica de Spenta Armaiti, pero su función y su persona se nos mostrarán finalmente bien diferenciados [3]. Todos los Celestes son Yazatas, incluido Ohrmazd y los Amahraspands, sin que todos los Yazatas sean Amahraspands, respecto a los cuales forman más bien una especie de jerarquía subordinada.
Existe también la innumerable multitud de entidades celestes femeninas llamadas Fravartis (literalmente "las que han elegido", es decir, han elegido luchar para ayudar a Ohrmazd), y que son a la vez los arquetipos celestes de los seres y su Ángel tutelar respectivo; metafísicamente no son menos necesarias que los Yazatas, ya que sin su ayuda Ohrmazd no hubiera podido defender su creación contra la invasión destructora de las Potencias demoníacas [4]. Anuncian una estructura universal del ser y de los seres, de acuerdo con la ontología mazdeísta. Cada entidad física o moral, cada ser completo o cada grupo de seres pertenecientes al mundo de Luz tiene su Fravarti, incluido Ohrmazd, los Amahraspands y los Ῡzads [5].
Luego lo que anuncian a los seres terrenales es una estructura esencialmente dual que da a cada uno su arquetipo celeste o Ángel cuya contrapartida terrestre él represente [6]. En este sentido existe una dualidad más esencial todavía para la cosmología mazdeísta que el dualismo Luz-Tinieblas, que es el aspecto más conocido; este dualismo no hace más que expresar la fase dramática experimentada por la Creación de Luz que las Potencias demoníacas han invadido y destruyen, y éste es un dualismo que interpreta esta negatividad sin transacción, sin reducir el mal a una privatio boni. En cuanto a la dualidad esencial, ésta aúna un ser de luz con otro ser de luz, pero un ser de luz nunca puede tener su complementario en un ser de tinieblas, ni siquiera su propia sombra: la característica de los cuerpos de luz en la Tierra transfigurada es precisamente la de no "hacer sombra" y en el pleroma es siempre "mediodía".
Esta estructura dual establece una relación personal que duplica esa otra relación fundamental que la cosmología mazdeísta expresa distinguiendo el estado mēnōk y el estado gētīk de los seres. Esta distinción no es exactamente la de lo inteligible y lo sensible , ni simplemente la de lo corpóreo e incorpóreo (ya que las Potencias celestes tienen cuerpos muy sutiles de luz); se trata más bien de la relación entre lo invisible y lo visible, lo sutil y lo denso, lo celeste y lo terrenal, dado por sentado que el estado gētīk, material, terrestre, no implica en absoluto en sí mismo una degradación del ser, pues él mismo, antes de la invasión ahrimánica, tenía – y lo volverá a tener después – un estado glorioso de luz, de paz y de incorruptibilidad. Cada ser se puede representar tanto en su estado mēnōk como en su estado gētīk (la Tierra, por ejemplo, en su estado celeste se designa como zām, y en su estado empírico, material, ponderable, como zamīk, persa zamin).