Brugger
1. Si en alguna parte existiera un rey rico que tuviese una hija hermosa y la desposara con el hijo de un hombre pobre , entonces serían elevados y ennoblecidos por este hecho todos los integrantes de su estirpe. Dice, pues, un maestro: Dios se hizo hombre ( y ) gracias a ello todo el género humano ha sido elevado y ennoblecido. Con razón debemos regocijarnos de que Cristo , nuestro hermano, por fuerza propia haya ascendido al cielo por encima de todos los coros angelicales, y esté sentado a la diestra del Padre. Este maestro ha dicho palabras acertadas, pero yo por cierto, no daría gran cosa por ello. ¿De qué me serviría si yo tuviera un hermano que fuese un hombre rico mientras yo fuera pobre? ¿De qué me serviría si tuviera un hermano que fuera un hombre sabio mientras yo fuera un necio?
2. Digo otra cosa que va más al grano: Dios no sólo se hizo hombre, sino que adoptó la naturaleza humana.
3. Los maestros dicen por lo general que todos los hombres son igualmente nobles en su naturaleza. Pero yo digo conforme a la verdad: Todo el bien que han poseído todos los santos y María, la Madre de Dios, y Cristo, en cuanto a su humanidad, me pertenece ( también ) a mí en esta naturaleza. Ahora podríais preguntarme lo siguiente: Como yo en esta naturaleza poseo todo cuanto Cristo puede realizar según su humanidad ¿a qué se debe entonces que enaltezcamos a Cristo venerándolo como Nuestro Señor y Nuestro Dios? Esto se debe al hecho de que haya sido un mensajero de Dios ( enviado ) a nosotros, y nos ha traído nuestra salvación. La salvación que nos trajo era nuestra. Allí donde el Padre engendra a su Hijo en el fondo más entrañable, allí entra también volando esta naturaleza ( humana ). Ella es una y simple. Puede ser que alguna cosa se deje entrever o se apegue, pero no es lo Uno.
4. Digo otra cosa que es más complicada aún: Quien ha de subsistir inmediatamente en la desnudez de esta naturaleza, debe haberse apartado de todo lo personal de modo que le desee tantas cosas buenas a un hombre allende el mar, a quien nunca vieron sus ojos, como al hombre que se halla junto a él y es su amigo íntimo. Mientras deseas más bienes para tu propia persona que para el hombre que nunca viste, andas mal por cierto, y nunca atisbaste ni por un solo instante este fondo simple. Es bien posible que hayas visto la verdad en una imagen deducida al modo de un símil: pero no ha sido lo óptimo.
5. Por otra parte, debes tener el corazón puro, pues sólo es puro aquel corazón que ha aniquilado toda criaturidad. En tercer lugar debes mantenerte libre del «no». Se suele preguntar ¿qué es lo que quema en el infierno? Los maestros dicen por regla general: Esto lo hace la propia voluntad. Pero yo digo conforme a la verdad, que lo que quema en el infierno es el «no». ¡Escucha pues, un símil! Que tomen un carbón ardiente y me lo pongan en la mano. Si yo dijera entonces que el carbón me quemaba la mano, le haría una gran injusticia. Mas si he de decir con acierto qué es lo que me quema, ( afirmaré ) que lo hace el «no», porque el carbón contiene algo que no contiene mi mano. Mirad, justamente este «no» es lo que me quema. Mas, si mi mano contuviera todo cuanto es el carbón y lo que éste puede hacer, entonces ella poseería toda una naturaleza de fuego. Luego, si alguien tomara todo el fuego que hubiese ardido jamás y lo arrojara sobre mi mano, no me podría doler. De igual modo digo: Como Dios y todos cuantos se mantienen en la contemplación de Dios, poseen en la verdadera bienaventuranza algo que no tienen aquellos que están apartados de Dios, este «no» solo atormenta a las almas en el infierno, más que la propia voluntad o cualquier fuego. De cierto digo: Eres imperfecto en la medida en que te queda apegado el «no». Por eso, si queréis ser perfectos, debéis ser libres del «no».
6. Por ello dice la palabrita que os he citado: «Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo»; esto no lo debéis interpretar con miras al mundo exterior, cómo comía y bebía con nosotros; tenéis que comprenderlo con respecto al mundo interior. Así como es verdad que el Padre en su naturaleza simple engendra a su Hijo en forma natural , también es verdad que lo engendra en lo más entrañable del espíritu y esto es el mundo interior. Ahí el fondo de Dios es mi fondo, y mi fondo el de Dios. Ahí vivo de lo mío, así como Dios vive de lo suyo. Para quien mirara alguna vez en este fondo, aunque fuera por un solo instante, para ese hombre mil marcos de oro amarillo amonedado valdrían lo mismo que un maravedí falso. Desde este fondo más entrañable has de obrar todas tus obras sin porqué alguno. De cierto digo: Mientras hagas tus obras por el reino de los cielos o por Dios o por tu eterna bienaventuranza, ( es decir ), desde fuera, realmente andarás mal. Pueden aceptarte tal cual, pero no es lo mejor. Pues de veras, quien se imagina que recibe más de Dios en el ensimismamiento, la devoción, el dulce arrobamiento y en mercedes especiales, que ( cuando se halla ) cerca de la lumbre o en el establo, hace como si tomara a Dios, le envolviera la cabeza con una capa y lo empujara por debajo de un banco. Pues, quien busca a Dios mediante determinado modo, toma el modo y pierde a Dios que está escondido en el modo. Pero quien busca a Dios sin modo lo aprehende tal como es en sí mismo; y semejante persona vive con el Hijo y Él es la vida misma. Si alguien durante mil años preguntara a la vida: «¿Por qué vives?» ésta, si fuera capaz de contestar, no diría sino: «Vivo porque vivo». Esto se debe a que la vida vive de su propio fondo y brota de lo suyo; por ello vive sin porqué justamente porque vive para sí misma. Si alguien preguntara entonces a un hombre veraz, uno que obra desde su propio fondo: «¿Por qué obras tus obras?» él, si contestara bien, no diría sino: «Obro porque obro».
7. Donde termina la criatura, ahí Dios comienza a ser. Pues bien, lo único que Dios te exige, es que salgas de ti mismo, en cuanto a tu índole de criatura, y que permitas a Dios ser Dios dentro de ti. La menor imagen de lo creado, que en algún instante se forma dentro de ti, es tan grande como lo es Dios. ¿Por qué? Porque te impide ( tener ) un Dios entero. Justamente allí donde entra la imagen, Dios debe retirarse así como toda su divinidad. Mas, donde sale la imagen, allí entra Dios. Él desea tanto que tú salgas de ti mismo, en cuanto a tu índole de criatura, como si de ello dependiera toda su bienaventuranza. Pues bien, mi querido hombre, ¿qué daño te hace si le permites a Dios que sea Dios dentro de ti? Sal completamente de ti mismo por amor de Dios, luego Dios saldrá por completo de sí mismo por amor de ti. Cuando estos dos salen, entonces lo que queda es un Uno simple. En este Uno el Padre engendra a su Hito dentro del manantial más íntimo. Allí sale floreciendo el Espíritu Santo y allí surge dentro de Dios una voluntad que pertenece al alma . La voluntad es libre mientras no se halla afectada por ninguna criatura y por nada que sea criaturidad. Cristo dice: «Nadie asciende al cielo sino Aquel que ha bajado del cielo» ( Juan 3, 13 ). Todas las cosas fueron creadas de ( la ) nada; por eso su verdadero origen es ( la ) nada, y en cuanto esta noble voluntad se inclina hacia las criaturas, en tanto se derrama con ellas en su nada.
8. Ahora cabe preguntar: Esta noble voluntad ¿se derrama hasta un punto tal que nunca puede volver? Los maestros dicen por regla general que nunca volverá, en cuanto se haya derramado junto con el tiempo. Mas yo digo: Toda vez que esta voluntad se aparte de sí misma y de toda criaturidad, volviendo por un solo instante hacia su primer origen, la voluntad se presentar á ( otra vez ) en su recta índole libre y es libre; y en ese instante se recupera todo el tiempo perdido.
9. A menudo la gente me dice: ¡Rogad por mí! Entonces pienso: ¿Por qué salís? ¿Por qué no permanecéis dentro de vosotros mismos y echáis mano de vuestro propio bien? Si lleváis dentro de vosotros toda la verdad en su esencia.
10. ¡Que Dios nos ayude a permanecer verdaderamente adentro del modo señalado, ( y ) a poseer toda la verdad inmediatamente y sin distinción en la verdadera bienaventuranza! Amén.
Jarczyk et Labarrière
« En ceci nous a été montré et nous est apparu l’amour de Dieu pour nous, que Dieu a envoyé son Fils unique dans le monde, afin que nous vivions avec le Fils et dans le Fils et par le Fils » ; car tous ceux qui ne vivent pas par le Fils, ceux-là ne sont vraiment pas comme il faut.
S’il se trouvait maintenant un riche monarque qui ait une fille belle, s’il la donnait au fils d’un homme pauvre, tous ceux qui appartiendraient à cette famille s’en trouveraient élevés et honorés. Or un maître dit : Dieu est devenu homme, par là est élevé et honoré tout le genre humain. Nous pouvons bien nous réjouir de ce que le Christ, notre frère, se soit élevé de par sa propre puissance au-dessus de tous les choeurs des anges et siège à la droite du Père. Ce maître a bien parlé ; mais au vrai, je n’en ferais pas grand cas. Que me servirait d’avoir un frère qui serait un homme riche alors que je serais un homme pauvre ? Que me servirait d’avoir un frère qui serait un homme sage alors que je serais un insensé ?
Je dis quelque chose d’autre et dis quelque chose qui va plus au coeur des choses : Dieu n’est pas devenu seulement homme, plutôt : il a pris sur soi la nature humaine.
Les maîtres disent communément que tous les hommes sont également nobles dans leur nature. Mais je dis au vrai : Tout le bien que tous les saints ont possédé, et Marie Mère de Dieu, et Christ selon son humanité, cela est mon propre dans cette nature. Or vous pourriez me demander : puisque j’ai dans cette nature tout ce que Christ peut offrir selon son humanité, d’où vient donc que nous élevons et honorons le Christ comme Notre Seigneur et notre Dieu ? C’est parce qu’il a été un messager pour nous de par Dieu et nous a apporté notre béatitude. La béatitude qu’il nous a apportée, elle était nôtre. Là où le Père engendre son Fils dans le fond le plus intérieur, là cette nature est comprise. Cette nature est une et simple. Ici quelque chose peut bien procéder et une chose s’adjoindre, ce n’est pas cet Un.
Je dis quelque chose d’autre et dis quelque chose de plus difficile : Celui qui doit se tenir dans la nudité de cette nature sans intermédiaire, il lui faut être sorti de tout ce qui tient à la personne, donc qu’à l’homme qui est de l’autre côté de la mer, qu’il n’a jamais vu de ses yeux, qu’il lui veuille autant de bien qu’à l’homme qui est près de lui et est son ami intime. Tout le temps que tu veux plus de bien à ta personne qu’à l’homme que tu n’as jamais vu, tu n’es vraiment pas comme il faut, et tu n’as jamais porté un instant le regard dans ce fond simple. Mais tu as sans doute vu la vérité dans une image décalquée, dans une ressemblance : mais ce n’était pas le mieux.
Par ailleurs, tu dois être pur de coeur, car seul est pur le coeur qui a anéanti tout ce qui est créé. En troisième lieu, tu dois être nu de néant. Il est une question, qu’est-ce qui brûle en enfer ? Les maîtres disent communément : C’est la volonté propre qui le fait. Mais je dis pour de vrai que c’est le néant qui brûle en enfer. Prend maintenant une comparaison ! Que l’on prenne un charbon ardent et qu’on le pose sur ma main. Si je disais que c’est le charbon qui brûle ma main, je lui ferais grand tort. Mais dois-je dire à proprement parler ce qui me brûle : c’est le néant qui le fait, car le charbon a en lui quelque chose que ma main n’a pas. Voyez, c’est ce néant même qui me brûle. Mais ma main aurait-elle en elle tout ce que le charbon est et peut faire, elle aurait la nature du feu entièrement. Qui prendrait alors tout le feu qui jamais ait brûlé et le secouerait sur ma main, cela ne pourrait me faire souffrir. De la même manière je dis donc : Lorsque Dieu et tous ceux qui se tiennent devant sa face ont intérieurement quelque chose selon la juste béatitude que n’ont pas ceux qui sont séparés de Dieu, ce néant à lui seul fait plus souffrir les âmes qui sont en enfer que volonté propre ou quelque feu. Je dis pour de vrai : Autant le néant t’affecte, autant es-tu imparfait. C’est pourquoi si vous voulez être parfaits, vous devez être nus de néant.
C’est pourquoi le petit mot que je vous ai proposé dit : « Dieu a envoyé son Fils unique dans le monde » ; cela, vous ne devez pas l’entendre comme le monde extérieur, lorsqu’il mangeait et buvait avec nous : vous devez l’entendre comme le monde intérieur. Aussi vrai que le Père, dans sa nature simple, engendre son Fils naturellement, aussi vraiment il l’engendre au plus intime de l’esprit , et c’est là le monde intérieur. Ici le fond de Dieu est mon fond, et mon fond, fond de Dieu. Ici je vit à partir de ce qui m’est propre, comme Dieu vit à partir de ce qui lui est propre. Qui a jamais un instant porté le regard dans ce fond, pour cet homme mille marks d’or rouge frappé sont comme un faux heller. C’est à partir de ce fond le plus intérieur que tu dois opérer toute ton oeuvre, sans pourquoi. Je dis pour de vrai : Tout le temps que tu opères ton oeuvre pour le royaume des cieux ou pour Dieu ou pour ta béatitude éternelle, ( et donc ) de l’extérieur, tu n’es pas vraiment comme il faut. On peut bien te souffrir ainsi, pourtant ce n’est pas le mieux. Car pour de vrai, celui qui s’imagine obtenir davantage de Dieu dans l’intériorité, dans la ferveur, dans la douceur et dans une grâce particulière que près du feu ou dans l’étable, tu ne fais alors rien d’autre que si tu prenais Dieu et lui enroulais un manteau autour de la tête et le poussais sous un banc. Car qui cherche Dieu selon un mode, il se saisit du mode et laisse Dieu qui est caché dans le mode. Mais qui cherche Dieu sans mode, il le prend tel qu’il est en lui-même ; et cet homme vit avec le Fils, et il est la vie même. Qui interrogerait la vie pendant mille ans : Pourquoi vis-tu ?, devrait-elle répondre elle ne dirait rien d’autre que : Je vis parce que je vis. Cela provient de ce que vie vit à partir de son fond propre et sourd de son fond propre ; la raison pourquoi elle vit sans pourquoi, c’est qu’elle vit pour elle-même. Qui maintenant interrogerait un homme véritable qui là opère à partir de son propre fond : Pourquoi opères-tu ton oeuvre ?, devrait-il répondre de façon juste il ne dirait rien d’autre que : J’opère pour la raison que j’opère.
Là où finit la créature, là Dieu commence à être. Or Dieu ne désire rien de plus de toi que le fait que tu sortes de toi-même selon ton mode de créature, et que tu laisses Dieu être Dieu en toi. La plus minime image de créature qui jamais se forme en toi est aussi grande que Dieu est grand. Pourquoi ? Parce qu’elle entrave en toi le tout de Dieu. C’est justement là où pénètre l’image qu’il faut que Dieu recule et toute sa déité. Mais là où l’image sort, là Dieu entre. Dieu désire tellement que tu sortes de toi-même dans ton mode de créature, comme si toute sa béatitude tenait à cela. Ah, mon cher, en quoi te porte tort que tu permettes à Dieu que Dieu soit Dieu en toi ? Si tu sors pleinement de toi-même pour Dieu, alors Dieu sort pleinement de soi-même pour toi. Lorsque sortent ces deux, ce qui demeure est un Un simple. C’est dans cet Un que le Père engendre son Fils dans la source la plus intérieure. Là fleurit l’Esprit Saint, et là bondit en Dieu une volonté qui appartient à l’âme. Tout le temps que la volonté se tient intacte de toutes créatures et de tout le créé, cette volonté est libre. Christ dit : « Personne ne vient au ciel que celui qui du ciel est venu ». Toutes choses sont créées de néant ; c’est pourquoi leur juste origine est le néant, et pour autant que cette noble volonté s’incline vers les créatures, elle s’écoule avec les créatures vers leur néant.
Maintenant il est une question, si cette noble volonté s’écoule de telle sorte qu’elle ne puisse jamais faire retour ? Les maîtres disent communément qu’elle ne fait jamais retour pour autant qu’elle s’est écoulée avec le temps. Mais je dis : Lorsque cette volonté se détourne un instant d’elle-même et de tout le créé vers son origine première alors la volonté se tient dans sa juste libre manière et est libre, et dans cet instant tout le temps perdu se trouve réintégré.
Les gens me disent souvent : Priez pour moi. Je pense alors : Pourquoi sortez-vous ? Pourquoi ne demeurez-vous pas en vous-mêmes et ne puisez-vous pas en votre propre bien ? Vous portez pourtant toute vérité essentiellement en vous.
Pour que donc nous puissions demeurer pour de vrai à l’intérieur, pour que nous puissions posséder toute vérité sans intermédiaire et sans différence en véritable béatitude, qu’à cela Dieu nous aide. Amen .