Para el sufí, el mundo fenoménico no tiene ninguna realidad, si no es la Realidad una de Dios. «Su Unidad no tiene asociado» (wahdahu la sharika lahu); sólo la ignorancia le atribuye una «alteridad». La ignorancia es la posibilidad ininteligible o «inexplicable» de la Omniposibilidad divina; «vela» a lo único Verdadero aunque «borrándose» eternamente en Su conocimiento. Por nuestra identificación con la ignorancia, que oculta nuestra Esencia divina , creemos existir fuera de lo único Real. Pero no podemos existir fuera de Aquél que es el único que es, ni, por consiguiente extinguirnos para convertirnos en Él: sólo nuestra ignorancia se extingue en el conocimiento del Uno, que es nuestro «Sí mismo» eterno e inmutable. En cuanto a la diversidad de las cosas, tejidas en las «setenta mil cortinas de luz y de tiniebla» de que está hecho el velo universal de la ignorancia, no es una dualidad real: «refracta» ilusoriamente la Claridad infinita de las posibilidades indistintas del Uno. Aquel cuya mirada está velada por las «cortinas» de la ignorancia se ve existir en modo separado y múltiple; pero aquel que ya no está obnubilado por el espejismo cósmico y mira con el «ojo del corazón» ve en todas partes su «no-yo», su divino «Sí mismo», sin modo y en todos los modos : se conoce como el Uno sin segundo, sin formar, sin fin, aunque toma las apariencias formales y limitadas del mundo.
Por la realización del tawhid , el ser toma consciencia de que no es otro, en esencia, que la «gran Luz del Mundo infinito ». Uno de los últimos sufíes consumados de nuestra época, el Shaikh Ahmed ben Mustafa al-Alawi [1], dijo: «El Infinito o el Mundo de lo Absoluto, que consideramos exterior a nosotros, es, por el contrario, universal, y existe tal cual tanto en nosotros mismos como en el exterior. No hay más que un mundo, y es ése. Lo que consideramos el mundo sensible , el mundo de lo finito o temporal (es decir, la manifestación criatural y transitoria de Dios) no es sino un conjunto de velos que ocultan el Mundo real (increado e infinito). Estos velos son nuestros propios sentidos (comenzando por nuestro “sentido interno”, la consciencia individual y mental , que determina los cinco sentidos de la percepción corporal). Nuestros ojos son velos de la verdadera vista (o conocimiento del “Sí mismo”), nuestras orejas un velo del Oído verdadero (que “todo lo oye”)… ¿Qué queda entonces del hombre (si no es más que “velo”, limitación e ignorancia)? Queda un ligero resplandor (la “chispa ” divina oculta en lo más recóndito de su alma ) que se le aparece como la lucidez de la consciencia. Hay continuidad perfecta entre ese resplandor (de la Consciencia del “Sí mismo”) y la gran Luz del Mundo infinito (la Consciencia total del “Sí mismo”, que es la de Dios). El mundo (o el hombre) tiene alma, y esa alma (en su esencia pura) es Dios. Dios tiene cuerpo (un “velo” tejido de “luz” o conocimiento de “oscuridad” o ignorancia), y ese cuerpo es el Universo (la Manifestación cósmica de Dios. ¡Oh corazón mío (en el cual se oculta el “resplandor” de la Consciencia o Conocimiento divina), escucha y comprende a Dios! ¡No estés distraído, no te desbordes, por temor a que reveles el secreto de Dios!» [2]
La verdad del Uno absoluto, que implica la identidad esencial de todas las cosas con Él, la reveló el Corán en forma de la shahadah, el credo o «testimonio» de «La Divinidad» única (XLVII, 19), y por el capítulo (CXII) del «reconocimiento de la Unidad divina» (surat at-tawhid), llamado también el «capítulo de la Pureza » monoteísta (surat alikhlas), que es considerado la «esencia del Corán»; helo aquí in extenso: «Di: Él, Allah es uno. Allah es el Independiente-del-que-depende-toda-cosa. No ha engendrado, ni ha sido engendrado. Y no tiene igual».
«Él, Allah, es uno». «Él» (Huwa), es Dios, en cuanto reposa en Sí mismo, en Su Esencia o Ipseidad pura, en cuanto encierra toda realidad en modo indistinto y absoluto. «La Divinidad» (Allah), es Dios en Su Ipseidad lo mismo que en Sus apariencias ilusorias de «otro que Él»: es la Omnirrealidad divina, que comprende cada uno de Sus aspectos según su modo respectivo, desde la Esencia suprema hasta la apariencia más efímera de la creación. «Uno» (Abad), es Dios en cuanto Se conoce a Sí mismo como lo único Real.
«Allah es el Independiente-de-quien-depende-toda-cosa (as-Samad)». Lo único Real no puede depender de cosa alguna, mientras que todas las realidades no son sino Sus posibilidades, que dependen por definición totalmente de Él: no son, en esencia, otras que Él, que se hace depender de Sí mismo bajo la apariencia ilusoria de un «otro que Él».
«No ha engendrado, ni ha sido engendrado.» Lo único Real no puede ser causa de un efecto que sea otro que Él, ni puede ser un efecto surgido de una causa otra que Él. Tomando Él mismo el aspecto ilusorio de los efectos criaturales, sin cesar de ser absolutamente increado e infinito, no «engendra» «otra realidad», ni tampoco es «engendrado» por otra realidad: simplemente se manifiesta a Sí mismo bajo el aspecto de un «otro que Él», que no es realmente otro que Él.
«Y no tiene igual», pues no hay ninguna realidad, si no es Él.
Según nuestro comentario de la surah del «reconocimiento de la Unidad divina», podría concluirse que el tawhid no es, en definitiva, más que un panteísmo, en el sentido corriente y filosófico de la palabra. Pero diremos con la Risalah: «No te dejes extraviar por la sutileza o la ambigüedad de las palabras de tal suerte que te imagines que Allah sea creado». Al contrario, Allah es la Realidad eterna de la «no-existencia» criatural; Su Omnirrealidad, que excluye la nada, da a esa «no-existencia» la apariencia puramente ilusoria de una existencia; así, la creación es una «existencia no-existente», es decir que no es nada por sí misma: lo que «existe» de ella, no es ella, sino el solo «Ser» (al-Wujud ) divino [3]. Luego quien dice «creación» dice «no-existencia»; y si, con todo, se atiene uno a la existencia de lo creado, hay que saber que ésta no es lo creado, sino Dios. «La existencia de las cosas es Su existencia, sin que las cosas sean», dice la Risalah, y ‘Abd al-Karim al-Jili : «Si tú eres Él, tú no eres tú, pero Él es Él mismo; y si Él es tú, Él no es Él, si no que eres tú quien es tú-mismo» [4]. El «yo» o lo creado es la «noexistencia de cualquier otro que Él»; por eso el «yo» no puede ser «Él» en cuanto «yo», sino únicamente en cuanto «Él» o «Ser» divino. Inversamente, si bien Dios, en Su Omniposibilidad, es también el «yo», no lo es, sin embargo, en cuanto «Él» o «Ser», sino en cuanto «no-existencia de cualquier otro que Él», no-existencia que, a la luz de la Omnirrealidad, toma la apariencia ilusoria de la existencia. Si hay un «panteísmo» sufí, sólo se refiere, pues, a la Omnirrealidad increada e infinita de Dios, y no a la nada criatural: lo único Real no es lo irreal, y lo irreal no es lo Real; tampoco hay «localización» (hulul) de lo Real en lo irreal, ni «fusión de ambas naturalezas», real e irreal. Para el sufismo, repitámoslo, la creación es ilusoria; Dios es la Realidad eterna de la creación no-existente; la ilusión existencial de lo creado se debe a la confusión de lo Real con lo irreal; esta confusión proviene de la ignorancia, y la ignorancia es la posibilidad ininteligible, el «modo inexplicable» de la Omniposibilidad divina.