CAPÍTULO II Del Tawhid [1], sus diversos grados y de quienes los poseen.
Del segundo capítulo del libro primero del Tarjumat al-’Awârif.
El Tawhîd tiene varios grados: el primero corresponde a la fe (imân), el segundo a la ciencia (‘ilm ), el tercero al estado (hâl) y el cuarto a Dios.
El grado de la fe consiste en creer con el corazón y confesar con la lengua que sólo hay un ser al que convenga el Nombre de Dios y que merezca ser objeto de nuestro servicio de adoración, conforme a lo que indican los versículos del Corán y las tradiciones (akhbâr) [2]. Esto es una consecuencia de la confianza que se tiene en la veracidad del que habla y de la convicción de la verdad de lo que él dice. Este grado es el producto de la ciencia exterior (‘ilm az-zâhir): estar fijado en él representa estar exento de politeísmo manifiesto (shirk jalî) [3] y estar comprendido en el marco del Islam (silk al-Islâm). Todos cuantos aspiran al título de mutasawwif [4] comparten necesariamente este grado con todos los auténticos creyentes (mu’minûn) [5] por una consecuencia de su fe, pero hay otros grados que son particulares y especiales para ellos.
El grado del Tawhîd que corresponde a la ciencia es el producto de la ciencia interior (‘ilm al-bâtin), que se llama ciencia de la certeza (‘ilm al-yaqîn) [6]. Este grado consiste en que el servidor de Dios, cuando empieza a caminar por la vía del sufismo (tarîq at-tasawwuf), sepa con certeza (yaqîn) que no hay ser verdadero (mawjûd haqîqî) [7] ni causa eficiente absoluta (mawthar mutlaq) si no es el Señor de los mundos; que sepa que las esencias (dhawât) [8], las cualidades (sifât) [9] y las acciones (af’âl - pl. de fi’l) son una pura nada frente a Su Esencia, Sus Cualidades y Sus Actos; que comprenda absolutamente que toda esencia no es sino un reflejo de la luz de Su Esencia, toda cualidad un rayo de luz de Su Cualidad, de modo que por todas partes donde vea un saber (‘ilm), un poder (qudrah) [10], un querer (irâdah) [11], una facultad de oír (sam’) o de ver (basar), sepa que no es sino una de las huellas (âthâr) del saber, el poder, el querer, el oído y la vista de Dios, y así con todas las cualidades y todas las acciones [12]. Este grado no es sino el principio de los grados de esa confesión de la Unidad que caracteriza a los privilegiados (ahl al-khusûsiyyah) [13] y los hombres comprendidos bajo el nombre de mutasawwifah (pl. de mutasawwif) por su principio, este grado coincide con el final del grado del común de los hombres (al-’âmmah) [14].
Existe un grado que guarda alguna semejanza con éste, y que la gente de poca comprensión llama Tawhîd de la ciencia, aun cuando no lo sea en absoluto: no es más que un Tawhîd puramente de forma (rasm) [15] y que no es digno de ninguna consideración. Es el caso de cuando alguien, por medio de una mente sutil y llena de sagacidad, se hace en la imaginación, bien por la lectura, bien oyendo hablar a otros, una idea de lo que es el Tawhîd, y la imagen de esta figura que ha concebido en la imaginación se imprime en su alma . Sucede así, de vez en cuando, que, en discusiones o disputas, esas personas pronuncian palabras hueras, en las que no hay ninguna señal del estado propio al Tawhîd.
Aunque el Tawhîd de la ciencia sea un grado inferior al del estado, contiene, con todo, una mezcla de este último, de tal modo que se le puede aplicar este texto del Corán: «... mezclado con agua de Tasnim, fuente de la que beberán los invitados a la proximidad» (wa mizâjuhu min Tasnîm; ‘ayn ân yashrabu bihâ’l-muqarrabûn), LXXXIII, 27-28. De aquí viene que quien haya alcanzado este grado esté muy a menudo en un estado de placer (dhawq ) y felicidad (surûr); pues, dada la mezcla del estado que experimenta, una parte de las tinieblas (zulumât) producidas en él por las formas exteriores (rusûm — pl. de rasm) se disipa, de modo que, en algunas ocasiones, actúa conforme a su ciencia, y ya no ve, entre Dios y los actos, los medios que constituyen las causas segundas (rawâbit) [16] de éstos. Muy a menudo, no obstante, por causa de lo que queda todavía en él de las tinieblas de su propia existencia, la vista de las consecuencias de su ciencia se le oculta como por un velo, y así, con este grado de Tawhîd se encuentra cierto politeísmo oculto (shirk khafî).
Pasamos ahora al Tawhîd del «estado». En este grado, el Tawhîd pasa a ser una cualidad (wasf) inherente e inseparable del «unitario» (muwahhid) [17]. Todas las tinieblas producidas por las formas de la existencia desaparecen y se evaporan, prácticamente, en la luminosidad (ishrâq) que desprende la luz del Tawhid. Esta luz se oculta y se confunde en la luz del estado del unitario, del mismo modo como la luz de las estrellas se confunde en la del sol (conforme a este verso del poeta): «Y cuando aparece la aurora , su resplandor, al mostrarse, absorbe el de la luz de los astros». En esta estación, la existencia del unitario está de tal modo sumergida por la unión (jam’) [18] más perfecta en la contemplación (mushâhadah) [19] del Ser único (wujûd wâhid), que sus visiones contemplativas (shuhûd) no ven más que la Esencia y los Atributos del Único. Esto es de tal modo así, que esta confesión que él hace de la Unidad le parece también una cualidad del Único, y no una cualidad que él se pueda atribuir como suya; y que esta misma comprensión que él tiene de ello es aun a sus ojos una cualidad de ese Ser único. De este modo, su propia existencia cae, como una gota de agua, bajo la potestad de las olas del océano del Tawhîd, y queda sumergido en el mar de la unión (jam’). En este sentido, dijo Junayd: «El Tawhîd es un inteligible (ma’nâ) [20] en el que se desvanecen las formas (rusûm) y en el que se unen y se confunden las ciencias (al-’ulûm), y Dios es el que era desde el origen ».
El producto de este grado del Tawhîd es la luz de la contemplación (mushâhadah), y el producto del grado del Tawhîd de la ciencia es la luz de la vigilancia (murâqabah) [21]. En este grado del Tawhîd del estado, la mayoría de las formas de la humanidad (rusûm al-bashariyyah) [22] desaparecen, mientras que, por el contrario, en el grado del Tawhîd de la ciencia sólo una pequeña parte es suprimida. La finalidad por la que permanece todavía algo de las formas en el Tawhîd del estado es la de que la justa dirección de las acciones y la corrección de las palabras puedan venir del unitario. De ahí viene que, en esta vida, el Tawhîd no alcance nunca un grado de perfección al que no le falte nada; y por eso dijo Abû ‘Alî ad-Daqqâq [23]: «El Tawhîd es un acreedor al que nunca se le paga todo lo que se le debe, y un extranjero al que no se le trata como debería ser tratado». Les adviene a veces a los unitarios más perfectos, ya en esta vida, que un rayo de este Tawhîd puro (sirf), en el que todas las huellas y todas las formas de la existencia se desvanecen de repente, brilla para ellos, como un fulgor rápido, y luego desaparece y se extingue en seguida, después de lo cual los restos de las formas reaparecen y se muestran de nuevo. En este estado de una iluminación pasajera los restos del politeísmo oculto desaparecen por completo. No existe para el hombre, en esta vida, grado más alto de Tawhîd a que pueda llegar.
El Tawhîd de Dios consiste en que Dios ha sido cualificado, por Sí mismo, y no por el reconocimiento de algún otro, en toda la eternidad sin comienzo (al-azal), de la cualidad (wasf) [24] de la Unidad (al-wahdâniyyah) y del epíteto (na’t) [25] de la Singularidad (al-fardâniyyah) [26] como expresan las palabras: «Dios era y con Él no estaba cosa alguna» (kâna Allâhu wa lam yakun ma’ahu shay’); y en que ahora, como antes, tiene la cualificación del Único (wâhid) y Singular (fard), como expresan las palabras: «y Él es ahora tal como era» (wa huwa al-ân kamâ kâna); y en que, por último, durante toda la eternidad sin fin (al-abad), conservará esta cualificación, como se ha dicho: «Toda cosa perece salvo Su Faz» (kullu shay’in hâlikun illâ wajhahu) (Corán, XXVIII, 88). Obsérvese que se dice perece, y no perecerá, a fin de que se conozca que la existencia de toda cosa, ya ahora, se pierde en la Existencia de Dios. Pero la contemplación (mushâhadah) propia de este estado, cuyo goce queda para el mañana, está velada en Dios; si no, ella sería, para los hombres que tienen visiones intuitivas (basâ’ir) y que gozan en algunos momentos de la contemplación, hombres que han escapado a las angosturas del espacio y el tiempo, sería, decimos, una promesa cumplida al contado. Éste es el Tawhîd de Dios, al cual nada le falta, mientras que el que proviene de las criaturas es defectuoso porque la existencia (de las mismas) le adhiere una imperfección. El shaykh al-Islâm terminó el libro titulado Manâzil as-sâ’irîn con estos tres dísticos:
Ninguno de los que afirman la Unidadha afirmado (realmente) la Unidad del ÚnicoPues todo aquel que afirma Su Unidad es un negador (de la misma)La confesión de la Unidad por parte dequien trata de expresar Su calificativoes una frase vana (que resulta) anulada por el Único.La confesión de Su Unidad que Él mismo se hacees La confesión de Su Unidad,pero la calificación de quien quiere calificarlo es(equivalente a) una negación.